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Performance, la estética
del encuentro
Introducción
(Cuando la periferia es
el centro)
Juan Montelpare
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Cuando intentamos hablar de arte nos
vemos insertos en diferentes maneras de entenderlo, ya que, al ser -el arte-
un medio dinámico de pensamiento,
que a través de la historia se ha ido significando, y re-significando;
se convierte en un universo extremadamente amplio. Desde aquí intentaremos
entenderlo, recrearlo, proponerlo desde nuestras propias necesidades, que respondan
a oxigenar y dar vida a un arte abordándolo como medio de pensamiento
sensible, a través del cual podemos relacionarnos aquí y ahora,
de forma holística con nosotros, como parte y esencia del todo.
En palabras de Rodolfo Kusch, desde Latinoamérica, “el arte es
la negación absoluta del hecho cultural del cual se nutre”, siendo
este una construcción occidental, devenido en la conquista, mudando
de la imposición a la asimilación funcional, a la aprehensión
y re significación. Llegando a ser hoy netamente nuestro, con nuestras
particularidades que fueron connotando y creando, políticamente, bellamente,
un arte desde el sur del mundo, con dejos de occidental y pachamama en una
mixtura como nosotros, diversos pero iguales. Encontrando en esta paradoja
de Kusch una construcción poética, viva, dinámica, de
nuestra existencia.
Cuando afrontamos el arte, su historia e influencias, para pensarnos hoy, nos
remitimos a diferentes referentes, rupturas, sucesos, procesos. Uno de los
más influyentes son las vanguardias artísticas de comienzos del
siglo XX; las cuales nos dan dos elementos fundamentales que marcan una senda
que nos lleva hasta nuestros días:
1-La creación de colectivos de arte que se conforman con el fin de sostener
una “mirada” del mundo.
2- La teorización del arte por parte de sus propios protagonistas.
Este último punto de vital importancia en nuestros días, nos
acerca a la construcción del arte, bifurcando los caminos entre arte
contemporáneo y tradicional. Evidenciando una diferencia sustancial
entre ambos. La cual, a mi entender parte de la reflexión del medio,
punto de partida desde donde comenzar a pensarnos para conflictuar nuestra
relación y objetivos que desde el devenir artístico vamos construyendo
creativa y arriesgadamente, donde abordamos conscientemente al arte, para pensarlo,
conflictuarlo, sentirlo y recrearlo.
Cuando pensamos el arte desde el medio, desde el cómo y dónde
abordarlo, pensamos en el signo como vehículo espacio-temporal desde
donde relacionarnos con el todo; ese todo que nos atraviesa como las notas
graves de un órgano de iglesia, transformándose el signo, en
un todo que se trasciende a sí mismo. Creando acciones que van más
allá del objeto o la acción y nos acercan a la vivencia, al encuentro.
Cuando esto no sucede, nos detenemos en la seguridad de la técnica artística
(pintura, escultura, galerías, etc.), la cual, si bien puede dar buenos
resultados, no contiene la fuerza semiótica contextual que guarda y
proyecta la obra de espacio público realizada desde un por qué hago
este tipo de obra, en nuestro aquí y ahora.
En la actualidad, podemos pensar el hecho artístico diferenciando dos
caminos, la construcción de objetos de contemplación (tradicional),
o la construcción de vivencias (contemporáneo); es en esta última
posición política que nos detenemos, abordando los distintos
movimientos que fueron construyendo, de-construyendo y re-armando el arte,
los cuales nos llevan a tomar fuerzas desde las periferias del mundo para proponer
nuestra (muchas veces) negada reflexión filosófico estético
que del mundo, tenemos. El arte, no es otra cosa que la construcción
de esa reflexión filosófica-estética de la realidad mediante
un signo artístico, en relación al paisaje inmediato que nos
contiene, entiéndase paisaje como el espacio político, cultural,
geográfico, económico, social, etc. Es desde aquí que
pensamos en un arte de periferia a la occidentalidad, un arte que parte de
nuestra manera de comprender el mundo, nuestro mundo, universo inmediato que
nos contiene, transforma, al que contenemos y transformamos, un arte nuestro
al sur de la periferia, que nos es otra cosa, que nuestro centro del mundo.
Artista-no-artista
Antes de seguir hablando de cultura, señalo que el mundo tiene hambre
y no se preocupa por la cultura; y que solo artificialmente pueden orientarse
hacia la cultura pensamientos vueltos nada más que hacia el hambre.
