artistas
Entrevista a
Gabriel Sasiambarrena
y Gabriel Montero
(Lamentamos
la ausencia
de Javier Sobrino, también invitado a esta entrevista)
Buenos Aires, agosto de 2009
Realizadas por Action Art
Traducción de Soledad Muñoz. |
¿ En
qué momento de su obra están?
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Gabriel
Sasiambarrena: Estoy investigando principalmente cuestiones
que tienen que ver con lo cotidiano, con las relaciones cotidianas,
cómo se manifiestan estas en el momento y en el espacio
performático. Es un momento en el que las visiones codificadas
que encuentro en los aspectos sociales se reflejan en este
hecho performático, en el que trato de trabajar un vacío,
despegar lo personal de lo público. Una relación
de vacío que se encuentra literalmente personificada
en un código social, visiones personificadas.
Estéticamente
estoy entre el video y la videoperformance, relaciono estos ámbitos
en los que el cuerpo está en el medio: en parte en lo
virtual, y en parte en lo cotidiano, ordinario o la personificación
social.
Yo
uso una imagen para presentar esto: una hoja, con un frente y
un dorso. Lo que es el frente es lo que conocemos todos de alguien.
Ahí se puede relacionar el trabajo y lo colectivo: dar
clase, salir, almorzar de parada en un lugar, escuchar música,
ir en un auto mas cómodo… Hay lugares a los que
es difícil acceder de esa forma, lo que es la vida cotidiana,
discutir en la convivencia... Cuestiones de la vida cotidiana,
lo que nos pasa a todos.
Y
el dorso, las cuestiones relacionadas con el disgusto, donde
se manifiestan un montón de cuestiones que se encuentran
en el frente. Entonces, estas cosas que en el momento performático
suceden son una investigación constante. Tanto las cuestiones
externas como las internas tratar de plasmarlas a partir de la
reflexión de una idea, un proceso que no sé muy
bien hacia dónde apunta y que se está construyendo,
se construye la cuestión de la obra, y los placeres que
esto puede generar... En este punto más o menos estoy
hoy en día.
Gabriel
Montero: Estoy parado en un momento, después
de varios años de investigación, no dentro del
campo de la performance, sino en la acción como una
forma de hacer, que fue derivando en la performance y en la
utilización de los recursos que ideo para proyectar
la obra desde otro lugar, partiendo de la ruptura con lo que
era tradicional, lo aprendido en la academia como estudiante,
y quizás también en un punto en el que empecé a
trabajar que denominé origen. Este origen lo transformo
en objeto, a la vez ese objeto me llevó a que la obra
se fuera ramificando de unos escombros que yo tomé como
una idea de big bang, del origen del contenido. Colgué estos
escombros en un balde a la altura de la cabeza, relacionándolos
con un espejo, como un paralelismo con la cabeza. A esto lo
llamé "Escombros contenidos por la razón".
Era el vacío que estaba parado y toda la realidad, y
todo lo construido hablando. Encuentro mucho paralelismo con
textos escritos por Alberto Caballero y muchos autores que
tienen que ver con el desgaste del pensamiento moderno, con
el vacío.
Pero
más allá del yo como pensador del vacío
que yo mismo sentía como sujeto, mis propios miedos, mis
propias contradicciones, el qué hacer, el soy artista,
el qué hago con esto. De ahí empecé a andar
libremente encontrándome y desencontrándome continuamente,
dando con determinados elementos que momentáneamente me
respondían, y después se caían: era el no
poder sostener un discurso. Miraba y decía: "yo quiero
ser artista". ¿Y a quién miraba? Miraba a
artistas. ¿Y qué pasaba con las obras de los artistas?
Que muy pocas me resultaban convincentes, me parecían
más un discurso, una imagen, que no había nada
detrás de eso, era como ese vacío constante, y
una cuestión de llenar y vaciar, llenar y vaciar... ese
balde con escombros. Ese balde tenía además un
péndulo que lo tomé leyendo libros de metafísica
y también relacionándolo con la física,
como el movimiento pendular que tenía la vida, cuando
uno va hacia un lado y termina volviendo hacia atrás,
un movimiento psíquico. Fueron dos fragmentos de cosas
que después mientras fui haciendo obras las iba olvidando,
eran escombros contenidos.
