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> Calder. La gravedad
y la
gracia.
Comisariado: Carmen Giménez y
Alexander S.C. Rower
Fundación Guggemheim-Bilbao
18 marzo 2003 - 07 octubre 2003
http://www.guggenheim-bilbao.es/secciones
Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía
28 de noviembre de 2003 - 16 de febrero de 2004
http://www.museoreinasofia.es/exposiciones
+
info
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A
lo largo de su carrera, el potencial cinético del arte fue un
interés prioritario para Alexander Calder. Empleando el lenguaje
de la abstracción, capturó el movimiento en una serie de
estructuras que ofrecían alternativas radicales a las nociones
existentes sobre escultura y que tuvieron un profundo impacto en la historia
del arte del siglo XX. La exposición Calder. La gravedad y la
gracia recorre la visión singular de este artista a través
de una selección de esculturas creadas a lo largo de cinco décadas
de dedicación a la forma abstracta, y pone en evidencia cómo
el deseo de Calder de crear un tipo de arte que evocara la vida generó en él
una preocupación constante por la fuerza de la gravedad, la circulación
del aire y la intervención del azar.
Calder (Lawnton, Pennsylvania, 1898 - Nueva York, 1976) era hijo de dos
artistas y, pese a que su formación académica era la ingeniería
mecánica, su inclinación artística prevaleció.
En 1923 entró en la Art Students League de Nueva York. Al año
siguiente, gracias a su habilidad para el dibujo consiguió trabajo
como ilustrador en el National Police Gazette y, en 1925, ese mismo periódico
le encargó las ilustraciones de los espectáculos del circo
Ringling Bros. and Barnum & Bailey. Esta tarea de dos semanas despertó en él
la fascinación por el tema circense, que finalmente dio como resultado
su Cirque Calder (Circo Calder), una performance en la que intervenían
figuras creadas con alambre. En ella el propio artista hacía las
veces de maestro de ceremonias, jefe de pista y titiritero accionando manualmente
el mecanismo, y todo ello iba acompañado por música y efectos
sonoros. Circo Calder se estrenó en París en 1926 después
de que el artista se trasladara allí y se repitió en años
posteriores a ambos lados del Atlántico. Calder siguió trabajando
en otros medios como la pintura, el dibujo y la escultura, sin embargo,
fueron estas performances las que le permitieron entrar en contacto con
algunos miembros de la vanguardia parisina entre los que se encontraban
Le Corbusier, Fernand Léger, Joan Miró, Piet Mondrian y Theo
van Doesburg.
La estética de Calder se vio alterada significativamente tras su
primera visita al estudio de Mondrian en París en el otoño
de 1930. Al contemplar las sobrias composiciones geométricas del
artista holandés, Calder se vio abrumado por la intensidad de sus
formas y se las imaginó en movimiento. A partir de aquel momento,
dejó de hacer las esculturas figurativas de alambre que venía
realizando desde 1926 y adoptó un lenguaje escultórico enteramente
abstracto. En 1931 entró a formar parte del grupo Abstraction-Création
y, aquel mismo año, en una exposición en la Galerie Percier,
Calder exhibió una serie de obras abstractas que hacían referencia
al mundo natural y a las leyes de la física que lo rigen. Construidas
con alambre y madera, muchas de estas obras evocan la disposición
del universo.
También en 1931 comenzó a construir esculturas compuestas
de partes móviles independientes que se activaban mediante un motor
eléctrico o mediante una manivela manual. Marcel Duchamp las bautizó como
mobiles (móviles), un juego de palabras que alude al doble significado
del término en francés que implica tanto el motivo como el
movimiento. El movimiento autónomo era la principal preocupación
de Calder. Sin embargo, ya en 1932 había empezado a crear obras
colgantes activadas únicamente por el aire. Sus primeros móviles
se componen de piezas de madera tallada o de trozos de metal que, unidos
con alambres, penden de soportes horizontales interconectados y cuelgan
del techo. Muy pronto comenzó a utilizar materiales industriales
en sus estructuras cada vez más elaboradas, incluyendo piezas planas
de metal que a veces doblaba o pintaba. Estas estructuras eran los equivalentes
escultóricos de las figuras biomorfas flotantes de los cuadros de
Miró y de los relieves amorfos de Jean Arp.
Fue Arp quien acuñó el término stabile (estable) en
1932 refiriéndose a los primeros universos no motorizados de Calder.
Aunque las piezas son inmóviles, la dinámica forma tridimensional
del stabile sugiere su potencial cinético y exige el movimiento
físico del espectador, que debe rodear la obra para contemplarla.
También creó un híbrido de móvil y stabile,
el standing mobile (móvil en pie), que consiste en una base fija
y una serie de piezas que cuelgan libremente. Profundizando en su interés
por la física del mundo natural, Calder concibió sus constelaciones
durante 1942-43. Las constelaciones, realizadas en una época de
escasez de metal ocasionada por la guerra, fueron creadas uniendo formas
de madera talladas a mano -algunas pintadas y otras no- a los extremos
de varillas rígidas de acero.
En 1951 ideó una nueva combinación de móvil/stabile
cuya estructura está relacionada con sus constelaciones. Se trata
de las llamadas torres que se fijan al muro mediante un clavo y que están
compuestas de una estructura con objetos móviles suspendidos de
ella. El sonido, que había estado presente en el proceso de Calder
desde 1932, pasó a ser el centro de sus exploraciones de aquella época.
Desarrollados hacia 1948, sus gongs incluyen un percusor y un plato colgado
que suena y los movimientos impredecibles de las piezas hacen que emitan
sonidos sorprendentes. El color también es especialmente importante
en sus obras tardías. El artista se limita fundamentalmente al uso
del blanco y del negro -los extremos opuestos del espectro-. El rojo era
su tercer color favorito, después venían el azul y el amarillo,
los otros colores primarios. Aunque en ocasiones había utilizado
colores secundarios, llegó a la conclusión de que estas derivaciones
cromáticas sólo servían para confundir el efecto estético.
A partir de los años cincuenta, el tamaño de sus obras va
en aumento, en parte porque a menudo le encargan esculturas para exteriores
o para grandes atrios. Estas gigantescas estructuras se relacionan con
sus emplazamientos de una forma notable: implicando al espacio circundante
y a los espectadores que se mueven a su alrededor.
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