libros


volver
La letra E
Augugsto Monterroso
Alfaguara
Madrid, 1998


 

En La letra e (fragmentos de un diario) (1987), Monterroso brinda a sus lectores la posibilidad de recuperar y compartir con él algunos momentos importantes de su vida entre 1983 y 1985. La obra participa del impulso autobiográfico propio de un género al que el autor había hecho alusiones concretas en obras anteriores. En La palabra mágica había reflexionado de forma ambigua ante la proliferación de escritores que contaban su vida, si bien señalaba que «sólo la forma de contarlo diferencia a los buenos escritores de los malos»; en Lo demás es silencio, se inscribía la biografía de un personaje ficticio, el escritor Eduardo Torres, de manera que, a sabiendas de la afición de Monterroso por experimentar en cuanto a formas literarias abiertas a nuevas necesidades de expresión, La letra e resulta ser la obra apropiada con la que se descubre en carne y hueso, tanto en lo personal como en lo profesional, ante sus lectores.
Pero, ¿llegamos a conocer, de verdad, a Monterroso a través de los fragmentos que componen La letra e? Está claro que en estas páginas no se revela un Monterroso único ni homogéneo, sino que, al contrario del yo absoluto que marca el relato autobiográfico, en La letra e, se apunta un yo plural y heterogéneo, gracias a la particular forma de presentarse: en todo momento necesita compartir y apoyar sus experiencias y reflexiones en los otros y, en último término, en los propios lectores.

Ahora bien, La letra e descubre a Monterroso en múltiples facetas, bien en relación con los espacios privados e íntimos, bien en relación con los públicos: se emociona antes las más pequeñas manifestaciones de la naturaleza, como un pájaro, una ola, un árbol; siente miedo ante una nueva publicación suya; adora viajar a ciudades en las que encuentra huellas de sus escritores preferidos, como París por Cortázar y Viena por Kafka; se siente feliz cuando recibe el Premio Villaurrutia en México; se enoja ante las críticas perversas hacia su obra; se intimida cuando tiene que presentarse ante el público para hablar de sus obras; odia las entrevistas; envidia a los escritores que tienen más éxito que él; ama a José Martí, a Centroamérica y a todo lo latinoamericano; defiende a los escritores comprometidos con las causas sociales y ataca el imperialismo norteamericano que abusa de los países del Tercer Mundo; participa como jurado en la concesión de diversos premios literarios y se siente angustiado ante la responsabilidad de ser justo; confiesa que un diario no tiene porqué revelar el verdadero «ego de un autor»; critica ciertas adaptaciones literarias clásicas para la literatura infantil; revela tener sentimientos de inferioridad, se muestra irónico ante sus propias confesiones en este diario de viaje; se muestra inflexible ante la hipocresía humana y desconfía de los elogios, aunque le suenen bien; le angustia escribir, al tiempo que le asalta la tentación de dejar esta tarea; le gustan las reuniones con los amigos, viajar en tren, ir a librerías donde puede adquirir buenos libros; le apasiona la música clásica; admira a Luis Cardoza y Aragón, también a Borges y a Cortázar, entre otros escritores latinoamericanos.

En suma, La letra e está escrito con la E de la estética más familiar a Monterroso, vale decir, la fragmentaria, la breve, la concisa, pero no por ello menos intachable, depurada y bella. También está escrito con la E de la ética monterrosiana: la de mostrarse desnudo, como escritor, ante sus lectores, para retarlos a que lo acepten, tal cómo él es, para siempre.