Antonín Artaud
El arte como medio de pensamiento sensible
es una herramienta para conflictuarnos como sociedad, inmiscuyéndose
en las estructuras más intimas
de las individualidades y de los inconscientes colectivos; una herramienta
que bien utilizada puede producir conflictos y reflexiones que nos lleven
a un mejor estado del ser. El arte nos lleva al pensamiento, condición
sine qua non del ser. A la recuperación sensible del pensamiento,
trascendiéndose,
donde lo que importa no es él, ni el artista, ni la obra, sino, lo
que genera.
Las diversas manifestaciones socio-políticas realizadas por diferentes
hombres, mujeres, pueblos, comunidades, utilizando para proponer -sus necesidades-
los más audaces, diversos y creativos medios, construyendo signos, un
hecho comunicativo vivo, relacional, nos hacen pensar en estos como verdaderos
hacedores del arte. Sin embargo, ¿Importa que sea arte?.
La subestimación por parte de determinados sectores del arte, para con
el “común” de las personas, siendo en muchas oportunidades, éstas,
más creativas y arriesgadas a romper las estructuras que constantemente
se van gestando-quebrando en el “mundo” del arte que los propios
artistas, poco alimentan a la construcción arte-sociedad. Este, en tanto
medio de pensamiento nace de una necesidad ontológica y es aquí el
punto en el cual nos debemos parar para entenderlo. La gran apertura que nos
propone el arte contemporáneo, la liminalidad, el arte como signo, la
invitación a pensar, nos lleva a la particularidad de que todo puede
ser arte, y todos podemos hacerlo; pero, no todo lo es.
Situándonos aquí, entendemos que muchas de las acciones propuestas
por infinidades de hombres y mujeres, comunidades, pueblos, agrupaciones, movimientos
sociales, etc. que alrededor del mundo proponen su reflexión, sus conflictos
particulares, colectivos, comunales, sociales, humanos -sus necesidades ontológicas-
valiéndose para esto de los más variados e inventivos recursos,
en su afán de ser escuchados; comunicando, evidenciando, conflictuando
desde su condición de hombres y mujeres, su espacio-tiempo, económico,
político, cultural, transformándose por momentos, en verdaderos
artistas, sin que esto importe. Muchas veces nos enseñan a través
de un hecho estético-político, humano, que el arte una vez más
está en la gente que siempre estuvo ahí. Es por eso que debemos
tomar en cuenta que el arte hoy puede ser todo, es decir que todos podemos
ser artistas y no importa ser un artista sino un pensador y todos, hombres
y mujeres como seres pensantes, sensibles, podemos crear, construir, proponer
conflictos y reflexiones, a través de las más diversas maneras. El desequilibrio, el silencio
El hombre occidental enfrenta el desequilibrio como un estado de angustia individual,
el cual nadie quiere experimentar, que violenta nuestra estructura de conocimiento,
nuestro equilibrio, nuestra certeza. El arte, en tanto medio de pensamiento
sensible proponiéndonos conflictos, que nos lleva a un estado de reflexión
para con el ser, es llevado al campo de la construcción de objetos
para el comercio, para la banalización de este, para la neutralización
de una herramienta de pensamiento y reflexión estética, de
movilización sensible, humana. No llevando al ser a una vuelta a ese
estado humano, de encuentro, del hombre en tanto ser social que construye
su conocimiento, sus vivencias en relación con el todo. Donde la incertidumbre
es parte de nuestro devenir, de nuestro caminar, siendo, en, con y desde
ella, que conocemos, que aprehendemos, que construimos nuestras experiencias,
nuestro conocimiento. El pensamiento ancestral
es eminentemente colectivo. La concepción del Sumak Kawsay (vida plena) necesariamente recurre
a la idea del “nosotros” porque el mundo no puede ser entendido
desde la perspectiva del “yo” de occidente. La comunidad cobija,
protege, demanda y es parte del nosotros. La comunidad es el sustento y es
la base de la reproducción de ese sujeto colectivo que todos y cada
uno “somos”. De ahí que el ser humano sea concebido como
una pieza de este todo, que no puede ser entendido sólo como una sumatoria
de sus partes. La totalidad se expresa en cada ser y cada ser en la totalidad. (SENPLADES, 2009). Estableciendo desde el nosotros, una construcción
dinámica, sin miedo al desequilibrio, ya que es parte de nuestro mundo,
contenido en la pregunta, en la reflexión, se convierte en un elemento
generador de conocimiento, a través del cual, nos abordamos, para
pensarnos sin miedo al somos, a la experiencia colectiva del caminar y aprehender
en comunidad, ya que todo conocimiento, se trasforma y transmite y significa
y es parte de nuestro todo.
