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La historia del performance en México
Josefina Alcázar y Fernando Fuentes
VIII
ARTE DE LOS RESQUICIOS
“Tantas
cosas nos han pasado ante los ojos
que
nuestros ojos no han visto nada,
pero más lejos y atrás flota
la memoria”.
Georgios Seferis
Hacer
un recuento de la historia del performance en México
es todo un reto pues implica reducir un arte vivo,
un arte cuya esencia es la presencia, a las páginas
inertes de un texto histórico. Sin embargo, consideramos
necesario mantener viva la lucha de la memoria contra
el olvido, para usar la conocida expresión de Kundera.
Para
iniciar este ritual de recuperación de la memoria es
necesario mencionar los antecedentes del performance
o arte acción en nuestro país. Maris Bustamante, pionera
del performance y estudiosa del arte no-objetual, elaboró un árbol
genealógico del performance, las instalaciones y las
ambientaciones donde cita algunos antecedentes del
performance como:
-
El movimiento estridentista de Manuel Maples Arce que
se llevó a cabo en la década de 1920, lanzó su manifiesto
contra el modernismo con frases provocadoras de contenido
antipatriótico y antirreligioso, más tarde se le unirían
Germán Lizt Arzubide, y Arqueles Vela.
-
En 1928 el Primer Manifiesto Treintatreintista fue
lanzado por un grupo de artistas para criticar la rancia
academia artística.
-
Entre 1939 y 1959 Sánchez Fogarty organizó los famosos
tés locos donde se tocaba el fonógrafo y Fogarty lo dirigía con una batuta.
-
En 1961 el grupo de los Hartos encabezado por Mathias
Goeritz , expuso en la Galería Antonio Souza anteponiendo
una h a su profesión, por ejemplo la conocida
fotógrafa Katy Horna era la hobjetivista, Jesús Reyes
Ferreira era el hembarrador de papeles.[1]
En
los años sesenta proliferaba un espíritu de exploración
en el mundo de las artes plásticas, en la música, el
teatro, la danza, la fotografía, en fin, en las artes
todas. Se daba un quiebre conceptual, los artistas no
aceptaban las fronteras que los aprisionaban y empezaron
a romper con los límites impuestos. Querían fusionar
el arte y la vida. Eran tiempos de cambio, de rebelión,
de búsqueda. Se revelaban contra el mercantilismo. Privilegiaban
el proceso de creación frente al objeto resultante. Buscaban
la inmaterialidad del arte pues se negaban a producir
arte como objeto decorativo. Asimismo muchos artistas
volvían la mirada hacia la cultura popular para nutrirse
de ella: los merolicos, los chamanes, las procesiones,
la carpa, los curanderos y el circo fueron importantes
abrevaderos del performance en nuestro país.
Acciones
pioneras
Alejandro
Jodorowsky, artista de origen chileno, radicó en México
de 1960 a 1972. Jodorowsky fundó, junto con Fernando
Arrabal y Roland Topor, el Efímero Pánico al que describía
como la anunciación de un nacimiento espiritual. Jodorowsky
planteaba romper con la narratividad del teatro tradicional
y proponía la simultaneidad como la forma temporal
de sus acciones; el pánico veía “el tiempo no como
una sucesión ordenada sino como un todo donde las cosas
y los acontecimientos, pasados y presentes están en
eufórica mezcla.”[2] Durante
su estancia en México realizó realizó 27 efímeros pánicos.
