Peter Greenaway nació en Inglaterra. Comenzó su
formación artística como pintor. Trabajó como
montador para la Oficina Central de Información (1965) y
comenzó enseguida a hacer sus propios cortometrajes y películas
(1966). Continúa ilustrando libros, escribiendo novelas
y pintando.
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El día del cumpleaños
de Nagiko, su padre, un calígrafo
de Kyoto, escribe en la cara de su hija su nombre, mientras recita
una fórmula que se antoja un versículo del Génesis.
Luego escribe su propio nombre en el cogote de la chiquilla, para
darle vida, como hiciera Dios.
Cada año se repite la misma ceremonia. La relación
entre padre e hija trasciende así la mera sanguineidad,
el plano físico de la reproducción. ¿Es el
juego de la Creación a nivel microcósmico?. ¿Es
una posesión a la vez que una relación familiar?. ¿Es
Pigmalion o Frankestein o ninguno de ellos?.
" Cuando Dios modeló con
arcilla al primer ser humano
le pintó los ojos, los labios y el sexo.
Luego escribió el nombre de la persona para que no lo
olvidara..."
Su tía lee a Nagiko cada noche el libro Makura no Sôshi,
Diario Intimo*, de la Dama Sei Shonagon, una cortesana del Kyoto
del siglo X, en pleno Periodo Heian. La riqueza exuberante de las
descripciones de Sei Shonagon, el hecho literario, el libro mismo
como entidad y la lectura y la escritura acompañarán
a Nagiko a lo largo de toda su vida hasta hacerle decir que "los
mayores placeres de este mundo son los de la lectura y los de la
carne". Ella los conjuga con la voluntad de transformar su
cuerpo en soporte de escritura y usar otros para plasmar su creación
literaria.
" Estoy convencida de que hay dos
cosas en la vida que son
fundamentales: las delicias de la carne y la delicias de la literatura.
Yo he tenido la suerte de disfrutar de las dos por igual..."
" Si no existiera la literatura... qué terribles depresiones
sufriríamos..."
Tras su matrimonio, decidido en la infancia con los auspicios del
editor de su padre que llegará también a publicar sus trabajos, se inicia
su viaje iniciático. Buscará amantes que escriban sobre su
cuerpo. Pero la conjunción del amante diestro en las artes sexuales
y con profundidad espiritual y maestría caligráfica no abundan.
Serán primero los kanjis los que se representen sobre
su piel. Más tarde cualquier grafía será investigada
hasta dar con Jerome, un escritor y traductor inglés afincado
en Hong Kong, que cambiará su actitud. Ël se ofrece
para ser el vehículo que lleve sus escritos al editor, con
el que mantiene una relación homosexual, como antaño
parece que mantuviera el padre de Nagiko.
Ella y su editor competirán
por Jerome hasta un desenlace terrible. Mientras nos vemos bombardeados
por emociones, sensualidad,
refinamiento, un fetichismo evidente y otro solapado que queda
hurgando en recovecos de nuestra experiencia. El mensaje y el mensajero
se funden. La piel es poseída por el escritor y el lector,
pero, ¿poseemos también el cuerpo y la persona del
mensajero?, ¿poseemos/nos poseen así los libros?.
Las constantes alusiones al libro de Sei Shonagon, la música
que acompaña, seduce y golpea, el montaje magistral con
el toque personalísimo de Greenaway... todo ello hace de
esta película una joya que hay que ver varias veces para
penetrar en cada una de sus capas.
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