"Tony Oursler: «Pasamos el día
mirando pantallas y no sabemos entenderlas culturalmente»
El engranaje videográfico en el que Tony Oursler trabaja desde
hace años da una vuelta más en Madrid, en la galería
Soledad Lorenzo, donde se muestran sus últimas esculturas por
primera vez íntimamente ligadas a sus dibujos
Como la memoria suele traicionarnos, conviene
recordar que son muchos los años que Tony Oursler (Nueva York, 1957) lleva trabajando
con el vídeo. Los últimos, quizás los que le han
dado fama internacional, son los que le han servido para ampliar los
límites de la vídeo-instalación y profundizar en
el lado más psicológico y humano de la tecnología.
De forma lógica, su obra ha desembocado en los Blob, seres a medio
camino entre lo físico, lo mental y lo inmaterial. Su tercera
cita en Madrid, con Soledad Lorenzo, sirve además para que el
norteamericano se replantee su forma de entender sus técnicas
y de relacionarlas con el espectador.
–Define al Blob como «una palabra graciosa, una cosa fea,
algo que está vivo», y lo relaciona con el espacio, con
Internet, con la ciencia... Pongamos orden en estos conceptos.
–Me empezó a interesar mucho la idea de un Blob, la idea
de una abstracción especifica, que es algo, una forma, sobre la
que la gente vierte su energía psicológica. Quería
hacer una exposición temática, algo que no he hecho nunca
en una galería. La idea de aislar con la escultura lo que no es
nada me parecía fascinante. Me centré en el Blob, además,
ya que las esculturas en las que había trabajado antes estaban
basadas en formas muy clásicas. Pasar de eso a algo que no está relacionado
para nada con el cuerpo se convierte en «extraterrestre»,
y entonces tienes que vincularlo a lo extraterrestre. En el texto de
mi Blob he tratado de jugar con esta transición del espejo a otra
cosa, y después, a qué puede ser esa cosa. De alguna forma,
es el principio de una exploración, porque he leído mucho
sobre ciencia-ficción, el espacio y otras formas de vida como
metáfora de la comunicación entre los seres humanos.
–Habla de esculturas. ¿Es así como debemos definir
estos vídeos?
–Yo diría que son un híbrido, porque en este momento
son objetos muy elaborados, tallados a mano, y cada uno es único.
Son esculturas, pero en una noción más amplia, porque se
convierten en una pantalla. Estoy seguro de que los escultores clásicos
van a decir «pero si sólo tiene un lado». Pero no
es así, porque el otro busca ser una especie de decepción
por no haber nada. Esto a mí me interesa mucho: ver cómo
lo que decae te devuelve a la realidad, por lo que no puedes escapar
completamente. En estas esculturas siempre hay algo que rompe: funcionan
y después no; funcionan y no funcionan. Tú siempre estás
en tu espacio y la pieza en el suyo, que se comparten, por lo que hay
conexión. Es un espacio diferente al de la televisión o
el cine, y, a la vez, diferente al de la escultura clásica, pero
que está más cerca de la escultura clásica que de
las películas.
–Y los dibujos, ¿cómo se
relacionan con las esculturas?
–Mis dibujos, que son collages, han sido siempre algo aparte,
y sólo en los últimos años he empezado a intentar
que haya una relación más continua. Ellos toman algún
elemento del vídeo, que se convierte en una estructura en dos
dimensiones, y después juego con la pintura para crear vínculos,
por lo que sí que hay conexión. De hecho, hace poco he
notado que me gustaría hacer esculturas a partir de dibujos que
hice hace tiempo, lo que es una vuelta al pasado. Esto es emocionante,
porque siento que de alguna forma estoy perfeccionando algo. Después
de diez años haciendo esculturas pensé: ¿y la pared?
Llevo diez años trabajando con instalaciones, con objetos con
el mismo poder espacial. Después pensé: ¿y por qué no
imágenes en movimiento relacionadas con la pintura, con la pared?
Me he planteado como reto, por ejemplo, utilizar el vídeo como
material de un cuadro o una escultura, o coger un collage de fotos e
incluirlo en un dibujo. Y esto es sólo el principio, porque me
gustaría mucho seguir en los próximos años. Venimos
de una cultura que se pasa el día mirando una pantalla, pero a
la vez da la sensación de que a la gente le parece imposible que
eso se pueda combinar con un cuadro.
–Lleva mucho tiempo trabajando con el vídeo
y, obviamente, sus intereses han ido cambiado.
–Ha cambiado todo. Cada conjunto tiene su propio lenguaje con
un equilibrio entre lo escrito y lo visual. Las primeras piezas ya trataban
el tema de los medios de comunicación. La siguiente etapa trataba
más sobre psicología. Después pasé por una
fase muy minimalista con obras que eran puramente emocionales. Más
tarde pensé que si iba a trabajar con estas cosas tan oscuras
también tenía que hacer algo más gracioso, así que
me centré en el humor... Los trabajos actuales surgen de una manera
muy extraña, pues yo estaba escribiendo una historia del arte
para los artistas de los medios de comunicación, que luego dio
de sí una investigación sobre el lado espiritual de la
tecnología. Sin embargo, me di cuenta de que me había metido
tanto en este mundo que se me había olvidado el lado humano. Por
eso me centré en diseñar un personaje que viva en el espacio
de los medios y que yo considero como compañeros. También
se me ocurrió que era algo muy raro el hecho de que tengamos lenguajes
privados con nuestras mascotas, nuestros bebés o nuestros amantes,
y que sería bonito coger ese lenguaje privado y hacerlo público,
porque es algo vulnerable.
–¿Le molesta que le conozcan sólo por un tipo determinado
de trabajo, por sus «muñecos» o instalaciones con
muñecos?
–¿Sabes? A veces me lo tomo como un reto, pero, es verdad,
es un poco frustrante que la gente te ponga en un grupo determinado y
digan «tú haces esto». De alguna manera, llevo luchando
contra eso toda mi vida, porque en un principio me decían que
no pertenecía al mundo del arte porque utilizaba el vídeo.
Luego me metí en el mundo del arte, donde he intentado luchar
para mantenerlo tan expansivo como pudiera, y creo que no he hecho un
mal trabajo. Pero no puedes controlar lo que la gente piensa. La galerista
y yo hablábamos hoy de las diferencias entre esta exposición
y las dos anteriores en su espacio. Son completamente diferentes. Si
aún así siguen diciendo que soy un fabricante de marionetas,
no puedo decir nada.
–Hubo un tiempo en el que sus grandes proyectos tenían
lugar en Europa. El público americano tardó más
tiempo en comprenderlo. ¿Estamos hablando de diferentes sensibilidades?
–Ésa es una buena pregunta porque creo que Europa está mucho
más interesada en la cultura que EE.UU. Si estudias la infraestructura,
América es un país enorme, pero, si lo piensas, sólo
tenemos unas diez instituciones. En Alemania, sólo en una ciudad
hay diez instituciones contemporáneas. Es como si aquí tuviérais
un compromiso, que no sé si tiene que ver con haber vivido la
pesadilla de la II Guerra Mundial in situ, lo que hizo que mucha gente
pensara en cuáles eran sus prioridades. En EE. UU. se perdió a
mucha gente en esa guerra, pero esto no afectó a la cultura. Allí ha
tenido demasiado éxito Hollywood; cuando el Gobierno piensa en
exportar cultura, piensa en Hollywood.”