performance
& nuevos medios

artista
Matthew Barney  
performer
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Ciclo Cremaster
Auditorio del Museo
Guggenheim Bilbao
2003  

 

   

 

Entre el resto y la metaforma
Jimena Andrade

En la mitología de hoy la forma -el significante- no es eliminada, es simplemente transformada. Todas las cuestiones que el hombre produce han sido meramente cuestiones de la forma, el mundo humano ha estado atravesado por relatos, ha sido escrito de lado a lado, y es precisamente en el lenguaje en el lugar donde lo mitológico encuentra su sustrato. Habrá que preguntarse: ¿De qué articulaciones, de que desplazamientos está hecho el tejido mítico de una sociedad de alto consumo? Y si el espectáculo de masas, un metalenguaje diseñado para que el lector del mito -que lo vive como una historia al mismo tiempo verdadera e irreal- es algo que proporciona experiencia. Y en que orden, en lo espectacular está dada una experiencia conducida, diseñada, dominada, estereotipada, manipulada, patronizada, estandarizada e impuesta -alienación-. Los vínculos que establece el individuo en un mundo hoy inestable e informe (conectado por redes invisibles de comunicación en donde el cuerpo es desmaterializado por la virtualidad de las funciones y donde las imágenes son auto-generadas desde una memoria numérica que se retroalimenta de sí misma, imágenes reversibles que no se superponen sino que se regeneran de ellas mismas perpetuamente desde cualquier punto de su imagen antecesora), son del orden de la estética de la transformación, -de pasar de un estado al otro- de la metamorfosis, una realidad que fluye y ocupa metaformas no totalizadas y como el líquido cambia de acuerdo al envase que lo contiene.

La obra de Mathew Barney presenta una mezcla de espectáculo y mitología de estados intermedios entre fluido y sólido; mitologías que adquieren vida cuando son contadas por una narrativa hecha por un -design- que transforma lo ideológico, lo histórico para que parezca, y "sólo parezca" natural o naturaleza, y toma sus mitemas de los relatos del espectáculo y la cultura de masas.

Las relaciones íntimas de Mathew Barney con la arquitectura, forma que representa el pensamiento y la sociedad, tienen un vínculo estrecho con la apropiación del medio cinematográfico al ocuparse de espacios arquitectónicos que imponen el cuerpo en espectáculos, narrándolo, de igual manera como la luz y la sombra narran los cuerpos en un filme; un cuerpo desmaterializado por estas narrativas y convertido en objeto en performances donde el exceso viene como respuesta a una necesidad de que no haya falta, y es presentado al espectador en registro cinematográfico como restos de una acción faltante, presentado en una lógica que no es binaria de polos, sino que está suspendida en el estado intermedio de la no totalidad, que no se completa totalmente en lo humano, lo animal, lo femenino, lo masculino, lo máquina o lo organismo, fluctuando espectacularmente como medida para que no haya falta, la cual está presente en la diferencia -de clases, de sexos, de razas, entre animal-humano, hombre-máquina; aquí el lugar de la falta está ocupado por un espacio mitológico diseñado, y al querer llenar la experiencia con este exceso diseñado para no permitirla, es puesta en evidencia, es resaltada y llevada a lo que el vacío representa.

En una sociedad de alto consumo la catástrofe está representada por el -design- y su producto por el espectáculo de excesos como antídoto para que no haya cabida a la falta.