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El cuerpo es el sueño de la razón está integrado
por tres apuestas diferentes y, no obstante, encadenadas. Una, en tanto que
la reflexión avanza y el contenido del libro se desliza para afirmarse
en la intersección de la estética filosófica con una crítica
de arte que analiza sin juzgar. Otra, cuando ante una pluralidad de artistas
con obra avalada por la tradición y el gusto, se impone uno solo, MarceLlí Antúnez,
con una obstinación productora que resuelve lo diverso en universo:
contaminación múltiple o fusión, hibridación o «citacionismo»,
transversalidad. La tercera, cuando de las principales vías que concurren
en la estética —fenomenologíca, semiótica, psicoanálisis— prevalece
esta última por su atención a la mente creadora en un entredós
de ardua definición: anclaje entre el adentro y el afuera, frontera
del sueño con la vigilia.
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