Ni la violencia de las armas, ni abrazándonos ciegamente a los avances
tecnológicos que responden al mantenimiento de una sociedad adormecidamente
consumista, del ser pensado. Ni los sectores políticos-económicos
que intentan perpetuarse en el poder bajo regímenes autoritarios, dictando
pensamiento, símbolos de forma unidireccional, nos llevarán a
un camino de la recuperación del flujo social, del nuevo ser, el súper
hombre, hombre nuevo, o el mushuc runa que tantos soñaron, donde todos
somos constructores, protagonistas, hacedores de nuestro mundo.
Es aquí entonces la importancia del arte en tanto medio de pensamiento
sensible que nos lleva a una construcción desde la -diversidad- desde
el reconocimiento y encuentro con el otro, con uno mismo, donde no importa
la individualidad del artista, sino la reflexión que a través
de este medio filosófico-estético podemos vivenciar para una
vuelta a un humanismo, para volver a pensar en el ser humano desde y como ser
diverso, en constantes relaciones intersubjetivas con el otro, con el mundo,
y con uno.
El espacio cotidiano de desarrollo del ser contemporáneo es el devenir
de las ciudades, el constante movimiento de las mismas, el cual deja en evidencia
una estela de cuerpos que sin detenerse, abordan las ciudades.
El cotidiano se teje desde los cuerpos que se sumergen en las calles uno tras
otro, construyendo una efímera urdimbre de sombras que se cruzan entre
sí, sin detenerse. El performance, como medio artístico, por
lo tanto generador de pensamiento, de sentido, propone detener-se, desenredar
las caóticas tramas oxigenando el diario de todos y todas, para crear
un espacio de silencio, un encuentro, donde a través de acciones, poéticamente
crear un conocimiento sensible. Abordando el hecho artístico, sin importar
si es arte o no, sino, como espacio necesario para generar preguntas, ya no
la pregunta, el discurso unidireccional del artista, sino la pregunta que cada
uno, necesita preguntarse, siendo el desequilibrio creado por el arte, un generador
de silencios, de espacios para evidenciar el sentido, construyendo-se el performance
como un medio de pensamiento sensible.
Performance, liminalidad como esencia
¿
Dónde nace, y dónde termina un performance?
Las acciones performáticas realizadas por artistas fuera de los espacios
de galerías y teatros, en relación a los contenidos espacio-temporales,
no invadiendo, interviniendo, sino componiendo relacionalmente con y desde
estos, poseen una condición liminal. En tanto, desde el momento que
se está abordando el espacio real, antropológico, cultural, investigando,
creando, se está pensando desde el cuerpo, en la acción. Entiéndase
aquí, el concepto de cuerpo, como la confluencia-convivencia cuerpo-mente-alma.
Si el performance parte de acciones reales, donde el estar del artista no crea
una representación, sino, una presencia del cuerpo en el espacio, un
estar verdadero- donde el cuerpo no es una entidad separada de la mente, de
los sentimientos, sino una convivencia, un encuentro de estos materializados
en el estar- presencia del cuerpo en el mundo- Entonces, constantemente estamos
performando, a veces más, otras menos, la diferencia con el hecho artístico
y el cotidiano es la consciencia de la creación del signo, del espacio
generado para la pregunta creado a partir de la presencia consciente del cuerpo,
del estar real, verdadero, desde uno y en relación al espacio, al otro.
Por lo que el performance es una constante que aborda nuestro cotidiano, a
veces consciente, otras inconsciente. Creando así, un no límite
entre el quehacer artístico performático, donde no existe la
línea divisoria como en el teatro o la galería de arte (telón,
apagón, principio, fin, aplausos) un espacio convencional al cual entramos
predispuestos a ver, a sentir, “el arte”, un espacio creado para
encerrar el hecho artístico que finaliza con el aplauso, donde saliendo
de él, no existe. Si no, buscamos y encontramos en el performance de
espacio público, un fluir del ser, consciente, presente, que genera
espacios para la pregunta con el cuerpo, encuentros holísticos con y
desde el lugar. Creando conocimiento sensible, no con el arte sino desde la
comunión con el otro.