En 1962, en la Escuela de Pintura realizó el primer Efímero;
en 1963, en el Balneario Bahía, presentó Canto
al océano, basado en Los
Cantos de Maldoror, de Lautréamont, donde en medio
de bailarines y mimos, “se destrozó un helicóptero
del cual debían bajar los actores y que cayó en la
alberca, que era el escenario.” En 1965, durante la
inauguración de Mural
de hierro de Manuel Felguérez, en el cine Diana, Jodorowsky realiza un efímero
pánico en donde convirtía las esculturas de Felguérez
en un enorme instrumento de percusión. “Hice otro,
dice Jodorowsky, en la escuela de Bellas Artes, uno
tremendo donde bañé a una novia en una tina llena de
sangre, y en la sangre había pulpos... En el teatro
Urueta bebí sangre humana. El doctor Toledano se las
sacó de las venas a mis alumnos y ellos me invitaron
a tomar un ‘tequila con sangrita’... Hubo un happening,
continúa Jodorowsky, donde vinieron quinientos granaderos
porque crucifiqué una gallina. Alguien mató una gallina
en escena mientras una actriz se comía un plato de
pollo con mole, y Felguérez, con las tripas de la gallina
pintó un cuadro abstracto. Vino gente que en esa época
era del MURO (grupo de ultra derecha), y me dijo que
yo estaba hablando mal de la Virgen María. No sé qué relación
hay entre una gallina y la Virgen.”[3]
En
los años sesenta surgía el arte polaroid, el land art,
el arte cinético, el domestic art y Juan José Gurrola
fue uno de los primeros en incursionar en estas nuevas
formas de arte. Un ejemplo es Jazz
Palabra, acción que realizó en 1963 en La Casa
del Lago, con Juan Vicente Melo, Juan García Ponce
y Carlos Monsiváis. En 1964 hizo una investigación
en el Lago de Chapala para corroborar por medios propios
la redondez de la tierra, evento titulado “¿Será esfera
o disco?” En 1966, durante el II Festival de Teatro
Latinoamericano, en La Habana, Cuba, presentó un levantamiento
situacionista para el teatro titulado “Tonadas”;
en 1967 hizo un paseo junto con Alejandro Jodorowsky
caminando hasta el Hotel Tequendama en Bogotá Colombia,
vestidos de frailes y cantando salmos, a las pocas
cuadras las gentes los seguían descuadrando la circulación.[4] Todos
estos eventos fueron verdaderos protoperformances.
Felipe
Ehrenberg es otro destacado
pionero de las nuevas manifestaciones artísticas de
los años sesenta y setenta. En 1967 realizó la
anticonferencia Por
qué pinto como pinto, (performance antifactum)
pronunciada desde la punta de una escalera, como parte
de la exhibición “Kinekaligráfica” que se presentaba
en La Galería de la Ciudad de México, La Pérgola. En
ese mismo año, Abraham Oceransky realizaba happenings
en Ciudad Universitaria. Todas estas manifestaciones
artísticas rebeldes, lúdicas, irreverentes y anárquicas
anunciaban ya el surgimiento del performance en México.
José Luis
Cuevas, destacada figura de la llamada generación de
la Ruptura, inauguró en
1967, su “Mural Efímero” realizado en un espectacular,
como se conoce a las enormes estructuras colocadas
arriba de algunos edificios para poner anuncios comerciales.
En plena Zona Rosa, el barrio bohemio de aquellos años,
se reunió la gente para presenciar este acción que
era una crítica al ya gastado muralismo mexicano.
1968:
inconformidad y rebeldía
El
movimiento estudiantil de 1968 generó una corriente
de inconformidad y rebeldía de la que surgieron muchos
artistas. Su actividad estaba ligada a movimientos
por reivindicaciones sociales y políticas. Se formaron
colectivos de trabajo de los que saldrían los primeros
performanceros. Las acciones que realizaban todavía
no las llamaban performance, sin embargo eran una especie
de protoperformances. La temática de las acciones realizadas
a fines de los sesenta y en los setenta estaba fuertemente
marcadas por el contexto de una lucha por la libertad
de expresión, contra el autoritarismo, por reivindicaciones
democráticas.
