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> Fuente de Letras. La anatomía Extraído de |
La tipografía no sólo es una abstracción sino también un misterio, para ese ente abstracto que es "el lector habitual", muy concreto a la vez ya que puede ser usted mismo. Es un misterio de lesa invisibilidad, desvelado hacia 1930 por expertos encabezados por Stanley Morison y Beatrice Ward. El primero admitió que, en un texto impreso, el estilo y la forma de las letras no son la aspiración principal del lector; la segunda aludió a la metáfora de una copa de vino de cristal fino y transparente, cuyo estilo y forma -como la tipografía al lector habitual- pasan desapercibidos al bebedor consumado. Y es una abstracción evidente el alfabeto tipográfico en sí mismo, pues si bien entra por los ojos sin percibir estilos ni formas, se diseñó tras el costoso proceso de unificación de un trío heterogéneo, de una disparidad geocultural sorprendente. Veamos, si no: las mayúsculas se basan en la escritura epigráfica difundida por el Imperio Romano; las minúsculas surgen de la Europa bárbara sojuzgada por Carlomagno, denominadas, con propiedad, carolingias; mientras que las cifras -del uno al nueve- proceden de remotos y legendarios imperios indoarábigos. Fue a partir de esa dispersión original, genialmente domesticada, que se crearon fuentes tipográficas de proporciones áureas, únicas en la historia, no sólo del conocimiento sino también del arte. Pero pese al empeño en el diseño, el misterio, refractario crónico a la hazaña de integración de tan babélico mestizaje, duerme un sueño profundo en el subconsciente colectivo. Un sueño que, por lo visto, se dispone a interrumpir la luz fría del ordenador.
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