03 Barcelona, mayo de 2009 | |||||||||||||||
Alberto Caballero / coordinador de GEIFC grupo de estudio e investigación de los fenómenos contemporáneos y de: Action Art magazine sobre la acción / publica: // Instalar...la acción // en Escáner Cultural desde el nº 77 www.escaner.cl / profesor de la asignatura ‘Introducción a las teorías contemporáneas’ Máster en comisariado y prácticas culturales en arte y nuevos medios en MECAD\Media Centre d'Art i Disseny de la Escola Superior de Disseny ESDI y la Universitat Autònoma de Barcelona / miembro de AIAP Asociación de interacción Arte-Psicoanálisis Buenos Aires, Argentina |
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El 7 de agosto de 1974, un joven francés llamado Philippe Petit, pisó un cable colgado ilegalmente entre las torres gemelas de Nueva York, entonces los edificios más altos del mundo. Tras una hora caminando por el cable, fue arrestado, examinado psicológicamente y encarcelado antes de ser finalmente liberado. Tras seis años y medio soñando con las torres, Petit pasó ocho meses en Nueva York planeando la ejecución del "golpe". Ayudado por un equipo de amigos y cómplices, Petit se enfrentó a numerosos y extraordinarios desafíos: tuvo que encontrar la manera de burlar la seguridad del World Trade Center, colar el pesado cable de acero y el equipo necesario. Tender el cable entre los tejados de las dos torres, anclar el cable y tensionarlo para soportar los vientos y el movimiento de vaivén de los edificios. El tendido del cable se hizo de noche, en completo secreto. A las 7:15 AM, Philippe comenzó a pasear por el cable a más de 400 metros de altura por encima de las calles de Manhattan. El documental de
James Marsh da vida a la extraordinaria aventura de Petit a través del testimonio de Philippe y alguno de los conspiradores
que le ayudaron a crear un espectáculo magnífico y único
que se conoció como el "el crimen artístico del siglo".
En el escenario del Lliure "(...) aparecen Barceló y Najd, trajeados, con aspecto de personajes becketianos o enterradores. Poco a poco se van manchando de lo lindo, primero los zapatos, luego, al arrodillarse o presionar contra el muro, todo el traje. A los 20 minutos ya están hechos unos zorros. Toman azadas y mazos y golpean la pasta ocre produciendo un golpeteo húmedo, como de palmetazo en las nalgas. Barceló salta contra la pared, dibuja líneas. Trepa, crea figuras; lanza bolas, desmocha, perfora. Trabaja más ensimismado que Nadj. El espectáculo, la ceremonia, va in crescendo. Barceló y Najd se encasquetan vasijas de cerámica fresca en las cabezas y las moldean hasta componer máscaras asombrosas, un embarrado bestiario. El estupor va deviniendo angustia y cuando Barceló convierte a Nadj en escultura viva, minotauro picassiano, y lo incrusta en el muro con maneras de sacrificador -le clava dos espátulas como banderillas-, en medio de una música ominosa, la escena se hace sobrecogedora. Un acto de destrucción y creación, que Barceló remata asperjando pintura blanca con una manguera. Él y Najd acaban dejándose tragar por el muro con un ruido de succión. En menos de una hora hemos viajado al otro lado de la realidad, el mundo de los sueños y las cosmogonías." Jacinto Antón, El País, 9/05/09 La
action painting fue inventada por Jackson Pollock en los
años
sesenta, y retomada por algunos de los expresionistas americanos para
poner la 'materia en acción'. No es la primacía de la materia, el caso
de Tàpies, sino el artista puesto en acción por la materia, cosa que
ya habían hecho los Accionistas Vieneses en los años cincuenta.
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