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Sanja Iveković (Zagreb, 1949) es una de las figuras que más han contribuido a la creación de conceptos artísticos innovadores desde los años setenta. Pionera en su país tanto en el videoarte como en la concepción crítica de las políticas de género -en contraposición con la abstracción geométrica y las tendencias en boga por aquel entonces en Yugoslavia-, es hoy en día un punto de referencia. Las obras de Iveković parten de una conciencia aguda de que la identidad es a menudo fruto de una representación donde lo aparente y lo real surgen de procesos complejos. Con el retrato de las influencias y los paralelismos entre la vida “privada” y la esfera “pública” de los media -la autopresentación es esencial en Ivekovic’, desde la confrontación de elementos cotidianos con imágenes de la moda y la publicidad hasta la problematización de la política de los cuerpos-, ha logrado borrar distinciones y mostrar la ambigüedad de los conceptos públicos predominantes. Desde la década
de los noventa, como reacción a los acontecimientos de la antigua Yugoslavia,
algunas de sus obras nacen de su compromiso personal con cuestiones sociales,
como por ejemplo la violencia de género, aunque el activismo aparece
como una actitud previa al predominio de la formalización. Con todo,
Iveković no ha abandonado la tendencia a mostrar las tensiones y
las confluencias entre lo privado y todavía biográfico con los avatares
de la vida pública vinculada al glamour, al espectáculo
o a los conflictos sociales; y con medios expresivos como la performance,
la fotografía conceptual, el vídeo y la instalación, aunque también la
postal, el álbum y el cartel, ha logrado incidir de manera inédita en
el debate estético e ideológico contemporáneo. Sanja Iveković estudió en la Academia de Bellas Artes de Zagreb de 1968 a 1971, donde inició una práctica artística alejada del arte oficial y de las tendencias que entonces predominaban en Yugoslavia. En su obra de los años setenta y ochenta, Iveković utiliza a menudo su propia imagen y sus experiencias personales como mujer y ciudadana de un régimen comunista para evidenciar como la esfera pública, política y social incide en la construcción de la propia identidad. Su trabajo revela una concepción de la identidad como algo complejo y en evolución, construido a partir de la confluencia de múltiples dimensiones y de las influencias recíprocas entre el imaginario público y nociones de identidad personal. Dvostruki život (Doble vida, 1975) es una serie 66 pares de fotografías en la cual se yuxtaponen fotos del álbum personal de la artista pertenecientes a diferentes períodos de su vida con imágenes de mujeres de revistas femeninas, emparejadas según la similitud del aspecto, la figura, los accesorios y las situaciones. Este énfasis en los paralelismos entre los media y las fotografías privadas borra la distinción entre original y copia, entre el modelo y su representación, e invita a reflexionar sobre la naturaleza y el origen de los estereotipos de la feminidad. ¿Son los media los que se apropian de expresiones, poses y actitudes típicas del comportamiento femenino, o sonz las mujeres, bajo la influencia de estos constructos mediáticos, quienes acaban adoptándolos? Iveković sugiere la influencia de los media en la conformación de los estereoptipos femeninos, pero también insinúa cómo la mujer se acomoda a éstos y los convierte en elementos identitarios. En buena parte de las obras de Iveković de la década de los setenta, los símbolos nacionales y la representación del estado desempeñan un papel relevante, pero su centro de interés no era la disidencia anticomunista, sino las relaciones entre género y poder. Su postura sí implicaba un compromiso social, pero no como “batalla contra el oscurantismo del totalitarismo comunista”, sino como una lucha en pos de la autorrealización de los individuos y la cultura. Trokut (Triángulo, 1979), una de sus performances más importantes, se desarrolla durante la visita a Zagreb de Tito, el entonces presidente de Yugoslavia. Desobedeciendo las indicaciones oficiales que prohibían la presencia de personas en los balcones de los edificios durante el transcurso de esta visita, Iveković salió al balcón y simuló un acto masturbatorio, asumiendo que, a pesar de no poder ser vista desde la calle, la vigilancia situada en los tejados detectaría su presencia. Momentos después un policía llamó a su puerta y ordenó que el balcón quedara libre de objetos y personas. Con Trokut, la artista no sólo pone de manifiesto la represión gubernamental sobre los derechos de las mujeres, sino también sobre la libertad de expresión en la Yugoslavia de los setenta. Durante los años noventa, como reacción a los acontecimientos políticos y económicos acaecidos en la antigua República de Yugoslavia, Iveković ha dado a su obra un cariz político más marcado. Sus obras denotan una aguda consciencia de cómo los medios de comunicación conforman en gran modo nuestra comprensión del presente y nuestra percepción del