En
cada estadio de su proceso creativo, Lygia Clark redefine y reconstituye
su público. El visitante que contempla una obra en una galería de arte
se aproxima al participante, que cambia el objeto situado frente
a él. Después, el espectador es invitado a crear o utilizar un objeto,
a partir de unas instrucciones escritas, o bien la propia artista
le inicia en experiencias de grupo, inicialmente en el recinto del
museo, y más tarde en la calle y los espacios públicos. Al final, el
espectador se convierte en "paciente", comprometido con Clark en
un intercambio recíproco.