"Una clave en el trabajo de Juan
Castillo ha sido ese intersticio que su obra mantiene entre lo desigual
y lo diferente al
dar lugar a lo oblicuo y transversal, es decir atravesar la materia con
el discurso sin perder la desemejanza que las habita y volver la contingencia
del hospedaje el recurso para utilizar lo técnico y gestual como
escrituras políticas de una subjetividad ya advertida y desilusionada
de cualquier esencialidad o exotismo.
Conceptos como vecindario, paradero, espectador, cuadra aparecen sin
espectáculo y en trayectoria, no persiguen ningún fin teórico,
no son utensilios hermenéuticos para justificar los efectos de
la obra: están ahí y permiten diálogos efímeros
y dobleces de signos pues confirman la conexión mestiza entre
calle y arte –ante tanta especulación hueca por la idea
de ciudad-. Si el arte público tiene sentido, a pesar de su abrumadora
irrupción desde hace más de una década, no es porque
propone un nuevo espacio político –según Felix Duque-
sino por la interrogación que hace del mismo. Si el arte público
está interesado en tensionar y usar de otro modo las nuevas tecnologizaciones,
entonces ni los sitios específicos, ni las estéticas relacionales
son suficientes para dar a la habitabilidad una voluntad transgresora
silenciosa. Lo público reducido a consigna y teatro sirve de patrimonio
moral a diversas instituciones que intentan regular la vida imponiendo
en lo cotidiano la marca de su represión, oferta, vicio o éxito
controlado. ¿Cuál es la escritura que une política
y ciudad? ¿Dónde se colocan las zonas plegadas que permiten
reconocer las diferencias sociales no consumidas por la mediatización
de las hablas? Si leemos estas interrogantes desde las materialidades
artísticas creadas por Juan Castillo vemos a los signos empalmándose,
chocando unos con otros, rompiéndose en el instante que tratan
de reconstruir –sin ninguna pretensión romántica-
la relación entre paisaje y sujeto y, a la vez aparece un cuerpo
hecho de retazos visuales, hebras de sentido y memorias líquidas
interrumpiendo la luminaria comercial con unos rostros sin economía
y escritura...."
Extracto del texto de Carlos Ossa