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> Pisos. Construcciones
poéticas de Paco Algaba
Paco Algaba
Del 4 de Octubre al 9 de
Noviembre de 2007

Fundación Norte y la Casa de la Mujer presentan la video instalación de Paco Algaba. Con esta exposición la Casa de la Mujer (Ayuntamiento de Zaragoza. Acción Social y Mayor) inicia la temporada 2007- 2008 y Fundación Norte sigue apoyando proyectos que invitan a reflexionar sobre los conceptos y valores que mueven nuestra sociedad.

Pisos. Construcciones poéticas de Paco Algaba
El espacio o el ámbito, como quiera que identifiquemos los lugares que habitamos, sentimos y vivimos, tienen en la creación contemporánea cierto grado de protagonismo con todas sus referencias a las relaciones y ubicación del ser humano y desde esta perspectiva de la interdependencia entre la persona y las estancias en las que vive. La obra de Paco Algaba nos descubre además la mirada personal y poética de los pisos. Las dualidades permanentes en su lenguaje fílmico evolucionan hacia una ambivalencia profunda que estructura incluso el discurso expositivo en el espacio, pero que sin embargo, utiliza el tríptico como soporte para el juego visual.

En esta exposición nos encontramos por un lado, con siete visones compartimentadas en tres momentos. Son imágenes que no sólo retratan la realidad, sino que nos llevan a borrar, a elidir el contenido real de las mismas y entresacar su lirismo y fuerza plástica. Nos invitan a adentrarnos en el mundo de las ideas, de las dicotomías privado – público, persona - mundo, interior - exterior, reclusión - libertad, etc., y en la dimensión de estos conceptos duales, incluso en el diálogo entre la persona y el espacio, el espectador y el autor.
Los siete trípticos en cuestión han sido realizados con monitores planos que conforman la primera parte de la exposición y que mantienen una estructura idéntica y deudora de la filosofía creativa del autor, los haikus. Narratividad y juegos sintácticos a partir de planos fijos y encuadres que son casi pinturas.
Son un registro frío de la realidad pero tamizado por el análisis del creador, lleno de sensibilidad. Son poesía visual sobre las estancias privadas, sobre la auto – reclusión cotidiana y sobre la dignificación del espacio habitado y habitable y, en palabras del autor “la necesidad de expresar al individuo desde su dimensión más cercana y propia; de la cueva para el mundo. Como si éste fuese un altavoz de lo acontecido”.
Naturalmente todo se convierte en una visión llena de perplejidades, de referencias para descubrir una especial manera de gestionar los asuntos simbólicos de nuestra sociedad, de nuestra manera de habitar en el tiempo y el espacio. La obra no parece suficiente en sí misma, nos hace falta el momento de contemplación, de madurez y de reflexión continua y motivada por los impulsos que se provocan en nuestra retina. Son encuadres estables, composiciones sobrias, planos fijos, visiones hipnóticas reforzadas por el color y el ángulo de visión, elipsis cargadas de sentido.
La secuencia queda siempre unida en tres planos: la referencia interior, el personaje en acción rutinaria y pausada, y la referencia exterior. Aparecen en orden ascendente y en todos está anclada en la realidad, aunque dignificada por las personas. Madurez de las imágenes, densidad estética.

La segunda parte de la exposición entra dentro del lenguaje de la instalación. En una sala con planta en el suelo, a escala uno a uno, que invita al espectador a pensar sobre el concepto de reclusión habitual en una estancia, con un televisor, que podría ser la metáfora de una ventana abierta al otro espacio humano, el exterior, pero que no deja de ser un aparato eléctrico dentro de la estancia.
Una rama se intensifica hasta dar paso a la imagen total del árbol y a la visión del caminante absorbido por el horizonte, hacia lo que no es reclusión, hacia el infinito.

