artistas Carlos Filomía Buenos Aires, Argentina, Suramérica http://www.carlosfilomia.com.ar
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La
apropiación y sus características
La apropiación, que es a la
cultura lo que la expropiación es a la economía, procede a neutralizar,
silenciar o comercializar aquello que el poder hegemónico considera “fuera de
orden”. Algunas de sus características
y su aplicación para asimilar prácticas de activismo político cultural. Realizo
prácticas de activismo político cultural en Buenos Aires, desde septiembre de
2000 hasta la actualidad, utilizando paraguas –como objeto cultural y simbólico-
en el espacio público. Estas
acciones participativas tituladas “abramos el paraguas...”, según
las circunstancias adoptan formas de instalaciones, intervenciones o
performances, conformando un conjuro que previene o un rito de protesta, de no
obediencia, al transgredir usos y costumbres que hacen al orden dentro de la
sociedad. Este ritual se instaló
de manera orgánica como parte de organizaciones barriales, culturales,
gremiales, etc. El
procedimiento es variable y se adecua a las circunstancias propias de cada caso
y toma las formas de marchas, rondas, concentraciones, cercos, pantallas,
graffiti con imágenes de paraguas, etc. Los
paraguas son negros (salvo los de ATE –Asociación de Trabajadores del Estado-
que son verdes como sus banderas, gorros, pecheras, etc.) y llevan leyendas o
logotipos pintados con aerosol sobre la tela. A veces, cuelgan de su estructura
pequeños carteles. Los temas centralizan la atención sobre el FMI, la pobreza,
el ajuste. La
participación se origina de dos maneras. En ambas, los practicantes del rito
llevan los paraguas en sus manos o los colocan en lugares determinados, en
espacios públicos abiertos o bajo techo. Una de estas formas capta concurrentes
que pueden ser espontáneos, invitados por diversos medios o en el lugar y
momento de la acción, como sucedió el 19 de agosto de 2001 en Plaza de Mayo,
donde se consultó a los transeúntes sobre el tema de la protesta a realizar
frente a la Casa Rosada. Se decidió decir “no al ajuste” económico exigido
por el FMI. Cada uno pintó las letras sobre los paraguas, tachando a cada letra
con el símbolo de prohibido (un círculo rojo cruzado por una recta en
diagonal) y luego, paraguas en alto, se ubicaron formando la consigna elegida. La
segunda forma se da con la participación de militantes, activistas político-culturales,
que lo hacen orgánicamente y por decisión previamente consensuada, como
ocurrió en todas las acciones con asambleas barriales, la CTA (Central
de Trabajadores Argentinos) o del FRENAPO (Frente Nacional Contra la Pobreza),
entre las que se destaca el escrache anticipatorio del “corralito”, en
Corrientes y Callao, el 21 de setiembre de 2001, que consistió en cubrir el
frente del City Bank con una pantalla formada por más de cincuenta paraguas
pintados con el logotipo del FRENAPO, marca que identifica la consigna “no más
pobreza”. La contraposición de logotipos desnuda la relación entre la
institución bancaria emblemática del imperio y el estado de pobreza de cerca
de la mitad de los habitantes del país. Otra acción notable se dio el 12 de
diciembre de 2001, en Plaza de Mayo, en el acto de protesta organizado por ATE
contra las políticas económicas del ministro Cavallo, donde una multitud de
paraguas decían “vote sí” contra la pobreza. Las acciones siguieron hasta
la actualidad, destacándose la efectuada el 10 de diciembre de 2004 frente a la
jefatura de gobierno de la Ciudad, organizada por ATE, contra el trabajo
precario (“contratos basura”). Este rito de abrir paraguas (cuando no llueve o bajo techo), como protesta o conmemoración de hechos significativos, tuvo eco en los medios de comunicación, que hicieron pública su realización y le dieron la difusión debida. El
origen de mi obra hay que
rastrearlo en el imaginario colectivo, de donde tomé el refrán “hay que
abrir el paraguas antes que llueva”. Su significado remite a la prevención.