pasado. La artista utiliza los programas de televisión, las revistas, los anuncios y las noticias de la prensa diaria para articular una relectura micro-política de la historia e incidir en la recuperación de la memoria colectiva. El vídeo Osobni rezovi (Cortes personales, 1982) presenta a la artista con la cara cubierta por una media negra que ella misma, con unas tijeras, va cortando. A cada “corte” le sigue una breve secuencia de un documental histórico sobre Yugoslavia. El vídeo acaba cuando la artista tiene el rostro completamente descubierto. Gen XX es un trabajo publicado en 1998 en las revistas croatas Arkzin, Kruh i ruže, Frakcija y Zaposlena, todas ellas nacidas del escenario independiente y alternativo que en los noventa encabezó la crítica sobre la política y la cultura nacionalista. La obra consiste en una serie de intervenciones textuales sobre fotos de anuncios de revistas. Las mujeres que aparecen en estas fotografías son modelos del mundo de la moda con las que el público está familiarizado. Las imágenes van acompañadas de datos biográficos que no corresponden a las modelos fotografiadas, sino a mujeres que oficialmente fueron proclamadas “heroínas nacionales” en memoria de su lucha antifascista durante la Segunda Guerra Mundial, y que las generaciones que crecieron durante el período socialista de la antigua Yugoslavia conocían bien. La madre de la artista, Nera Šafarić, está representada en una fotografía tomada dos años antes de que fuera capturada y enviada a Auschwitz, donde estaría hasta que el país fue liberado. Para los jóvenes croatas de hoy, estas “heroínas” son mujeres desconocidas, que han sido borradas de la memoria colectiva. A lo largo de la década de los noventa, con la sociedad croata influenciada por la ideología nacionalista, la guerra, el triunfo del capitalismo y el redescubrimiento de la economía de mercado, la lucha contra lo que se denunciara como hegemonía cultural de la izquierda aceptó oficialmente su herencia antifascista, aunque en la práctica la negara favoreciendo la amnesia colectiva sobre la era socialista al completo.
Desde principios de los años noventa Sanja Iveković ha sido una figura importante en el activismo político, y ha defendido, a través de su participación en iniciativas colectivas y en proyectos públicos, una concepción crítica de las políticas de género, asumiendo un compromiso personal con temas sociales como la violencia ejercida contra las mujeres. Ženska kuća (Casa de acogida para mujeres) es un proyecto en curso iniciado el año 1998 y que se desarrolla a nivel internacional en colaboración con diferentes centros de acogida de mujeres que han sido víctimas de la violencia doméstica. En cada centro, la artista escucha las historias de las mujeres y hace moldes en yeso de sus caras. Este trabajo se materializa en distintos formatos: textos, postales, carteles, conferencias, presentaciones de vídeo, etcétera. El trabajo se articula también como instalación, presentando los moldes de los rostros de cada una de las mujeres acompañados de sus respectivas historias personales. Hasta hoy, la artista ha colaborado con las casas de acogida de mujeres de Zagreb, Luxemburgo, Bangkok y Pristina (Kosovo). Iveković, artista conceptual, prioriza el concepto y utiliza todo tipo de técnicas y medios para formalizarlo; asimismo, demuestra una capacidad inusual para resolver plásticamente sus ideas y para encontrar la formalización adecuada para cada una de ellas. En su práctica artística, una misma propuesta puede desembocar a menudo en formalizaciones diferentes, pasando de ser una performance a convertirse en un vídeo o una instalación. Iveković utiliza también diferentes medios para canalizar estas propuestas, recurriendo frecuentemente a estrategias de infiltración que le permiten exceder el ámbito museístico y adentrarse en los media. Ya sea a través del contenido político y social o de la reflexión sobre las políticas de género, el trabajo de Sanja Iveković supone una crítica hacia las estructuras tradicionales de poder y analiza las relaciones entre género y poder, construyendo una práctica artística que incide de manera inédita en el debate tanto estético como ideológico contemporáneo, y que está siempre vinculada a un impulso constante de búsqueda de la emancipación humana. Además de sus proyectos de arte público, Sanja Iveković tiene obra en el MoMA de Nueva York, en el Centro Pompidou de París, en la National Gallery de Canadá, en el Contemporary Art Museum de Kumamoto, en la Generali Foundation de Viena, en el Ludwig Museum de Colonia y en el Stedlik Museum de Amsterdam entre otros. Ha expuesto obra y/o desarrollado performances en centros de arte como la Künstlerhaus Bethanien de Berlín, el Western Front de Vancouver y el Museum of Contemporary Art de Zagreb. Ha participado en numerosos festivales, tanto de arte como de vídeo, así como en Manifesta 2, en la Bienal de São Paulo, y en la Documenta 11. Sanja Iveković participará este año en la Documenta 12.
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