De
la inversión de la pantalla
Peter
Greenaway, de la imagen al cálculo
Toda la teoría de la representación
se trata de una proyección, proyectar una imagen propia del artista
sobre la materia del papel, de la tela, de la madera, de la piedra, etc. Como
el objeto/cosa mira al artista, como la mirada/objeto se construye bajo la
mirada del sujeto/artista, que la proyecta sobre la materia y la hace imagen,
la imagen es una construcción entre el objeto/cosa y la mirada/objeto.
Es el cine de Peter Greenaway que me ha llevado a revisar esta cuestión
fundamental: como la imagen se hace escritura, nos lleva a recordar que se
trataba de la escritura de una imagen. Tres obras (dos películas y una
instalación) son centrales en el repertorio de Greenaway: The Draughtsman's
Contract, Pilow Book, y The Stairs, Munich Projection. Con estas obras veremos
la maestría de PG en la manipulación de ‘la pantalla’,
no solo como dibujante, como regista, sino como instalador de ‘la luz’.
1. La pantalla
como aparato. La teoría
de la representación, la imagen es el objeto, la mirada del Otro, Durero.
The Draughtsman's Contract de Peter Greenaway
No solo se trata de inventar
nuevas leyes, como la de la perspectiva, sino de un nuevo concepto teórico, ‘la representación’,
no se trata solo de dimensionar el espacio sino también el cuerpo. El
espacio y el cuerpo van juntos en esta nueva construcción, ya no se
trata de su naturaleza, de su relación con la naturaleza, se trata de
todo un nuevo aparato geométrico para su representación. En el
renacimiento esto cambia, la medida es el hombre, el hombre dará medida
al cuerpo y al espacio, le dará medida geométrica, le dará medida
técnica, la naturaleza cae definitivamente bajo el dominio de la técnica.
Tanto la naturaleza del cuerpo humano como la del espacio, se representan,
el nuevo aparato ideológico es el humanismo, como medida de todas las
cosas. Y para ello se inventa ‘una pantalla’ geométrica
para medirlo todo: las distancias, la luz, el color, el tratamiento de la materia,
todo se realizará a través de dicha pantalla.
De aquí en adelante tenemos dos posiciones fundamentales, en este aparato
constructor, por un lado el artista, el artista es el que mira, se coloca del
lado de la mirada, y el/la modelo se coloca como objeto que es mirado. El humanismo
ha permitido colocarse en los dos lugares, de mirar y de ser mirado, de sujeto
que representa y de objeto que es representado. Por otro lado, en la medida
que el aparato de representación adquiere valor simbólico, porque
se dimensiona, se puede medir, se puede representar, antes de su realización
matérica, es la primera vez que consta el nombre del artista y del modelo
representado. Leonardo de Vinci y La Gioconda, lo humano abarca al sujeto y
al objeto, y es la pantalla que determina su posición, el lugar que
ocupan frente a la pantalla. La pantalla no solo es un aparato técnico,
imaginario, sino es un aparato nominativo, simbólico.
Lutero, Gutemberg, Durero.
Así como Lutero significo un cambio fundamental en la representación,
en tanto representante, el hombre ya no es representación de lo divino,
a su imagen y semejanza, sino se representa a si mismo, es un lector de dicha
imagen, la lee para decirla a otros, han caído los representantes de
la iglesia, todos pueden leer, todos pueden ser representantes, todos pueden
representar, la representación se ha humanizado. Con Gutemberg esto
se multiplica, ya no se trata de las escrituras que se rescribían, bajo
el control de la iglesia, que había hecho lo mismo con la imagen, sino
con la reproducción mecánica pueden llegar a las manos de muchos.
No se trata de un mural, de un suelo, de una bóveda, de un tapiz, de
una representación una, única, sino de una reproducción
en papel de cantidades determinadas por el artista o por el mercado. La obra
de arte ya no se realiza por encargo del señor al artista, sino es un
encargo del artista a la imprenta para su venta en el mercado, nace el mercado
del arte, las copian serán firmadas y numeradas, aparecen las falsificaciones.
Ahora la firma del artista se transforma en una marca, la marca del artista.
Así como el nombre del artista era un agujero en la representación,
la marca será un agujero en la reproducción, lo imaginario tiene
un agujero simbólico, no toda reproducción tiene valor simbólico
y por lo tanto el mismo valor en el mercado.