En
los setenta los artistas retomaban el principio duchampiano
y reflexionaban sobre el arte mismo: la idea desplazaba
al objeto. El proceso de creación y conceptualización
cobraba primacía. El arte conceptual o arte no-objetual
culminaba el proceso de desmaterialización del arte,
lo que Donald Karshan llamó arte postobjetual. En
1971, en la Tribuna de Pintores se hablaba ya de arte
en la calle, arte efímero y trabajo en equipo. En 1973
Felipe Ehrenberg presentaba en la Galería José María
Velasco, la exposición y acciones Chicles,
chocolates y cacahuates donde se autoexponía como
parte de la exposición, y en la sala Manuel M. Ponce
de Bellas Artes presentaba Variedades
garapiñadas. [5] Ese
mismo año, Carlos Finck, José Antonio Hernández Amézcua
y Víctor Muñoz se presentaban en la Manuel M. Ponce
de Bellas Artes con A
nivel informativo, arte-proceso, arte objeto, instalaciones
y acciones callejeras.[6]
A
fines de los setenta floreció la llamada Generación
de los Grupos, conglomerados de artistas que se organizaron
fuera de las academias y del arte oficial. Fue una
generación que abandonó los museos y se apartó de la
academia para apropiarse de las calles, mostraban sus
trabajos en las calles y plazas de la ciudad; bajaron
al arte de su pedestal y lo trasladaron hacia la vida
cotidiana; buscaron nuevos materiales y nuevos soportes,
tomaron sus temas y sus materiales de la calle y los
transformaron en arte. La mayoría de los grupos eran
interdisciplinarios, estaban conformados por poetas,
fotógrafos, escultores, pintores, muchos de ellos estudiantes
de las escuelas de San Carlos y La Esmeralda, y muchas
y muchos de ellos, activistas del movimiento estudiantil.
Los principales grupos que se organizaron fueron: Tepito
Arte Acá; Peyote y la Cia.; Taller de Arte e Ideología
(TAI); Proceso Pentágon; SUMA; La Perra Brava; El Colectivo;
Mira; No-Grupo; Germinal; Marco;Fotógrafos Independientes;
Poesía Visual; Tetraedro; H20/HaltosOmos; Los
pijamas a go go. Estos
grupos que se formaron en la década de los setenta
fueron un parteaguas en la historia del arte en México.
Algunos realizaban
un arte relacionado a la cultura del barrio, otros
conectados al movimiento estudiantil, hacían pancartas,
mantas, volantes, pintaban bardas, generan una gráfica
popular y comprometida, y recuperan el espacio público
al trabajar en las calles y en las plazas públicas.
El
trabajo de los grupos no se centraba en el objeto sino
en la concepción del artista. Recordemos que Joseph
Kosuth decía que al artista se le debe juzgar, antes
que nada, en función de su modo y capacidad de cuestionar
la naturaleza del arte; de ahí, que se considerase
que el arte debía reemplazar a la filosofía y a la
religión ya que podía satisfacer los intereses espirituales
del hombre. El arte, decía, es la definición del arte,
es un comentario artístico, una proposición analítica;
el artista conceptual asume el papel de crítico de
la naturaleza del arte, donde expone sus proposiciones
y conceptos. De ahí la famosa frase de Kosuth: “art
as idea as idea” formulación derivada del “art as art” de
Ad Reinhardt.[8]
Aunque
en un principio muchos hacían performance sin saberlo,
pues no lo nombraban así, para fines de los setenta
el término empezaba ya a circular. El
performance surgía como un híbrido que se nutría del
arte tradicional – como las artes plásticas, la música,
la poesía, el teatro y la danza- del arte popular -como
la carpa, el cabaret, el circo- y de nuevas formas
de arte -como el cine experimental, el videoarte, la
instalación y el arte digital. Pero, también, se nutre
de fuentes extra-artísticas como la antropología, el
periodismo, la sociología, la semiótica, la lingüística;
así como de las tradiciones populares vernáculas -merolicos,
fiestas populares, procesiones. El performance nace
como un arte interdisciplinario, un arte que transita
por los resquicios.
La
segunda ola grupera
En
los ochenta continuó la tendencia de trabajar en colectivos.
Se formaron grupos de mujeres influidas tanto por el
movimiento estudiantil de 1968 como por el movimiento
feminista. El más destacado fue el grupo Polvo de Gallina Negra que
formaron en 1983 Maris Bustamante y Mónica Mayer. También
se crearon Parto
Solar formado por Katia
Mandoki; Tlacuilas y Retrateras organizado por Mónica Mayer en 1982.[9]
En
esta década surgieron otros grupos como Poyesis Genética organizado
en 1981; Atte.
la Dirección en 1983; Sindicato
del Terror en 1987; Pomo
Como en 1987.
