Keith Haring logró con sus dibujos de hombrecitos de colores reflejar los acontecimientos que sacudían a la sociedad de su momento, alegró con sus  murales el metro de Nueva York y pintó cientos de carteles que mostraban su propio universo.

Renuncia a pintar bóvedas y muros de los palacios y se aplica a pintar las paredes del metro neoyorquino de los años 90. En los 80 mira con curiosidad las pintadas de los chicos graffiteros, que rotulan con aerosoles los muros de las tapias y los vagones del metro, de allí su colaboración con LA II, Ángel Ortiz, un famoso pintor de graffitos. Inventa el vocabulario de la imagen, un esperanto visual, caricaturiza la información, la simplifica. Después de su muerte en febrero de 1990, su Save Sex y el diseño de carteles para las organizaciones antisida inundaron el mundo.