Durero atraviesa estas
tres cuestiones, de manera singular, así como
los artistas italianos realizan la gran revolución del humanismo, pero
sin despegarse del mundo cristiano, Durero representa ese despegue para el
mundo germánico, y más adelante para el mundo protestante, la
libertad de leer y de reproducir la imagen del otro, quien sea este, sin estar
mediada por los representantes, ni de la monarquías reinantes ni de
la iglesia. Además se anticipa de manera premonitoria al surgimiento
del mercado del arte, y su control, frente a artistas de la talla de Vermeer,
que todavía sostienen siglos más tarde, la obra de arte única
por encargo. Por un lado pertenece al mundo antiguo, se forma como aprendiz
de orfebre en el taller de su padre, por otro está seriamente preocupado
por este nuevo aparato de representación –la perspectiva- que
viene de Italia, lo que lo lleva a escribir una serie de libros muy importantes
para la trasmisión de la teoría y de la técnica de las
que se ocupa.
Peter Greeneway.
.
Tenemos a un Greenaway que se forma como dibujante, como Durero, es un gran
dibujante lo demuestra en cada una de sus intervenciones, que domina la pantalla
de la representación, pero, va más allá, la representación
no le es suficiente, lo vemos en cada una de sus películas, el renacimiento
tardío, el barroco, el manierismo, el neoclacismo, es un estudioso de
cada uno de estos momento históricos. Pero ya en el límite de
las artes visuales, del video, de la instalación, y del arte de la acción,
se va desprendiendo de toda representación, y surge la investigación
sobre el aparato mismo de la imagen, desde la perspectiva al dígito,
de la imagen a la data, la información. Pasa de la pantalla papel, a
la pantalla cine, a la pantalla digital de las computadoras, no importa el
material que trate, el paisaje, la escena, el cuerpo, una sala de exposiciones
o una ciudad, las manipulará bajo el aparato que crea conveniente, pero
ante todo hará los cálculos, las dimensiones, las operaciones
necesarias para que esta manipulación adquiera valor de obra de arte.
Greenaway es un calculador de la obra de arte, lleva el cálculo al nivel
de obra de arte.
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The
Draughtsman's Contract
Interpretada por David Gant,
Joss Buckley, Mike Carter,
Vivienne Chander, Suzan Crowley
Gran Bretaña. 1982
banda sonora de Michael Nyman
vestuario de Sue Blane.
Fotografía de Curtis Clark
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Más
allá del argumento...de la
relación entre los personajes y el objetivo final, más
allá de la figura fantasmática qur ronda toda la
película, se trata de una película sobre la pantalla,
sobre ese aparato de medir, de calcular, de proporcinar la imagen.
La imagen -paisaje, edificios, personajes, etc- no es tal sino
esta controlada por el aparato de la pantalla. La real protagonista
es la pantalla. Pero si fuera una película 'clasica' sabemos
que la pantalla controla todo (La ventana indiscreta de Alfred
Hitchcock) pero no se ve, está oculta como todo aparato,
pero en el cine de Greenway la protagonista es la pantalla, esta
en primer plano, es através de la cual podemos observar
las escenas, y vemos como las escenas estan controladas por la
pantalla: lo que se ve y lo que no se ve, y como se ve.
2.
El cuerpo como pantalla, la presentación, la escritura,
del objeto a la letra. La letra-imagen para mirar –el goce
de la mirada- y para ser leída. Pilow Book de
Peter Greenaway.
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Pilow Book
Peter Greenaway
Música Brian Eno
Fotografía Sacha Vierny
Reparto Vivian Wu Ewan McGregor Yoshi Oida Ken Ogata
País(es) Reino Unido, Francia, Países Bajos,
Luxemburgo
Año 1996 , 123 minutos
El libro de la almohada,
de Sei Shonagon, año 990
Adriana Hidalgo Editoria
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" Estoy
convencida de que hay dos cosas en la vida que son
fundamentales: las delicias de la carne y la delicias de la
literatura.
Yo he tenido la suerte de disfrutar de las dos por igual.”
Será un recorrido sobre el goce, el goce sexual y el
goce de la escritura. ¿No se trata de las dos caras
del mismo goce? Así como en El contrato de un
dibujante se trata del goce sexual, cada vez que entrega un dibujo la
señora debe acceder a ser goce del artista, ese es el
contrato, pero también del goce de objeto, la mirada.
Se mira para develar un misterio, pero también se mira
para velar lo que se revela, la mirada a través del
ideal de la representación vela el misterio, ya que
el misterio oculta ‘el horror’, el horror de una
verdad que debe ser ocultada. Aquí se trata del goce
a la letra ¿Habría un goce particular a la letra? ¿Se
trataría particularmente de un goce femenino, de ser
gozada y de gozar a la letra? En ‘El contrato…’ se
trata de una representación de este goce, como goza
la mujer cuando el amo no está, o mejor dicho como goza
con este nuevo amo, el objeto de la mirada, cuando es mirada,
cuando la mirada revela su goce, su goce otro más allá del
poder del amo. En Pilow Book, no es así, no se trata
del goce de la representación sino del goce a la letra,
ya que hay una relación muy estrecha entre cuerpo y
letra, entre pantalla y letra. Nos hemos desprendido de la
representación pero también del cuerpo como representación,
ambos han caído bajo el dominio de la letra y de la
escritura. Que es lo mismo que decir que es la caída
del significante y del objeto, ahora la letra es el soporte
material del significante y por otro lado contiene la imagen
en tanto ausente, vaciada de representación. El significante
representa a la imagen, la letra no, ocupa el lugar vacío
de la representación.