En 1984 iniciaron su trabajo como duo Marisa Lara y
Arturo Guerrero y, desde entonces, cada vez que presentan
su obra plástica realizan un performance con la temática
de la exposición.
Cabe
mencionar al grupo Música de Cámara que se fundó en
1984, integrado por Ángel Cosmos, artista interdisciplinario
(+) por Arturo Márquez, músico y compositor y por Juan
José Díaz Infante, artista digital, fotógrafo y curador,
especialista en medios electrónicos. Interesados fundamentalmente
por la praxis multidisciplinaria e interdisciplinaria, Música
de Cámara era consecuencia del resquebrajamiento
de los límites en los diversos medios de creación.
Incluso el nombre escogido se prestaba a la lectura
múltiple porque no se precisaba si se trataba de un
grupo instrumental musical especializado o, por el
contrario, la palabra "cámara" estaba referida
a la fotografía. En cualquier caso, el grupo Música
de Cámara, buscaba la integración conceptual y
medial de varias artes. En sus planteamientos jugaba
con la polivalencia y producía obras que eran musicales,
fotográficas, plásticas, literarias, visuales, etc.
Sus obras integraban todos los medios utilizados.[11] Los
antecedentes de este tipo de trabajo los encontramos
en Guillermo Villegas y Consuelo Deschamps quienes
en 1973, pusieron en práctica la ‘música del cuerpo’,
exhibieron el Cosáfono y
estrenaron su partitura visual Andante;
y Laura Elenes quuien lanzó su proyecto Atelén para
plástica, sonido y luego computadora.[12]
La
poesía visual, el arte-correo y el performance han
estado entreverados y forman parte del mismo entramado.
Los antecedentes del arte-correo en México datan de
principios de los setenta, con el mural postal presentado
por Felipe Ehrenberg en el Salón Independiente. Pero
fue hasta los años 1977-1978 que se organizarían las
primeras exposiciones propiamente de arte-correo, promovidas
por los grupos CRAAG y Marco. La I Bienal de Poesía
Visual en México se inició en 1985, organizada por
César Espinosa y Araceli Zúñiga, después de aquella
Primera Exposición de Poesía Concreta en México que
organizó Mathías Goeritz en 1966.
Festivales
de performance
En
la década de los noventa continuó la tendencia a organizarse
en grupos: Pinto mi Raya se formó en 1990 con Víctor Lerma y Mónica Mayer, no
sólo para realizar acciones conjuntas sino como todo
un proyecto alternativo dea rte conceptual aplicado
que incluye una galería de autor. Ese mismo año se
formó 19 Concreto; SEMEFO se
formó en 1991; Hiperión en
1997; La Cuerda se formó en 1993; Inseminación
Artificial; Cartucho Catorce se formó en 1997; Agencia de performances y risas grabadas se formó en 1992 ; y el H.
Comité de Reivindicación Humana. En
1997, Gina y Marcela, artistas del norte del país,
trabajan y residen en Monterrey, empezaron a trabajar
como duo. Estos son algunos de los grupos que se formaron
en la década de los noventa.
Muchos
de los artistas del performanceros que han formado
parte de los grupos también han hecho trabajo individual,
pero hay artistas que no forman ni han formado parte
de los grupos. Entre estos últimos podemos mencionar
a Marcos Kurtycz (+), César Martínez, Lorena Wolffer,
Elvira Santamaría, Katia Tirado, Hortensia Ramírez,
Elizabeth Romero, la Congelada de uva, Minerva Cuevas,
Niña Yhared, Carlos-Blas Galindo, Yolanda Segura, Miguel Ángel
Corona, Iris Nava, Mirna Manrique, Doris Steinbichler,
Iris México, Héctor Falcón, Pancho López, Rosina Conde,
Rubén Velázquez, Eugenia Chellet, Agustín Morales,
Pablo Helguera, Omar González, y muchos más.