Por
otro lado, até un guante de trabajo con un hilo, y lo
dispuse de modo que casi tocara un espejo que estaba en el suelo.
Lo hice quizás reflexionando sobre el origen de verse
a uno mismo, de reflejarse y reconocerse en el espejo. Tenía
presente también la relación con el espejo, con
el origen de verse uno mismo, y con la idea de que el espejo
es agua y el agua el origen de la vida. El hombre, la primera
vez que se reflejó en algo, lo hizo en un bloque de hielo
congelado o en la orilla de un río. Eso es fantasear con
el sentido de la vida y con ese absoluto que es inalcanzable.
A la vez también con los escombros que eran la herramienta
que utilizaba mi padre para trabajar, aunque no me lo tomé como
un homenaje a él.
También aparecieron otra vez las obras que conforman este conjunto.
Tomé unos carteles de un sindicato que encontré y los sellé,
entonces los hice más largos. Era una manifestación del sindicato
de la carne, pero a mí no me interesaba el sindicato de la carne, me
interesaba el realismo: le pinté la bandera y le puse PJ, ni siquiera
era algo documental, era algo vacío, algo que buscaba representar el
vacío, y el vacío también lo tomé con la idea de
las estrellas, las estrellas como el símbolo del comunismo, también
el símbolo del estrellado, la fama, la gloria dentro del sistema capitalista.
También esas cosas formaron determinados elementos que se fueron licuando,
se fueron transformando. Después pasé a la performance: comencé a
cargar esos baldes con escombros con el cuerpo, a cargarlo de cemento, elementos
que para mí eran de una forma familiar o significativa. Pero yo ahí al
sentir el cemento, sentía más como una cuestión de poner
el cuerpo a jugar con la gravedad, el peso era la voz del cemento, la carga
sobre el cuerpo, qué imagen física generaba mi cuerpo. También
apareció esa construcción que yo genero a partir del conocimiento
que tenía, por eso después aparecieron los libros: usarlos como
objetos, los libros también iban en esta línea, era apoyar los
libros contra un árbol y sostener libros, libros y más libros
con la cabeza hasta que se caían. Y tampoco con el conocimiento o la
razón se sostenían. De vuelta, me fui perdiendo, fui encontrando
otras formas que me parecían nuevas, pero veía que también
formaban parte de lo anterior. Eso es lo que pasa con el ejercicio artístico
donde se genera esta cuestión, de que las cosas están y no están,
de que todo es relativo. Un balde y un escombro ya no me resultan significativos
hoy. Yo recuerdo una vez viendo un documental sobre Duchamp en el que el artista
decía " yo buscaba objetos que no me generaran nada, que no me
simbolizaran nada, pero pasaban días y resultaba que me representaban
cosas". A mí quizás me pasa todo lo contrario, yo buscaba
cosas que me resultaran significativas, pero después de un tiempo dejaban
de resultarme significativas: todo se me escapaba de las manos. Hoy quizás
estoy en un momento no sé si de cambio, pero sí de pararme de
otra manera, o de buscar otra forma, como lo hice hace cinco años, buscando
todos los elementos para generar otra base y volver a construir.
Quizás
estoy buscando eso, pero no lo encuentro todavía. Quizás
tenga que seguir por ahora con esto, pero, aunque tengo algunos
elementos, por ahora no veo lo que busco. Porque anteriormente
lo que me pasó al generar esta obra se debió quizás
a mi vinculación con el arte político y muchas
otras cosas. Pero también esto me generó algo que
no podía sostener, pues me parecía algo muy vacío.
¿Cómo
ves la performance hoy?