El registro
Cuando nuestro cotidiano es modificado por acciones artísticas las cuales
mudan nuestra vida de lo ordinario a lo extraordinario. Las vivencias que de
ellas tenemos pueden ser tan trascendentes que no solo ocurren mientras estamos
en la acción, sino, éstas van mucho más allá de
ese momento, de la acción misma, eliminando límites. Generando
una modificación en el estado del ser por sobre el arte, el espacio
y el tiempo.
El registro de los performance, muchas veces es tomado como un material, el
cual puede llegar a ser más importante que el trabajo. Por lo que muchos
artistas priman el registro por sobre las acciones. Intentando una fotografía
o un video por sobre todo el acontecer de la vivencia.
Al hablar de performance, como estética del encuentro, no podemos pararnos
en esta manera de registrar los trabajos, donde el fotógrafo o el video,
muchas veces interrumpe las acciones, colocándose quién registra
entre el trabajo y las personas. En cambio pensamos el registro como material
complementario, del cual podemos sacar otro trabajo artístico, sí,
pero desde esta manera de abordar el performance nos interesa más las
relaciones establecidas sin la cámara como mediadora. Ya que esta, muchas
veces avala cualquier tipo de cosa que en la calle acontece. Quitándole
la fuerza semiótica que contiene la acción como evento extraordinario
que en nuestro devenir sucede. Primando entonces las relaciones por sobre el
registro.
Tomando como punto de partida que la cámara posee un ego, una fuerza
que comienza a competir con la acción en el espacio público,
ya que al ser el trabajo artístico, muchas veces propuesto como acciones
que nacen desde el cotidiano. La cámara de registro que puede acompañar
al artista, comienza a establecer un punto de tensión el cual, no es
que solo avala cualquier acción en la calle, sino que también
compite en fuerza con el trabajo. Modificando la percepción, la vivencia
que el otro establece con la acción, la cual comienza a perder fuerza
poco a poco, debido a una lucha de elementos espaciales, pasando a ser de esta
forma, la cámara parte de la obra.
Tomando el performance como medio de trabajo a través del cual construimos
acciones que modifican el cotidiano, abordamos el registro como material complementario,
donde desde una posición oculta, intentamos crear 4 imágenes
que pueden acompañar el registro:
1-Detalle de la acción.
2- Acción en contexto próximo.
3-Relaciones personas-acción.
4-Percepción o vivencia del otro.
De esta manera construimos a partir de pocas imágenes una aproximación
a lo que sucedió.
En la contemporaneidad, vivimos bajo un paradigma netamente visual, dejamos
de lado otros sentidos. De esta manera también obviamos otras maneras
de realizar registros como audio, vestigios de acciones, memorias escritas,
donde podemos anotar percepciones, sensaciones corporales que sucedieron durante
y después del trabajo. Diferentes reconstrucciones podemos realizar
a partir del material de registro, no solo visual, rompiendo con la visualidad
post-acción como única forma de registro, acercándonos
a las vivencias reflexivas que como artistas experimentamos en relación
al otro/a.
Performance, la
generación de sentido
Somos poetas del espacio, del tiempo.
Nuestro hoja es el cotidiano, es la calle y su rutina,
lo urbano y su tedio, el fluir de los pasos, allí, donde caminas.
Se encuentra el papel sobre el que escribimos.
¿
Hasta qué punto importa más el artista, que el arte? ¿Hasta
dónde el arte es más importante que la vida, que los seres humanos?
El arte, en tanto medio de pensamiento sensible, debe entonces trascenderse
a sí mismo, a las individualidades, a la autonomía del arte y
a sus vampiros del dinero y del pensamiento único. En palabras de Robert
Filliú, el arte, es lo que hace que la vida,
sea más importante
que el arte. El lienzo sobre el cual este se desarrolla, es el espacio público,
lo demás, no sale de la tradición, no es que este mal, pero dentro
de las paredes de la contemplación, del encierro y el consumo, no encuentra
más que su cristalización, que su muerte. Siendo muy difícil
proponer un hecho necesariamente vivo, democrático, colectivo. Y en
las calles, en los parques, plazas, en los centros urbanos y públicos,
en un centro comercial, en peatonales, puentes, muros y avenidas, se encuentra
la esencia de este pensamiento, de esta postura política. Donde el generar
espacios sensibles para la creación de un conocimiento colectivo, es
el camino.