En definitiva, estamos ante una obra artística con cierta mirada crítica y una preocupación por entender y plasmar el espacio que nos rodea, interés y observación de nuestro mundo. Narrativa y poesía, contemplación del tiempo, del espacio, de la atmósfera, dignificación de la estancia, y por último, profundo análisis del individuo y valoración de la preferencia vital.
Ana Revilla


Pisos. De Paco Algaba.
El trayecto de Paco Algaba conoce un importante punto de inflexión a partir de sus videoinstalaciones La virgen de la leche y Haykus. Pone a prueba ahí las posibilidades plásticas, narrativas y poéticas de algunos rasgos escriturales muy reconocibles en su forma de hacer: encuadres estables, composiciones sobrias y un montaje que se plantea constantemente los juegos sintácticos entre los encuadres y lo encuadrado. Como efecto de esos meditados ejercicios de escritura emergen líneas de narratividad a la par que movimientos melódicos, temáticos y rítmicos de raíz poética. Todo ello, sin dejar de evocar tradiciones pictóricas. Notable es en este sentido la formalización en tríptico.

Esta exposición, Pisos, supone un afianzamiento de su escritura fílmica en torno a una temática en principio considerablemente prosaica. No deja de ser esta temática moneda común en los discursos políticos y sociales que alimentan los medios de comunicación. Con todo, esta obra consigue desembarazarse de esa contaminación para construir una mirada en la que autor y espectador se encuentran. Ese encuentro se sostiene en torno a la experiencia del habitar. Y ahí es donde la distancia adecuada de la cámara, es decir de su mirada, posibilita tanto la reflexión –en sentido literal pues algo de la condición de espejo consiguen desplegar esos trípticos- como la construcción de un universo diegético vinculado a los espacios y personas que comparecen.

Forma parte de la exposición una pieza que resulta novedosa en el trayecto de Paco Algaba. Es la del plano del minipiso con televisor. El piso es el plano, el mapa, la representación a escala 1:1 donde lo real emerge no tanto a través del paisaje como sí por la presencia de ese electrodoméstico en el que la programación se sostiene a partir de la mirada de los que allí pudieran llegar a habitar. A la vez, Paco hace de la metáfora de ventana que se suele aplicar al aparato de televisión una propuesta literal, al abrir en el piso una ventana electrónica. La operación no resultará inocente para el visitante del piso pues esa operación subraya cierta condición claustrofóbica del espacio que la ventana, al fin y al cabo una forma de administrar la mirada, tiende a aliviar. Por tanto esta pieza, que tiene un carácter bastante autónomo respecto al resto de la exposición, asume planteamientos que la acercan al conceptual. Y también esta pieza establece un curioso diálogo -entre el mirar y el ser mirado y entre el plano, por tanto un proyecto, y los edificios ya construidos y en uso- con los siete trípticos grabados en pisos reales y habitados, es decir ya impregnados por la vida, el tiempo, las costumbres y los gustos de sus habitantes.

Así el conjunto de la exposición adquiere el valor de un texto rico en matices y sugerencias conceptuales pero también en propuestas narrativas y plásticas. La experiencia por tanto resulta difícilmente reductible a la univocidad, pues lo que circula dentro y a partir del texto es la polisemia. Si el visitante puede leer ese texto es porque el autor está haciendo a su vez una lectura organizada en tres partes, tres espacios: espacios vacíos, espacios con personas –que no personajes- y las fachadas. Y ahí pone en circulación la dialéctica interior/ exterior, campo vacío/ campo con figuras en una combinatoria no tan sencilla.
Y para ese televisor un único programa: un breve relato en el que se dan cita dos movimientos opuestos. Mientras la cámara se va alejando desde el detalle de una rama de un árbol en cuatro planos de sucesiva amplitud, un caminante atraviesa el vacío de un paisaje dorado, ondulado y cálido para llegar hasta ese árbol hermoso y solitario y proseguir su camino hasta desaparecer en el horizonte. Literalmente alguien se aleja de ese proyecto de minipiso.
Víctor Lope Salvador.