En
1990 Aldo Flores, destacado promotor cultural, convocó a
artistas de diversas disciplinas, a arquitectos y urbanistas
a evitar que demolieran el Edificio Balmori, ubicado
en la colonia Roma, una acción que dejó huella y es
recordada como la toma del Balmori. Si en los sesenta
los artistas visuales abandonaron las academias y los
museos y se apropiaron de las calles, en los noventa
regresaron a los museos, pero con una actitud revitalizada.
Salieron a la calle a tomar aire y regresaron con una
actitud renovada. En los noventa el performance se
consolidó, dejó de ser un evento underground y pasó a
ser un arte reconocido oficialmente. En 1990, se organizó la
Semana del Performance, que se llevó a cabo de manera
paralela en el Museo Carrillo Gil y en el Centro Cultural
Santo Domingo; entre los participantes podemos mencionar
a Roberto Escobar, el grupo Usuarios y Operarios, Melquiades
Herrera, Maris Bustamante, Felipe Ehrenberg, Adolfo
Patiño, Justino Balderas, César Martínez, el grupo
Proceso Pentágono, Mónica Mayer y Víctor Lerma. Esta
actividad fue muy importante pues marcó el acceso del
performance a los espacios institucionales, no ya como
un evento aislado sino como una semana dedicada explícitamente
al performance. En ese mismo año de 1990 se organizó en
el Museo de Arte Carrillo Gil una presentación de performances,
organizado por Cuauhtémoc Medina. El performance ingresaba
a la esfera de la legitimación artística.
La
Casa de la Cultura de Tlalpan, en la década de los
noventa, fue otro semillero de arte contemporáneo.
Tessy Massieu, quien dirigía este espacio cultural,
invitó a participar en sus actividades a Alberto Mejía
Barón, alias Alfin, y a Juan José Gurrola. Alfín había
estado en Barcelona y allá entró en contacto con el
mundo del performance. Alfín, además de performance
hacia vestuarios, trabajaba con títeres y máscaras.
Entre los performances que realizaron destaca el que
se hizo para la presentación del libro de Laura Esquivel, Como
agua para chocolate, en el que participaron Alfín,
Juan José Gurrola, Humberto Espíndola, El Mongo Lira,
Mónica Gabriela Gutiérrez, Mariano Galloso, Ricardo
Anguía, Rosa Gurrola, entre otros. Muchos de ellos,
a mediados de los noventa, fueron a Cuba y presentaron “La
muerte viva” en la Casa Benito Juárez de México en
la Habana, también participaron Rita Guerrero y el
grupo Santa Sabina, entre otros.[14]
En
septiembre de 1992 se realizó el Primer Mes del Performance
en el Museo Universitario del Chopo organizado por
Hortensia Ramírez, Gustavo Prado y Eloy Tarcisio. Hortensia
Ramírez contaba que : "en 1992 se cumplían 50
años de La Esmeralda, donde nosotros éramos estudiantes,
y decidimos hacer un festejo diferente ya que nunca
se llevaron a cabo los festejos oficiales, entonces
decidimos hacerlo como una conmemoración no oficial
y decidimos que íbamos a hacer un festival de performance.
Si bien en La Esmeralda nunca nos dieron clases de
performance y de instalación, siempre han habido maestros
muy inquietos que nos hablaban de este arte conceptual.
La Esmeralda es una escuela netamente tradicional en
cuanto a los planteamientos artísticos, pero había
nuevas generaciones que se dirigían hacia el performance
y hacia la instalación. Este evento surgió de una manera
muy primitiva porque no teníamos ningún apoyo, y el
evento se formó así, con gente que entraba a un concurso
donde, no había un premio, pero sí un jurado que lo
integraban el maestro Felipe Ehrenberg, Mario Rangel
Faz y Carlos Jaurena. En la misma época se iba a realizar
en México la Bienal de Poesía Visual, pero se suspendió,
entonces la gente invitada ya estaba aquí, había artistas
de Canadá, de Puerto Rico, de Francia, y decidimos
meterlos a nuestras programaciones, entonces fue un
festival que se fue armando sobre la marcha..."[15]
El
Primer Mes de Performance se celebró en el Museo Universitario
del Chopo en 1992. Al año siguiente se realizó en el
recién inaugurado Ex Teresa Arte Alternativo, el Segundo
Festival de Performance. A partir de entonces se realizaron
anualmente en el Ex Teresa los siguientes Festivales,
convirtiéndose en un espacio de reconocido prestigio
internacional. Pero a partir de la XI Muestra Internacional
de Performance el evento se empezó a realizar bianualmente.
