> HEROÍNAS
8 de marzo - 5 de junio de 2011
http://www.museothyssen.org
Sala de Exposiciones temporales del Museo Thyssen-Bornemisza. Continúa
en la Fundación Caja Madrid.
artículo:
> El
Museo Thyssen recorre la historia de la mujer y la lectura a través
de sus cuadros Josefina Aldecoa inaugura hoy en Madrid el ciclo de conferencias
'Mujeres que leen'
WINSTON MANRIQUE SABOGAL 4 MAR 2000,El País.com |
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La
historia del arte occidental abunda en imágenes de mujeres seductoras, complacientes, sumisas,
vencidas, esclavizadas. Pero el objeto de nuestra exposición son
las figuras de mujeres fuertes: activas, independientes, desafiantes,
inspiradas, creadoras, dominadoras, triunfantes. O bien, para usar una
palabra clave de la agenda feminista en las últimas décadas:
esta exposición se interesa por aquellas imágenes que pueden
ser fuentes de “empoderamiento” (empowerment) para las propias
mujeres.
Los inventarios de heroínas tienen una larga historia, desde
los primeros catálogos de mujeres célebres de Hesíodo
y Homero, donde ellas sólo figuraban como accesorio de los varones:
a título de madres e hijas, esposas o amantes de los héroes.
El primer compendio de mujeres ilustres por sus propios méritos
fue el De claris mulieribus de Boccaccio, que seguía la huella
del De viris illustribus de Petrarca. Inspirada por el texto de Boccaccio,
pero decidida al mismo tiempo a corregir su punto de vista, Christine
de Pizan, escribió en 1405 la primera defensa de las mujeres
escrita por una mujer: Le Livre de la cité des dames. Si se
permite el anacronismo, Christine de Pizan fue la primera feminista
porque atribuyó la
desventaja de la mujer, no a la naturaleza, sino a la costumbre. Su texto
inauguró una larga Querelle des Femmes que ha durado siete siglos y todavía
sigue abierta.
Nuestra exposición es también una especie de “ciudad de
las mujeres” centrada especialmente en el ciclo de la modernidad, desde
el siglo XIX hasta la actualidad. Siguiendo un orden, no cronológico,
sino temático, explora los escenarios y las vocaciones de las heroínas:
la iconografía de la soledad, el trabajo, la embriaguez, el deporte,
la guerra, la magia, la religión, la lectura y la pintura. En cada capítulo
de la exposición se yuxtaponen obras de distintas épocas, lenguajes
y medios artísticos para provocar una reflexión sobre lo que
cambia y lo que permanece a través de esas diferencias. Y en cada
capítulo,
una o varias voces de mujeres artistas, sobre todo contemporáneas, responden
a las imágenes creadas por sus colegas varones.
En la primera parte de la exposición, en el Museo Thyssen-Bornemisza,
domina el poder físico de las heroínas, la segunda parte, en
las salas de la Fundación Caja Madrid, explora los poderes espirituales.
Sarah Jones
Título: Camilla (III), 1999
Colección de Laura Steinberg y B. Nadal-Ginard
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Solas. Sala 1
La primera
condición
de la heroína
es la soledad y el primer capítulo de la exposición presenta
a mujeres solas, comenzando por las imágenes modernas de heroínas
antiguas como Penélope e Ifigenia. En su espera y su nostalgia,
actitudes aparentemente pasivas, hay un germen de autonomía
e incluso de resistencia. Las heroínas modernas de la soledad,
por otra parte, ya no se identifican con Penélope, sino con
Ulises; no esperan al héroe ausente, sino que se convierten
en viajeras como él. |
Janine Antoni
Título:Cariátide (Ánfora de terracota), 2003
Cortesía de la artista y de Luhring Augustine, Nueva York
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Cariátides. Sala 2
Toda una tradición de la pintura del siglo XIX se centra en la épica
de la campesina. El capítulo segundo está dedicado a segadoras
y espigadoras, aguadoras y lavanderas, mujeres robustas y monumentales
que sostienen como cariátides la arquitectura de la familia y de
la sociedad. La retórica de estas imágenes tiene un valor
ambiguo: por una parte celebran a la mujer trabajadora, pero exaltando
al mismo tiempo su servidumbre como un destino natural y eterno. Hijas
de la Tierra y atadas a ella para siempre, las campesinas-cariátides
son heroínas encadenadas. |
Nancy Spero
Título:Ménade, 1999
Galería Pilar Serra, Madrid, y Galerie Lelong, París
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Ménades. Sala 3
La bacante aparece a veces en la pintura como un juguete erótico-decorativo
creado para el deleite del voyeur. Pero detrás de este papel acecha
la terrible violencia de las ménades mitológicas, dotadas
de superpoderes: capaces de arrancar con sus manos un gran árbol
o despedazar un toro (o un hombre). La ménade furiosa, destructora
de hombres y rebelde al orden patriarcal, que fascinó a algunos
artistas del siglo XIX, es un típico ejemplo de imagen recuperada
por las artistas contemporáneas como fuente de “empoderamiento”. |
Peter Paul Rubens
Título:Diana cazadora, c. 1620
Museo Nacional del Prado, Madrid, inv. P1727
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Atletas. Sala 4
Como Ártemis y sus ninfas, la mortal Atalanta rechaza el culto de
Afrodita y destacaba en los ejercicios supuestamente masculinos: la caza,
la lucha cuerpo a cuerpo, la carrera. La figura de Atalanta encierra una
amenaza potencial contra los roles de género que ha sido desactivada
una y otra vez, desde el propio Ovidio hasta las interpretaciones pictóricas
del mito. En la pintura victoriana, no obstante, la iconografía
de cazadoras y atletas antiguas será rescatada para imaginar la
emancipación del cuerpo femenino y el derecho al deporte como precursor