Rafael Spregelburd habla de tres tipos de teatro graficándolos
de la siguiente manera.
Uno tradicional de estructura predecible, sin poder generar demasiadas expectativas:
Otro que se puede asociar a la vanguardia, de estructura no predecible, por
lo tanto no se puede proyectar expectativa, disminuyendo la capacidad de
aprehensión, de sentido.
Y un último contemporáneo, o al menos, el teatro que él
pretende realizar y lo grafica de la siguiente manera:
Los cuadrados representan elementos certeros, reconocibles, objetuables, lexicalizables.
La figura del final, lo inesperado.
El espacio entre los cuadrados y la figura del final, es el vacío que
se evidencia al estar entre estos dos elementos, el lugar del silencio, del
sentido.
Aquí vemos graficado claramente un modo de abordar el hecho teatral
para Rafael Spregelburd, donde de algo previsible, se encuentra con algo inesperado,
generando desde este contraste el vacio, el silencio, donde se encuentra y
habita necesariamente el sentido. Dejándonos de frente a él,
con el lugar para la pregunta.
A través de trabajos de espacio público nos encontramos con los
mismos elementos, los cuales nos llevan a encontrar analogías con esta
concepción del teatro de este dramaturgo argentino, esta vez, desde
el performance. Los cuadrados serían el espacio cotidiano, certero,
tedioso, repetitivo, rutinario, en el cual se desarrolla nuestro diario. Las
calles, los parques, avenidas, veredas, el espacio cierto de las personas.
Lo inesperado sería aquí, el signo artístico propuesto.
Ese elemento inesperado, extraordinario, que por su condición aumenta
la capacidad de vacío existente entre el signo, y la rutina, generando
silencios, haciendo al sentido, dejándolo frente a nuestros ojos, donde
se encuentra el lugar para la pregunta, no la pregunta que realiza el artista,
sino la creada por cada uno. Generando el espacio necesario para detenerse
y pensar, sensiblemente, en lo que cada uno necesita.
Este signo debe construirse, necesariamente desde un concepto de composición,
no así de intervención. Ya que esta última, violenta el
espacio, generando resistencias cognitivas en el momento de crear el vacio
necesario para la pregunta. El concepto de Composición Urbana, de Bia
Medeiros, en este caso, tomado desde ella, pero significado no solo desde lo
urbano, sino aplicado también al espacio público.
El arte aquí, en tanto construcción de encuentro, crea y propone
de acuerdo a las relaciones dinámicas que constantemente construye desde
y con el otro. Como en el pensamiento ancestral andino de nuestros países
del sur de América, sin límites, sin bordes y encierros, donde
todo es y puede ser obra, aunque poco importa que se piense como obra artística,
y sí lo que importa es lo que genera, a través de la construcción
de vivencias no individuales, sino colectivas, siendo el arte, el performance,
el generador del lugar para la pregunta.
Ser-Arte
No podemos encontrar en el performance, un creador,
un punto de salida de este nuevo medio, sino múltiples. Como un arroyo que se nutre de muchas
vertientes hasta encontrar su identidad y un nombre, pero a medida que avanza
en la geografía que encuentra y lo contiene, se va transformando,
definiendo y redefiniendo.
Las ideas dominantes de progreso y de desarrollo han generado una monocultura
que invisibiliza la experiencia histórica de los diversos pueblos que
son parte fundante y constitutiva de nuestras sociedades. Bajo la concepción
del progreso, de la modernización y del desarrollo, opera una visión
del tiempo lineal, en que la historia tiene un solo sentido, una sola dirección;
los países desarrollados van adelante, son el “modelo” de
sociedad a seguir. Lo que queda fuera de estas ideas es considerado salvaje,
simple, primitivo, retrasado, pre-moderno. De este modo, resulta imposible
pensar que los países menos desarrollados, pueden ser más desarrollados
en algunos aspectos que los países llamados desarrollados (De Sousa
Santos, 2006: 24).