Este espacio ha sido dirigido por Eloy Tarcisio, Lorena
Wolffer, Guillermo Santamarina y Carlos Jaurena.
Y
van sólo cinco
A
pesar del pesimismo y el insospechado escepticismo
con el que se pintaba el panorama del arte acción tras
la caída de los festivales anuales, en los primeros
cuatro años del 2000 empezó una recuperación y apertura
de algunos espacios para la presentación de acciones.
El Ex Teresa organizó las Jornadas de Nivelación de
Oxigeno, que han servido de punto de convergencia entre
artistas que inician y otros que tienen un amplio recorrido
dentro del trabajo de acción. Por otro lado, en el
Museo Universitario del Chopo se inició en el 2003
Performagia, Encuentro Nacional de Performance, coordinado
por Pancho López y Edith Medina. Este evento ha servido
como plataforma para el encuentro con artistas que
desarrollan su trabajo en otras ciudades de la República
Mexicana, para mitigar por un momento el centralismo
acaparador. En el 2004 una parte del encuentro se realizó en
Ciudad Juárez bajo la coordinación de Roberto Beltrán.
Con
una vocación descentralizadora, desde el 2002, se llevan
a cabo anualmente, los Encuentros Internacionales de
Performance, en Mérida, Yucatán. En
mayo del 2003 se realizó en la Universidad Autónoma
de Querétaro el encuentro “Re)considerando el performance” organizado
por Lorena Wolffer.
En
junio del 2003 Víctor Muñoz y Elvira Santamaría organizaron
el evento Acciones en Ruta, con talleres y conferencias
que concluyeron con la presentación de acciones en
distintos puntos de la ciudad. A bordo de un autobús
urbano un grupo de performanceros viajó durante dos
días de un sitio a otro para intervenir con acciones
algunos espacios públicos. Participaron artistas de
México e invitados extranjeros.[16] También
aquí el evento funcionó como sitio de reunión para
artistas de diferentes generaciones y con distintas
propuestas. En octubre del 2003, Carlos Jaurena organizó en
la Galería José María Velasco el ciclo Mujeres en Acción
en el que participaron Katia Tirado, Lorena Orozco,
María Eugenia Chellet y Janice Alva. En Mayo del 2004
el colectivo funciónvariable, que inició Fernando Fuentes
en la ciudad de Houston, Texas, retomó algunos lugares
del sistema de transporte colectivo metro como plataforma
para acciones que buscan primordialmente la interacción
con el público y usuarios del metro. Otros
espacios institucionales también se han abierto al
performance como el MUCA de la UNAM, el Laboratorio
de Arte Alameda, el Faro de Oriente, La Casa del Tiempo
de la UAM, el Claustro de Sor Juana, entre otros. En
junio del 2003 el Metro Pino Suárez sirvió de escenario
para que 14 artistas del performance presentaran su
trabajo en las vitrinas de los pasillos del Metro
en SUBcutáneo, proyecto coordinado por Pancho López. [17]
El
performance ha logrado acceder a espacios mediáticos
como la radio y la televisón. En mayo del 2001, en
la estación de radio ABC, Maris Bustamante terminó su
programa “El arte es como la vida misma” que realizó durante
cinco años, cediendo la estafeta a Pinto mi Raya con “Un
espacio donde las artes visuales suenan”, que salió al
aire durante casi un año. En 1998 inició la Revista
Virtual La Pala, como una parte más del proyecto de
Pinto mi Raya. En
2004 Lorena Wolffer presentó en el Canal 11 de televisión
el programa Caja Negra.
