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Vivo Arte
Campaña por la Convención de los
Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos
Octubre 2006
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Manifiesto para el debate
La Campaña por la Convención de los derechos sexuales y los derechos
reproductivos se inicia a finales del año 1999. Este Manifiesto para el debate
es una segunda versión que surge luego de un proceso de consultas,
reflexiones críticas y aportes de organizaciones y redes de la sociedad civil de
América Latina y el Caribe y de otras regiones del mundo.
Luego de esta participación se elabora esta publicación, que constituye una
carta política y una propuesta que contribuye a centrar las bases de una futura
Convención interamericana en materia de derechos sexuales y derechos
reproductivos.
# Los nuevos escenarios
La complejidad y el desarrollo desigual de las diferentes dimensiones de la
globalización -económica, política, tecnológica, cultural, emocional- tienden a
exacerbar las exclusiones existentes y producen nuevos riesgos, nuevos
conflictos, nuevas exclusiones, en un contexto donde el hegemonismo del enfoque
neoliberal prioriza al máximo la lógica del mercado y facilita el poder
ingobernado -sin controles ni regulaciones- del capital transnacional.
# El nuevo sentido de los derechos
Como sostiene Boaventura de Souza Santos: tenemos derecho ser iguales cuando la
diferencia nos inferioriza; tenemos derecho a ser diferentes cuando nuestra
igualdad nos descaracteriza. De allí la necesidad de una igualdad que reconozca
las diferencias y de una diferencia que no produzca, alimenteo reproduzca las
desigualdades.
# Principios esenciales de los derechos sexuales y los derechos reproductivos
Históricamente, el placer del cuerpo fue secuestrado por las distintas
ideologías puritanas y religiones hegemónicas. Pero nuestra manera de amar es
política, tanto la idea del amor puro como la del amor prohibido fueron
inventadas por una cultura oficial misógina y homofóbica.
# Núcleos
Consideramos que la separación entre las Iglesias y el Estado es la única forma
aceptable de gobierno en sociedades democráticas. Por ello, los Estados deben
adoptar una postura neutral ante los diversos dogmas de fe. Conservar el
carácter laico supone lograr una separación total, clara y absoluta entre las
competencias de las Iglesias, que corresponden exclusivamente a los/las
creyentes, y las del Estado, que corresponden al interés público y ciudadano.
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