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> Periferia |
El territorio en transformación que rodea las ciudades y que empuja cada vez más al mundo rural, a lo que queda de naturaleza hacia unas reservas que prácticamente desaparecerán con el tiempo, dejando solamente las zonas que el turismo o el folclore puedan preservar como fuentes económicas o de memoria. Esa es la periferia. Una zona de paisaje diferente cada día, que pasa de ser campo a ser ciudad, perdiendo en esa transformación todo signo de identidad. Es algo parecido con la pubertad, esa corta época de la vida en la que el cuerpo deja de ser el de un niño pero todavía no es el de un hombre o el de una mujer. De igual modo, la periferia no construye un paisaje real, por eso tiene algo de inaprensible o tal vez de extraño, pues no admite categoría ni definición. La periferia significa también la pérdida de la memoria, el fin de la historia. Su pasado ya nunca más será reconocible pues nada de él perdurará en un futuro que niega esa memoria, construyendo un futuro asociado no a la diferencia y a lo particular sino a la masificación de una construcción global, anodina y de expansión basada en las necesidades de crecimiento pero sin tener demasiado en cuenta la creación de un paisaje, de una localización de población configurada previamente. En
esa construcción abstracta que define la periferia es donde
encontramos imágenes en las que vemos un paisaje transformado
artificialmente y todavía no definido, sin categoría
moral y sin estructura urbana, pero ya lejos de cualquier recurrencia
a lo natural, al campo, al orden o a la belleza previa. El hombre ha
aparecido pero todavía como destructor, aún no como constructor.
Son las máquinas las que predominan. Igualmente el fotógrafo
utiliza sus máquinas para convertir este proceso de cambio rápido
y radical en algo permanente, rescatando así los últimos
gestos del lugar, construyendo una memoria frágil de la relación
del hombre con esos lugares sin nombre, sin definición y sin
límites que conforman las periferias. |