Un
trabajo heterogéneo
Los
eventos de arte acción casi siempre están organizados
por los propios artistas participantes. Muchos de los
que se dedican al arte acción se convierten en administradores,
curadores, técnicos, productores, teóricos y críticos
de su propio trabajo dando paso a que publicaciones,
festivales, encuentros, seminarios, congresos y demás
eventos que se realizan sean parte complementaria del
trabajo de acción. Un ejemplo de esto fue el trabajo
realizado por Armando Sarignana(+) y José Guadalupe
López que durante la década de los noventa hicieron
de su vivienda un espacio para la presentación de trabajos
artísticos convirtiéndose, también, anfitriones. Caja
Dos ArteNativo fue el nombre de este proyecto que recibía
una subvención del FONCA y funcionaba como una especie
de laboratorio en el que artistas de diferentes áreas
coincidían para discutir, reflexionar y planear trabajos
de performance. Organizaron ciclos de performance de
mujeres como Textos
insanos Actos antinaturales, evento realizado en
1998, en el que participaron, entre otras, Mónica Braun,
Ana Patricia Huerta, La Congelada de Uva, Niña Yhared
1814, Elsa Torres Garza y Lorena Méndez. En Caja Dos
también organizó presentaciones que combinaban géneros
artísticos, por ejemplo Concupiscencia,
ciclo de arte erótico en miniatura y exhibición de
videos de arte en 1998. Los artistas involucrados en
este evento fueron: Rossana Ponzanelli, Ilya Noé, Conchita
Benavides, Benjamín Torres, Lorena Méndez, Eleazar
Ordaz, Mariana Gálvez y César Martínez. En diciembre
de 1997 Asaltos en el centro histórico fue otro de sus ciclos pero esta vez
en el espacio público y dentro del sistema de transporte
colectivo metro con la idea de insertarse en la realidad
cotidiana de las personas a partir de lo extra-ordinario.
Fue así como en la calle podía verse a una mujer afuera
de la catedral vendiendo vibras dentro de una bolsa
de papel, a un Franciscano repartiendo condones en
el atrio de una iglesia mientras decía “Dios lo quiera” o
a una mujer invitando a los dignos usuarios del metro
a bailar danzón después de marcar el cuadro en el piso
con labial rojo. Estas fueron algunas de las acciones
de quienes participaron en este proyecto.
Muchos
artistas han vuelto a salir a las calles y espacios
marginados para que sus acciones tengan una repercusión
directa en el público, retomando el compromiso del
arte en un ámbito más amplio de la sociedad pero sin
las pretensiones mesiánicas de un arte político. Un
claro ejemplo de esto es el trabajo que realizaron
algunos miembros del colectivo Les Petatiux, integrado
por Katnira Bello, Fernando Fuentes y César Cortés,
entre otros, armando casas para niños de la calle con
los residuos de los pendones de plástico utilizados
por los partidos políticos. Este tipo de proyectos
intenta que desde el arte acción se tienda un puente
hacia un activismo cultural comprometido.
La
Generación T
Hoy
el contexto y las circunstancias en que se desarrolla
el performance han cambiado mucho con relación a los
años setenta. Por un lado es un arte reconocido institucionalmente,
se organizan eventos y festivales con apoyo oficial,
se otorgan becas, se realizan talleres, etc. Desde
finales de los noventa pero sobre todo en los primeros
años del dos mil, ha habido una intensa actividad de
talleres de performance impartidos por artistas consolidados
como Lorena Wolffer, Maris Bustamante, Víctor Muñoz,
Elvira Santamaría, Mónica Mayer, Pancho López, Víctor
Lerma, Andrea Ferreyra, Víctor Martínez, Lorena Méndez,
entre otros. A los artistas egresados de estos talleres
se les conoce como la Generación T y está conformada
por Dianis Quintana, Thereza López, Toti, Edith Medina,
Janice Alva, Eduardo Flores, Violeta Luna, Rafael Salmones,
Alejandro Uranga, Alma Sandoval, Tonalli, Milton Zayas,
Gabriela Olivo de Alba, Alfonso Puello, Ema Lejarazu,
Rivelino Díaz, Gad de la Peña, Libertad Díaz, Ricardo
Velazko, Anadel Lynton, Demián Elsor, Erick Diego,
Francisco González, entre otros. La mayoría de estos
talleres se imparten en el Ex Teresa, el Museo Universitario
del Chopo, el Museo Carrillo Gil, el Centro Nacional
de la Artes, el Faro Oriente, el Claustro de Sor Juana,
por mencionar algunos.
