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Mendieta
Ana Mendieta
Fundación Antoni Tŕpies
22 enero- 30 marzo
Comisaria: Gloria Moure
Barcelona,
1997 |
La muerte prematura de Ana Mendieta y
el carácter efímero de sus creciones han contribuido a que su obra,
poética y crítica al mismo tiempo, se conozca de un modo insuficiente
en la actualidad. Nacida en La Habana en 1948, de familia acomodada,
fue enviada a Estados Unidos a los doce años dónde fue criada en distintos
orfelinatos americanos. Las condiciones en que creció (el exilio, la
pérdida y lmarginación, como mujer y como hispana) conformarían su
producción artística posterior, asumiendo un compromiso con su cultura
de asopción, y a través de su obra articula una crítica de la sociedad
que la rodea, con un fuerte contenido político feminista y en defensa
de la identidad de las mínorias.
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Desde los inicios de su actividad
artística, el cuerpo tiene una presencia muy destacada en la obra
de Mendieta: constituye su tema y su obsesión. La artista se siente
atraída en particular por el cuerpo de la mujer, que para ella es
el sujeto pasivo de la violencia, el erotismo y la muerte, y a la
vez es el instrumento y el material para la producción de arte. Su
propio cuerpo se convierte en eje de sus performances, acciones que
parten de la misma idea del cuerpo femenino como víctima del crimen
y la violación, pero también como lugar sagrado. en este sentido,
las performances de Ana Mendieta son auténticos rituales de purificación,
donde la sangre, con sus connotaciones mágicas y sus claras alusiones
al sacrificio, asume un protagonismo inquietante.
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Más adelante, las performances
de Mendieta derivan hacia una serie de obras que tituló Siluetas.
En estas nuevas manifestaciones, la artista traslada su ámbito
de trabajo a la naturaleza, eliminándose ella misma como objeto
material de su arte. A partir de ese momento ya no le interesa tanto
su propio cuerpo como la huella que deja ese cuerpo. Inicia así un
período de intensa relación con los cuatro elementos
básicos de la existencia orgánica: la tierra, el fuego,
el aire y el agua.
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Mediante
las Siluetas,
la artista juega con la dialéctica presencia-ausencia. La
pisada, los contornos de un cuerpo realizados con ceniza, velas,
flores, nieve o tierra,
aluden constantemente a las relaciones entre la muerte y la resurección.
Se trata de un retorno de la artista a la tierra, de metáforas que
explican el regreso al útero (la madre que se quedó en Cuba), de un
enterrarse en la tumba (la muerte), de la regeneración de la vida (la
silueta del cuerpo dibujada con flores), y en definitiva, de la libertad. |
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Sin
Título
1977 |
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