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El
Realejo de Granada es el lienzo de Raúl Ruiz, el Niño
de las Pinturas. Esquinas y edificios decaídos se quitan años
y aparecen lustrosos con el depurado e impactante maquillaje de este
joven graffitero de 31 años. Cuando la metamorfosis del barrio
derriba alguna de sus obras, él busca hueco para dibujos con
la firma de El Niño… o Sex, su segundo seudónimo.
Así amplía su huella, muy apreciada y a veces denostada
entre los vecinos.
Los viajes han sido una constante en la trayectoria del Niño de las pinturas. Las calles de Argentina, Portugal, Francia, Venezuela, Holanda, Italia, Hungría o Bélgica tienen su sello de arte efímero, cuyas mejores obras recogió el libro A través del muro. Los ojos de Raúl se iluminan cuando recuerda sus inicios y las primeras cartas con otros graffiteros en los años ochenta: “Era un rollo muy bonito. Todo artesanal y underground. Sólo decíamos aquí te mando un taquito de fotos… espero que te molen“. Mientras en Londres y Parìs museos como Tate Modern y el Centro Pompidou han comisionado artistas del graffiti como L’Atlas para crear obras, las ciudades andaluzas les persiguen. La apertura de miras aùn no ha llegado al Sur, y la mayoría de ciudades sanciona los murales por ley, en forma de ordenanzas municipales. Y no siempre el riesgo de ser cazado por la Policía Local compensa, ya que la broma puede oscilar entre los 750 y los 1.500 euros. “Me parece una vergüenza tener que defender esto. Si volvemos al debate de graffiti, vandalismo o arte, podríamos seguir con la duda de la publicidad, agresión o embellecimiento“. La
originalidad de Raúl es indiscutible. Junto a sus bellas composiciones,
rodeadas a menudo de firmas y eslóganes cutres, las paredes
sudan frases surgidas de la escritura automática. “Si
no había una frase pensada, suele salir. Aunque a veces reconozcas
hoy he pinchado“. En el muro bajo su casa y junto a una montaña
dibujada de sprays y una preciosa furgoneta Hanonag roja, Raúl
ha razonado su leitmotiv: “Y haciendo cosas que rompo / para
arreglarlas / y volver a romperlas / paso mi tiempo / y el tiempo
se acaba”. Cecilia
Bogaard |