Por último,
hay que decir que las galerías y los espacios independientes
han sido muy importante del devenir del performance;
en estos espacios se han tejido las historias, se han
fundado los mitos y se han creado las leyendas. En
1984, Gabriel Macotela, Yani Pecanins y Armando Sáenz
organizan El Archivero, espacio que siguió funcionando
hasta 1993. En 1985, Armando Sarignana (+) coordinó el “Centro
Cultural Santo Domingo, que fue uno de los principales
foros de arte contemporáneo de esa década. Ahí se realizaron
exposiciones, instalaciones, happening, poesía en voz
alta, conciertos experimentales, en fin, estaba abierto
a todas las propuestas que se presentaban dentro del
recinto y se extendían tomando la Plaza de Santo Domingo.
Fue pionero de los espacios alternativos en el Centro
Histórico de la ciudad de México.”[18] En
1986 se funda la Galería Frida Kahlo, de la Unidad
de Vecinos y Damnificados (UVyD); en abril de 1988
se organiza El Salón des Aztecs, organizado por Aldo
Flores, en la calle de Cuba 54, en el Centro Histórico. “El
arte de los jóvenes no tenía donde difundirse, pues
lo que no era vendible no se exponía. El día de su
inauguración se reunieron más de mil gentes. Era un
espacio abierto a todo, incluso a cosas malísimas,
terribles; sin embargo, hubo muchos que eran malos
y con el tiempo lograron desarrollarse. Eso era lo
importante abrir oportunidades a todos.”[19] Dos
meses después, nace La Quiñonera en Copilco, en la
casa de Héctor y Nestor Quiñones. En 1987, Adolfo Patiño
abre La Agencia, espacio que funcionó hasta 1993. En
1990, Víctor Lerma y Mónica Mayer, incansables promotores
del arte experimental, fundaron el Espacio Conceptual
Pinto Mi Raya. También hay que mencionar espacios como
Temístocles 44, El Observatorio, Caja Dos ArteNativo,
La Panadería, Zona, El Departamento, Epicentro, El
Circo Volador, UnoDosSiete. Estos y otros espacios
han cobijado al arte acción y han sido partícipes de
lo que hoy es el performance.
En
estos treinta años de vida el performance ha conquistado
su reconocimiento y ha dejado una profunda huella en
el arte actual. La potencialidad expresiva del performance
ha propiciado una pluralidad de vertientes, de enfoques
y de matices, que lo convierte en un arte que se reinventa
constantemente, cuya fisonomía cambiante, versátil
y dinámica, tiene múltiples historias.
|
No-Grupo.
Alfredo Núñez, Melquiades Herrera, Maris Bustamante
y Rubén Valencia en el Centro Escultórico de la UNAM.
México DF.
Felipe
Ehrenberg. No man’s land. Terreno Peligroso, Ex Teresa,
1995. México DF. (Foto: Mónica Naranjo)
Lorena
Wolffer. Mientras dormíamos. (Las mujeres de Juárez) Museo
Universitario de El Chopo. México, DF. 2002. (Foto:
Martín L. Vargas)
Elvira
Santamaría. Últimas noticias. Castle of Imagination,
Bytow, Polonia. 1996.
Lorena
Orozco. Cuatro millones. Galería José María
Velasco. Ciclo Mujeres en Acción. México DF. 2003 (Foto:
Josefina Alcázar)
Katia
Tirado. El acto. Galería José María Velasco, México,
DF. 2003. (Foto: Josefina Alcázar)
César
Martínez. El hombre de ébano y sol .Escultura humana
de chocolARTE. Santo
Domingo, Republica Dominicana, IV Bienal del Caribe,
2001. (Foto: Robert Sthephenson)
|