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Gabriel
Sasiambarrena: La
veo ecléctica, en el sentido de la articulación
de su presentación. Cada artista practica la performance
poniendo en ella cuestiones particulares, su visión
del mundo. Veo como que se van dando estilos, donde quizás
en algunas no se ve nada y en otra hay acentos en la narración
de una acción, hay un numero de cosas que disparan
a otras. También tiene que ver con la identificación
y percepción de cada uno. Veo también que hay
innovación tecnológica, se toman objetos de índole
tecnológica que favorecen en cierta forma al discurso
o al contexto más que otra cosa. Existe una gran diferencia
entre los encuentros en organizaciones que se hacen. Lo que
logro identificar de cada evento al que me invitan o en el
que participo es que el título o el nombre del encuentro
del evento, llamémosle azar, identificación
cultural, etc., logra tener ese texto, ese significante con
la palabra, esa identificación con el grupo logra
darse en la acción que hace uno. Se ven timbres que
unen en una melodía a los invitados, a los participantes,
eso es lo que encuentro en las distintas personas que participan.
¿Qué diferencias
encuentras en los primeros eventos en los que has participado
y los de ahora, cinco años después?
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Gabriel
Sasiambarrena: Los
primeros eran más festivaleros, una cosa mucho más
alegre, más festival encuentro, y cada vez se iban tiñendo
de un color un poco más oscuro, tanto los encuentros
como los artistas. Se ven cosas que están marcando:
la violencia actual, totalmente silenciada, enmascarada, encapsulada
en la sonrisa. Se ven encuentros en los que los artistas ya
están rompiendo el silencio, o quizás el silencio
empiece a tomar voz, por eso hablaba de hueco en esta región,
ese silencio empieza a comunicarse.
La
violencia responde con violencia: esto socialmente es una realidad,
en el cosmos pasa. Entonces, en esa personificación en
la que estamos totalmente esferizados, la sonrisa y la burocracia
aplacan esa violencia contenida, que es latente, y que se trata
de silenciar continuamente. Pero hay venganza, esa es la respuesta
del artista.
Gabriel
Montero: Se quiere generar una cuestión
de lazos de hermandad, de que está todo bien: no hay
ni lazos, ni hermandad, ni está todo bien, todo gira
en función del artista individual. Cada uno quiere
hacer lo que hace, necesita sacar, que la gente lo vea, que
la gente lo reconozca, que el festival le vaya bien, poderse
ver a sí mismo con ese aparato que creó. Pero
no sale de dentro, así que se trata de llenar ese
vacío que todos vivimos, cada uno toma la postura
que toma. Algunos toman la postura de la venganza, otros
la postura de dar algo, de creer en algo.
¿Cuáles
son los modos de la performance? ¿Cómo
crees que se han producido?
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Yo creo que la gente que vino de fuera a participar
en el festival está más cerca de Fluxus, un estilo
más propio de escuela performatica. Yo no sabia qué era
hacer performance, no tenía un concepto de lo que era
la performance. Después conocí a los vieneses,
o cuestiones relacionadas con la performance de los 70, pero
yo no los había visto antes como para tenerlos de referentes. ¿Qué hubo
en esa época? Quizás en un momento fue más
la performance que venía por este lado, pero después
fue cambiando. Hay que sostener una performance cuando viene
con tanta fuerza y tanto desastre emocional y físico.
Después se introdujo la tecnología, el video… Pero
tampoco se trata de una tecnología muy avanzada, es
tecnología hogareña, aplicada a la performance,
nada que yo no pueda comprar… Se hace arte en el lugar
donde se pueda hacer, eso es lo que tiene la performance. El
que da el salto tal vez pueda conectar y conseguir otro tratamiento,
otra estructura.
Gente
que viene del exterior. Acá esta pasando, se está contextualizando
más. Pero en un principio estaba relacionado con algo
político, con algo discursivo que la gente que venía
del exterior no tenia, tenía más manejo del espacio.
Acá era algo más discursivo que se fue perdiendo
con el tiempo, yo siento que fui contradictorio, pues partí tomando
esos elementos no como discurso sino como vacío. Pero
me era difícil explicarlo porque todo el que veía
mi obra decía: ‘eso no significa nada, eso es algo
vacío, cosas que están en el oval de los escombros’.
Volviendo
al tema del discurso creo que ahora está más presente
lo lúdico, el utilizar el espacio de una forma más
arbitraria.
Gabriel
Sasiambarrena: Coincido con Gabriel en el aspecto
de que hay bastantes cosas humorísticas en el sentido
performático, como la obra cómplice, la obra
como complicidad, el humor y la complicidad, es directo.