Los pueblos indígenas andinos aportan a este debate desde otras epistemologías
y cosmovisiones y nos plantean el sumak kawsay, la vida plena. La noción
de desarrollo es inexistente en la cosmovisión de estos pueblos, pues
el futuro está atrás, es aquello que no miramos, ni conocemos;
mientras al pasado lo tenemos al frente, lo vemos, lo conocemos, nos constituye
y con él caminamos. En este camino nos acompañan los ancestros
que se hacen uno con nosotros, con la comunidad y con la naturaleza. Compartimos
entonces el “estar” juntos con todos estos seres. Seres que tienen
vida y son parte nuestra. El mundo de arriba, el mundo de abajo, el mundo de
afuera y el mundo del aquí, se conectan y hacen parte de esta totalidad,
dentro de una perspectiva espiral del tiempo no lineal. (SEMPLADES)
Los cambios históricos-políticos van modificando, tejiendo nuevas
tramas que construyen cotidianamente nuestra percepción de mundo. El
arte, como medio de reflexión ontológica, va mudando constantemente,
acorde a las necesidades que surgen productos de los nuevos espacios-tiempos.
Si pensamos en Martin Heidegger, cuando habla de un ser
ahí, un ser
que va constantemente autodefiniéndose acorde a los nuevos paradigmas
que afronta, que vive, encontramos en el concepto de arte, y no casualmente,
una analogía muy fuerte con esta postura de Heidegger, donde tanto
arte como ser, son, necesaria y bellamente espaciotemporales. En constante
crecimiento
y cambio, ser-arte.
Lejos de las cadenas de definición-cristalización occidental,
que parten de la secesión, de la separación y clasificación,
sin una mirada holística; aunque reconociendo nuestra condición
de mestizaje, aportes y construcciones heredadas, a veces violentamente, otras
compartidas; y pensándonos más cercanos a las culturas andinas
que construyen su conocimiento de manera integral, abordamos el hecho artístico
desde una construcción necesariamente nuestra, donde partiendo de elementos
conceptuales no lineales, nos encontramos con una nueva postura, ya no de discursos,
sino de signos relacionales, no los cuatro puntos cardinales separados, sino,
los cinco a la vez, norte, sur, este, oeste, centro; donde como seres nos paramos
para relacionarnos, para construir espacios intersubjetivos que permitan crear
elementos sensibles que no generen discursos, preguntas unidireccionales, lineales,
sino proponiendo, componiendo elementos sensibles en relación a la totalidad,
sin violentar, donde abordar holísticamente para crear un espacio de
pensamiento sensible que parta desde la recuperación de la memoria negada,
colectivamente silenciada por la opresión cultural foránea, para
hacer surgir, en la diversidad del mundo, una construcción estético-ideológica
que construya no del discurso de centro a periferias, sino, un silencio, un
espacio necesariamente creativo, que nos ayude a proponer el lugar necesario
de la pregunta, del sentido, donde esa pregunta no está generada por
el artista, donde la construcción del arte sea propuesta desde la
totalidad, sin violentar, creando el espacio de encuentro con el otro, con
uno mismo,
con el todo.
El performance, como medio de abordaje de pensamiento sensible, a través
del cual podemos construir espacios de silencios en el devenir cotidiano urbano
o público, donde no importa la obra, sino lo que genera, donde la obra
no es un objeto, o un acción contemplativa, sino, una totalidad donde
todo el devenir desde el cual se compone el trabajo, construye una vivencia,
donde no hay ni contemplación ni contemplados, donde no hay una línea
divisora arte-público ni límites existentes que secesionen y
definan a la obra, separándola, sino un fluir constante que modifica,
transforma, donde se confunde, significa y re-significa la vivencia, donde
el sentido de intersubjetividad es horizontal, todo en relación constante,
bella, sensible, creando el silencio, el espacio para la pregunta simple, la
que cada uno desea y necesita, donde no importa el arte ni el artista, sino,
todo el acontecer colectivo, recuperando ese espacio sensible en el cotidiano,
en cada uno, creciendo con y desde el otro, donde cae la individualidad y el
individuo, donde somos parte de un todo, y ese todo se construye desde nos,
con nos, felizmente iguales, en la diversidad del encuentro que plantea el
performance, donde la esencia del performance, del arte, es que él,
ya no importa y si la vivencia colectiva, el conocimiento sensible que se genera
y comparte, olvidándonos qué lo genera, olvidándonos del
arte, donde el performance, comienza a ser, una estética del encuentro.
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