en la conquista de otros derechos sociales y políticos. |
Mona Hatoum
Título:Por encima de mi cadáver, 1988-2002
Cortesía de White Cube © Mona Hatoum
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Acorazadas y Amazonas. Salas 5 y 6
La primera parte de la exposición culmina en la imagen de la mujer
guerrera. En primer lugar, las vírgenes guerreras, doncellas acorazadas
según el prototipo de Juana de Arco. La armadura permite a la mujer
travestirse para ejercer una actividad típicamente masculina, pero
al mismo tiempo es una metáfora eficaz de la virginidad. En el arte
del final del siglo XIX, en artistas tan diversos como Edgar Degas y Franz
von Stuck, las guerreras se despojan de la coraza, regresando a la imagen
original de las antiguas amazonas y acercándose, al mismo tiempo,
a las reivindicaciones feministas que hacen eclosión en esa época. |
John William Waterhouse
Título:La bola de cristal, 1902
Colección Pérez Simón, México
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Magas. Sala 7(Caja Madrid)
Si en la primera parte de la exposición, en el Museo Thyssen-Bornemisza,
domina el poder físico de las heroínas, la segunda parte,
en las salas de la Fundación Caja Madrid, explora los poderes espirituales
de magas, mártires y místicas, estigmatizadas con frecuencia
como brujas, locas o histéricas. Muchas veces las magas en la pintura
han sido reducidas al papel de la femme fatale, definida con relación
al deseo masculino, ignorando lo que hay en ellas de figuras órficas,
que humanizan y civilizan a bestias y hombres. |
John William Waterhouse
Título:Santa Eulalia, 1885
Tate, Londres: donado por Sir Henry Tate 1894
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Mártires. Sala 8(Caja Madrid)
Las santas mártires no son simplemente víctimas, sino heroínas
triunfantes sobre sus perseguidores y verdugos, afirmativas in extremis.
Dentro de esta sección está la figura de una mártir
que no es cristiana, sino pagana, y fue canonizada tardíamente por
el movimiento romántico: Safo de Lesbos. Safo recibió los
homenajes poéticos de Leopardi y Baudelaire y dos prosistas influyentes,
el crítico Sainte-Beuve y el helenista Émile Deschanel, vieron
en ella la encarnación misma de un cierto ideal literario: el de
la poesía como confesión, como la voz de la pasión,
siempre verdadera y natural. |
Marina Abramovic
Título:La cocina I. Homenaje a santa Teresa, 2009
BESart-Coleçcão Banco Espirito Santo
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Místicas. Sala 9 (Caja Madrid)
La levitación de las místicas puede ser una imagen de la
experiencia de la mujer en etapas de transición como la adolescencia.
La más ilustre de estas levitantes, santa Teresa de Ávila,
es el objeto del homenaje de Marina Abramovic en su serie La cocina, un
proyecto realizado en las cocinas de La Laboral de Gijón. Con la
elección del escenario, Abramovic quiere evocar la cocina de su
abuela, una persona muy religiosa que la llevaba a la iglesia cada día. La levitación adquiere un matiz distinto en la serie de fotografías
de Julia Fullerton-Batten titulada In Between cuyas protagonistas adolescentes
parecen flotar en el aire. En ella, como en la serie anterior Teenage
Stories, se explora la adolescencia femenina en cuanto período
de transición en el que cuerpo se vuelve extraño y las
emociones inestables, sin anclaje. |
Gerhard Richter
Título:Leyendo, 1994
San Francisco Museum of Modern Art, San Francisco
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Lectoras. Sala 10 (Caja Madrid)
Un sedimento de los poderes espirituales tradicionalmente atribuidos
a las mujeres queda en la figura de la lectora. La lectura encierra ecos
de esos poderes espirituales, mágicos o místicos atribuidos
a la mujer en la iconografía tradicional, que genera una burbuja,
donde la mujer puede vivir su vida a través de otras vidas. La lectora
se construye eso que Virginia Woolf denominó “una habitación
propia”. La lectura es una actividad interior, que escapa a la representación
pictórica. En pintura alguna vez se nos permite leer un título;
el texto más allá siempre será ilegible, inaccesible.
Por eso la representación de la lectura implica una exteriorización,
una teatralización. Ya que no podemos leer el texto, leemos el
cuerpo de la lectora, que escenifica o somatiza su lectura. |
Frida Kahlo
Título:Autorretrato con collar de espinas y colibrí, 1940
Harry Ransom Center, The University of Texas at Austin (Nickolas Muray
Collection)
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Pintoras. Sala 11 (Caja Madrid)
El último capítulo de la exposición está dedicado
a las imágenes que las mujeres han creado ante el espejo: el desarrollo
del autorretrato de las pintoras desde Sofonisba Anguisciola hasta Frida
Kahlo. El autorretrato permitía a la mujer ser autora o creadora
(un rol presuntamente masculino) sin dejar de ser modelo (el rol femenino
convencional). Esta astuta combinación de actividad y pasividad,
este convertirse en sujeto sin abandonar el papel de bello objeto fue la
clave del éxito del autorretrato femenino en una sociedad patriarcal.
Una sociedad que por otra parte personificaba a la Vanidad como una mujer
que se mira al espejo. Con mucha frecuencia, la mujer se autorretrata como
lo haría un colega masculino, con ropas de trabajo, paleta y pinceles
en la mano y mirando al espectador. Este tipo de autorretrato, que alguien
podría identificar como “masculino”, parece haber sido
cultivado más asiduamente por las pintoras, acaso porque ellas necesitaban
más vindicarse como profesionales. |
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