Es un recurso interesante: desde qué lugar está tomado
y qué quiere decir el humor, en este caso de la publicidad,
la tele, lo que sea..
La violencia tapa el humor. La violencia encubre un vacío, una falta
de discurso.
¿Cómo
ven al hombre en la performance?
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Gabriel Sasiambarrena: Para empezar, lo primero que creo es que
en el hombre veo el paso de la edad. Se ve la generación a la que pertenece
en lo que realiza. En cambio, en el lado femenino no percibo eso, no percibo
algo encasillado en una generación y en una edad: la mujer es mucho
más sinuosa. En el caso del hombre no: se mantiene su envergadura. Se
mantiene firme quizás en este concepto de lo moderno. Una performer
de cincuenta años puede hacer algo que al día siguiente verás
en una de veintiuno, cosas que están en la misma línea. El hombre
no, en distintos hombres, en colegas compañeros o desconocidos, quizás
obras de distintos periodos o en lo que se dedicaban antes. En lo personal,
socialmente, considero que el hombre ha cambiado, ya no es el hombre que era:
hay una caída del rol masculino… El hombre ahora tiene las pelotas
puestas en otro lugar, desde la percepción y la acción. Hay falta
del hombre, veo un hombre nuevo que está construyéndose también
a partir de nuevos roles.
¿Cómo
ves esa masculinidad en acción en la performance?
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Gabriel Sasiambarrena: En la performance en primer lugar mantiene
el estilo. Se hace difícil, pero quizás es más explosivo,
más visceral. Hay muchas ideas muertas en el concepto hombre y muchas
ideas están naciendo surgiendo a partir de mi edad y mi relación
con el contexto: en mi postura en el trabajo, con mi mujer, mis mascotas, mi
familia… Y todo eso en relación al hombre genera una imagen, una
acción. ¿Dónde está el hombre? El hombre se está construyendo
igual que la mujer.
Gabriel
Montero: En relación a eso la verdad
es que veo bastante ausente al hombre en la performance.
Está, pero no está en su virilidad. Quizás
se presenta en una forma que quiere parecer masculino, es
como hacer que soy hombre, pero no se ve al hombre.
El
hombre hoy en la performance no es hombre, o quizás eso
le dice él que repite por ahí esa misma imagen.
Puede que se aferre a un significante o a una forma, pero no
lo veo así: yo creo que se hace mujer, se hace otro.
Yo
en mi obra creo que quizás lo masculino de mi trabajo
es la cuestión de hacer un planteo físico en la
obra, pero queda solamente la fuerza física, después
el significante… No hay nada, está vacío
del significante, es y no es, es insostenible, no hay una narración
o un discurso, lo puedes llegar a ver como no, está pero
no está, hoy puedo pensar que sí, mañana
puedo pensar que no, es relativo. Quizás la presencia
de lo masculino en mi obra es lo físico, la evidencia
física, el trabajo físico.
Una cuestión cultural también me determina como hombre: quiero
salvar ese significante, pero el cómo es algo imposible, es algo que
la sociedad lo rompió, o fue algo que creyó posible que pudiera
ser en una época, pero que nunca podría sostenerse.
Yo
no sé cómo está la performance masculina.
No sé si existe, si existe es como una imagen, un estereotipo,
pero no creo que exista como algo real.
El
lenguaje funciona así: no hay un significante que tenga
peso, que tenga ley, que tenga algo. Una imagen, algo de un ser
humano estereotipado: lo veo en artistas que no pueden dar nombres
a sus obras, pero quizás porque vengan de otra generación.
Hay artistas jóvenes que también quieren seguir
esta misma imagen. Hay artistas de los noventa o de mi generación
que venden su imagen. Creo que no existe nada de la figura masculina
en la performance ni en el arte.
El
cambio de roles en la sociedad es el factor común a lo
que va a surgir, el nuevo hombre, la nueva mujer, que ya se está dando,
se está manifestando. Se puede invertir la performance
en distintas mujeres, pero el resultado es el mismo. En el hombre
no, ahí es donde yo veo al hombre performático:
yo lo veo como una imagen vacía, no veo que el hombre
se sostenga realmente, me parece que el hombre lo construye como
una necesidad de no ponerse. |