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> SOMBRAS DE CIUDAD
Arte y transformación urbana
en Nueva York, 1970-1990

Iria Candela
Alianza Forma. Madrid, 2007
227 páginas. 16,50 euros

Notas tomadas del artículo:
Suelos Robados
Ángela Molina

El País, Babelia
Sábado, 7 de abril 2007

artistas
> Marieke Polocsay (Marika)


 

La historiadora Iría Candela aborda la transformación urba­na que sufrió Nueva York entre 1970 y 1990 a través de la experiencia de ocho artistas extranjeros.

En una época de capitalismo tar­dío en la que la transformación y el renacimiento urbanos han da­do, paradójicamente, esculturas públicas obsoletas y decadentes, sería bueno reivindicar la figura de ciertos artistas que con sus obras ayudaron a articular un contradiscurso enfrentado al ima­ginario de éxito que los empren­dedores poderes públicos de la ciudad insisten en transmitir. Gordon Matta-Clark, Hans Haac-ke, Martha Rossler, Krzysztof, Wodiczko, Richard Serra  Vito  Acconci o Frances Torres —y más recientemente, cineastas como Joaquim Jordá— sintieron la necesidad de formular posicionamientos alternativos de resisten­cia a la expansión del nuevo espa­cio oficial, incluso fueron capaces de elaborar un arte público críti­co inédito —con permiso de los situacionistas— que se desarrolló en ciudades como Nueva York, sumida en plenos setenta en una crisis fiscal que acabaría por dis­persar a la población obrera y con­vertir el centro urbano en el nue­vo hogar de las multinacionales. "Un día salí a pasear por el barrio y descubrí que no teníamos ba­rrio", relató en una ocasión un ve­cino del Bronx. Treinta años des­pués, Chicago, Londres, Milán y Barcelona también han puesto en evidencia la complicidad de la arquitectura con la jerarquía es­pacial de la ciudad. 

El ensayo de la historiadora 

Iria Candela Sombras de ciudad sobre la conversión de Nueva York en urbe global, entre 1970 y 1990, muestra cómo los períodos conflictivos en la conformación de las metrópolis han atraído la aten­ción de los artistas a contextos es­pecíficos donde poder cuestionar el concepto de autonomía estéti­ca, la recepción artística y el esta­tus de la obra de arte como objeto y mercancía. Ejemplos de estas prácticas artísticas fueron los nue­vos espacios para el arte descu­biertos por Matta-Clark en los edi­ficios abandonados del Bronx. Hasta allí, este pionero de las obras site-specific arrastró a cola­boradores y amigos para que le ayudasen a cortar y sustraer con sierras y otras herramientas frag­mentos de esos edificios, trozos de suelos y paredes que luego trasla­daba a la galería para su exhibición. Los allanamientos, destruc­ciones y usurpaciones de la propie­dad privada de Matta-Clark eran obviamente ilegales, aparte de bas­tante peligrosas, por tener lugar por las noches. El conjunto más significativo de building cuts, co­mo llamaría a esos fragmentos de edificios robados, se tituló Bronx Floors: una serie que realizó entre 1972 y 1973 y que expuso por pri­mera vez en la galería 112 de.Greene Street. Matta-Clark solía poner énfasis en que las obras no las constituían los trozos de pared y suelos, ni las fotografías en blanco y negro que hacía de los huecos que habían quedado abiertos, si­no las acciones en el tiempo y el es­pacio reales. Hans Haacke tam­bién utilizó la fotografía como un estilo conceptual-realista para de­nunciar el negocio de la especula­ción inmobiliaria, en Shapolksy et al. Manhattan Real State Hol­dings, A Real- Time Social System, as ofMay 1,1971, donde el autor alemán exponía la historia de las transacciones y el conjunto de per­sonas y empresas que conforma­ban la constructora más potente de Manhattan por aquel enton­ces. La obra fue censurada en el Guggenheim, en una exposición individual que el museo neoyor­quino preparaba sobre el artista. Martha Rossler, con su retórica del deterioro urbano en la zona in­dustrial del Bowery, Camilo Vergara y su proyecto del archivo The New American Getto, o el contro­vertido TiltedArc (1981-1989) de Richard Serra, en la Plaza Fede­ral, fueron otros ejemplos que evi­denciaron el fracaso de la política de arte público americano.

Sombras de ciudad es un relato sobre la nota marginal en el texto de una cultura que supusieron es­tas prácticas periféricas. Sin duda, servirá de referencia práctica para todos los insumisos espaciales, ar­tistas/ciudadanos que entienden hoy la urbe no como una entidad objetiva y uniformadora, utilitaria y estética, sino como un producto social que no renuncia al deseo ni a la diferencia.