¿
La letra puede gozar del cuerpo? Si, claro, la letra está inscrita
en el cuerpo, goza del cuerpo en tanto vaciado de representación
y por lo tanto de imagen. Aquí, en Pilow Book, no se
trata de usar al cuerpo como representación, como imagen
idealizada, sino de usarlo como pantalla para su escritura
a la letra, descarnado, desprovisto de su corporeidad, es una
superficie para la escritura. Ella, la protagonista, ya no
es gozada por el Otro, ya no goza del cuerpo del otro, sin
goza de escribir sobre el cuerpo del otro como superficie,
para ser transcrita y reescrita, de la superficie del cuerpo
a la superficie del papel. Son una serie de operaciones para
hacer al cuerpo superficie, para reducirlo en dos dimensiones.
Las dimensiones de la pantalla.
3. La pantalla como objeto, el vacío, vaciar de imágenes
la pantalla, la pantalla ya no representa, la pantalla recorta,
se dibuja en la ciudad. La pantalla informa, el número.
La realidad se hace digital. The Stairs, Munich Projection Peter Greenaway.
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The Stairs,
Munich Projection
Instalación
Munich, Alemania, 1995
por Peter Greenaway, Elisabeth Schweeger
Editor Merrell Holberton
London, 1995
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Proyectar,
proyección
de la luz, vaciar la pantalla
La pantalla como operador
de la representación, como herramienta
para construir la representación, ha quedado vacía
de dicha representación, se ha transformado en objeto
en si misma, ya no es un intermediario entre la mirada de Uno
y la mirada del otro, es mirada. Se destaca como tal en ‘El
contrato…’, no queda claro si lo importante es el
paisaje a representar, o la pantalla que lo construirá,
de la misma manera no queda claro si lo importante es que revele
el misterio de dicha representación, o la angustia ante
la falta de representación. La pantalla vacía de
la representación que la representa, deambula por el mundo
sin rumbo fijo, sin soporte fijo. Ya no se trata del movimiento
que se produzca en la pantalla, sino del desplazamiento de la
pantalla misma.
De aquí derivan dos cuestiones importantes, la materialidad
de la pantalla y la narrativa que esta produce bajo el efecto
de la representación. La pantalla en tanto operador lo
que busca es la materialidad de la representación, la
consistencia de la imagen (en los work process de Durero esto
se ve muy claro), la pantalla ordena dicha representación
pero es el artista que le da consistencia a la imagen, acabada
o no. Así lo imaginario adquiere poder, el poder de la
imagen, frente a la significación simbólica y lo
imposible dado por lo real. Lo imaginario hace representable
lo real, y virtualiza a lo simbólico, sin lo imaginario
lo simbólico sería mera información, que
es a donde llegaremos, que la imagen se hace solo información,
bajo el poder de lo simbólico.
Greenaway lo que pretende
es vaciar la formulación,
proporción/desproporción, forma/desforma, que
ha ocupado quinientos años de arte y de cultura para
Europa, ya no se trata de estudiar la materialidad de la imagen,
sino su inmaterialidad, usará la pantalla para vaciar
la materialidad de la imagen, e introducir su inmaterialidad,
o también podemos decir su materialidad lumínica.
Así como vacía la pantalla de su representación,
también la vacía de sus narraciones, la pantalla
nada narra, nada amarra. Una es una mera sucesión de
la otra, implica un recorrido sucesivo, no hace serie, no hace
significación, no dice nada. Es así como este
vaciamiento de la imagen, calculada, medida, meditada, le lleva
al número, ese último reducto de la letra, de
la letra sin significación alguna, solo una sucesión
sobre pantallas vacías, pantallas luz. Si el cine es
una pantalla luz sobre la que se proyecta una historia, ahora
es la pantalla misma, vacía de historias, que nos permite
recorrer una ciudad llena de historias. Si el cine es llevar
el afuera al adentro, a la pantalla de la sala, donde el espectador
mira lo que sucedió afuera, Greenaway transporta la
pantalla al afuera, el transeúnte se deja llevar por
una sucesión de pantallas, de luz, sin que le cuenten
historia alguna. Así como quinientos años de
historia de la perspectiva significaron quinientos años
de narraciones, ahora se trata del vaciamiento de la narración,
el resto, lo que queda como resto, es la pantalla misma.
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