La imagen del paraguas es símbolo indudable de protección. Al trasladar la metáfora
al terreno de lo real, de la vida cotidiana, con paraguas y personas reales
ubicados en espacios y tiempos reales, el dicho se transforma en un ritual que
suma a los anteriores significados el plus de acción de protesta, de no
obediencia. Es
todo lo opuesto a las prácticas del poder hegemónico, que utiliza a la
apropiación como herramienta de control del orden dentro de su esfera. La usa
como sustituto de la expresión social activa, pretexto para favorecer al
mercado. Con la apropiación impone un orden por exclusión o sujeción
del otro, convirtiéndolo en objeto o reduciéndolo, subjetivándolo. Lo anula,
lo hace inocuo (inoculación) y lo convierte en incorpóreo (incorporación
) cuando, al ser representado o nombrado, es desconocido. La
apropiación, desde el sistema, pasa a ser -según Barthes- “discurso robado y
restaurado”, “no colocado exactamente en su lugar”. Las expresiones
colectivas son desmanteladas y vueltas a montar, para que los grupos sociales
consuman simulacros de sus propias expresiones, ecos falsos a los que no pueden
responder. Contra
la apropiación, contra el mito, como denomina Barthes a este proceso, debemos
producir un mito artificial, unido a otras prácticas de resistencia y ubicarnos
en un sistema contra-mítico, para cuestionar el monopolio del código a través
del cual se ejerce el control social. Desde la práctica cultural y política,
es necesario crear un código propio, atacando las características de
flexibilidad que hacen al código cambiante para reducir toda oposición. En síntesis,
no debemos adoptar las categorías normativas de la cultura mayor, sino
que debemos valernos de lenguajes de la cultura menor que distorsionen
las funciones oficiales, porque en ellos no hay sujeto, sino generadores
colectivos. No existe el autor o se tiende a una articulación de colectividad. En
“Recodings, Art, Spectacle and Politics”, Bay Press, Seattle, 1985,
Hal Foster propone hacer resistencia a la cultura mayor, conectando lo menor
con prácticas menores del pasado y lograr así ser intemporal en el presente,
unir lo enterrado (no sincrónico) con lo descalificado (menor) y con lo por
venir (utópico) y así exponer e intensificar contradicciones, en lo que
Foucault entendía como “insurrección de los saberes subyugados”. Toda
resistencia sugiere un conflicto inmanente dentro de los ámbitos social y
cultural. Desde allí, debemos practicar un arte crítico, de resistencia, en
conflicto permanente con la cultura oficial. Investigar los procesos y aparatos
que controlan las representaciones y formas genéricas. Poner en evidencia las
operaciones del poder político real, hacer visibles sus operaciones de control
de información y negarles el poder intimidatorio que pretenden tener. “abramos
el paraguas...” cumple con cada uno y todos los aspectos citados en relación
con las características que debe asumir la resistencia al poder hegemónico:
infringe las normativas de control no aceptando las prácticas de la cultura
“mayor” que aconseja no abrir paraguas bajo techo porque trae mala suerte
y que considera irracional abrirlos si no llueve; restituye el uso de
una expresión colectiva al crear un nuevo mito, unido orgánicamente a prácticas
político-culturales; utiliza un lenguaje propio de la “cultura menor”
empleado en épocas tan lejanas como el uso del paraguas; es adoptado
colectivamente por organizaciones político-culturales (CTA Central de
Trabajadores Argentinos, ATE Asociación Trabajadores del Estado,
AMMAR Asociación Mujeres Meretrices de la Argentina, Museo del Cine); su
puesta en práctica como ritual pone en evidencia las contradicciones del poder,
como cuando resignifica fechas patrias o cuando iguala al FMI con el proceso, la
corrupción o el ajuste económico. La
documentación que corrobora lo expresado anteriormente figura en mi página
web: www.carlosfilomia.com.ar
En
relación con “abramos el paraguas...”,
la otra cara, la de las apropiaciones típicas del mercado, se dieron a
través de Martín Molinaro, que admitió que mi obra le sugirió realizar un
salón de paraguas intervenidos por distintos artistas. La galería TransArte,
dirigida por Adriana Budich y Osvaldo Giesso, realizó una exposición de
paraguas pintados por artistas con el título “abramos los paraguas” y,
por último, “M 12: Monumento al paraguas”, la intervención de Jorge
Ismael Rodríguez, mexicano, en la Feria de ARCO 2005, que consiste en cubrir el
frente del CAM (Centro de Arte Moderno) de Madrid, con paraguas que le serán
provistos por el público, al que convocó a través de distintos medios de
comunicación. Sin
entrar en consideraciones sobre originalidad ni derechos de autor, conceptos
propios del mercado de arte, esta última obra, al ser similar a “abramos
el paraguas...”, dado que es una intervención, que utiliza paraguas y su
simbolismo y es participativa, al ser presentada en el mercado de arte, en la
Feria ARCO, se produce un cambio de contexto que anula los contenidos de
“abramos el paraguas...” (salvo los significados de protección
y prevención) y los incorpora al sistema al comercializar la obra original,
invalida su condición de herramienta de protesta, de no obediencia y se instala
en el ámbito de la “cultura mayor”, desde donde escribe parte de la
historia oficial. Señala
Rodrigo Alonso que “...las relaciones con el contexto son una de las claves más
importantes para la lectura de la productividad semántica estética y política”.
Por
todo esto insisto en decir que M12: Monumento al paraguas NO ES abramos el
paraguas... , porque me interesa aclarar que la obra de Rodríguez, desde el
espacio de una institución emblemática del mercado de arte,
es una conmemoración característica del espacio que ocupa y reiterar
que mis obras son anteriores, su propuesta es muy diferente -como ha quedado
establecido - y se presentan formando parte de la vida cotidiana en prácticas
de activismo político cultural.
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