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Las referencias a la ciudad, al comportamiento de los habitantes, a los reductos y los guetos, a los miedos y las aspiraciones de la sociedad contemporánea, son casi un lugar común y un tema recurrente en el arte actual y especialmente en el video arte y la fotografía. Esas alusiones a la ciudad, o tal vez más que a ésta a la vida “moderna” que anotamos, están imbricadas de referencias a espacios que se resuelven en no-lugares. Esos lugares en los que cada vez pasamos más tiempo y que a fuerza de frecuentarlos hemos convertido en un espacio casi-doméstico, en los que las nuevas tecnologías se erigen como protagonistas para convertirlos en salas de reunión, oficinas y “cuartos de estar” improvisados. En salas de espera de aeropuertos y estaciones, lugares asépticos sin referencias personales, se concertan negocios, se consultan e-mails, se habla con familiares y amigos que están en las antípodas, se mantienen relaciones. Estos no-lugares son signos de la contemporaneidad, espacios propiamente contemporáneos de confluencia. Convierten a los ciudadanos en meros elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar y son simbólicos de la condición humana actual y más aún del futuro. También hay otros espacios que nos parecen menos anónimos y que un somero análisis nos pone en alerta: las nuevas multisalas de cine y los complejos de ocio son espacios anónimos que nada tienen que ver con los antiguos cines donde todo era más abarcable, más cercano, más humano. Ahora todo está programado y tecnificado, todo es automático, ya apenas hay colas, casi no hay contacto con las otras personas que van a ver la misma película. Son no-lugares “sin historia que afectan nuestras representaciones del espacio, nuestra relación con la realidad y nuestra relación con los otros. La identidad se construye en el nivel individual a través de las experiencias y las relaciones con el otro. Eso es también muy cierto en el nivel colectivo. Un grupo que se repliega sobre sí mismo y se cierra es un grupo moribundo” (Augé). El trabajo de Juan Carlos Robles elabora un discurso particular sobre la ciudad pero fácilmente extrapolable a cualquier otro lugar. Intenta recoger a través de su obra las luces y sombras que surgen del entrecruzamiento de estos dos extremos en tensión: una identidad ligada a un tiempo solar de tradiciones que nos sujetan a un territorio -que ya casi no existe-, y una nueva identidad expuesta a un mundo tecnificado con su lógica de inclusión/exclusión y la violencia que esta situación genera.
Muchas veces la ciudad se resuelve en pequeñas aglomeraciones, retazos de la vida ancestral y la gente vuelve por unos días a sus lugares de origen buscando lo auténtico, lo propio que no se puede vivir en las ciudades despersonalizadas. En Viva las bestias y One minute punk aparecen las fiestas y los iconos, donde se mezcla lo devocional con lo pagano, tal vez con lo irracional, pero donde la gente puede descargar su pasión, su fuerza, sus angustias, miedos y frustraciones, de la misma manera que en Fantasmas en mi mente, donde entre los rescoldos de la civilización, tal vez soportándola, se mantienen las viejas costumbres como el único asidero, la única conexión con lo auténtico. Éstas atraen a los colectivos que han abandonado los barrios de origen buscando una vida mejor que nunca llega. Las costumbres y las tradiciones recuperan y compactan la población y muchos intentan llevarse recuerdos de lo vivido. Dave the slave retrata el kiosco, la tienda de chucherías y de recuerdos, la venta de postales, retazos de la ciudad de la que pretendemos apropiarnos, llevarnos algún trozo para refrescar la memoria de lo que vivimos. Hay otros temas que también son recurrentes al tratar de la urbe. To Basel son tomas desde un túnel, desde las autopistas que dan acceso y salida a las grandes ciudades, recorridos urbanos y suburbanos, vías de escape de una civilización “descivilizada”, salidas del corredor, como también aparece desde otro ángulo en Serial killer. Camping car vuelve a ser una visión de la ciudad desde la carretera, desde el coche como medio. Ahora son fragmentos de la ciudad los protagonistas. La proyección aparece fragmentada acentuado esta visión de la urbe. En el centro aparece la actuación de los Puts Marie, como un elemento más de la cultura urbana. Como también lo son las nuevas construcciones y los planes de expansión que están derribando los antiguos barrios y sus formas de vida. El arquitecto es la ciudad vista desde la ventana, como una visión interior de lo que está ocurriendo. Dos figuras parecen conversar, tal vez sobre la construcción –deconstrucción- de la ciudad. Big rock candy mountain cambia en parte el registro y da una visión de la naturaleza desde el tren, desde el viaje; un recorrido por el paisaje, un tema recurrente en la Historia del Arte reciente, tanto en la fotografía como en el video. Visión lineal de la Naturaleza donde la propia cámara, el medio, es igualmente protagonista. La última obra, Toxication es una visión ascendente y descendente de la fachada de una farmacia. Un continuo movimiento que cobra mayor intensidad al estar la pantalla suspendida de la bóveda. La farmacia como simbología de la sanación, de la salvación, enfatizada por la idea de la ascensión que potencia este espacio religioso.
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