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La letra desde el
discurso psicoanalítico
Entre el matema y el arte
Carlos Bermejo


Previas

Es necesario entender una serie de definiciones, para no extraviarse con este término en el discurso psicoanalítico, porque el uso de la letra no es exactamente el mismo que de ella hacen otros discursos. Veremos al final de este ensayo cómo opera la letra en el caso de artistas pero primero hay que pasar por la doctrina.

La estructura del lenguaje y la significación de la palabra

El psicoanálisis lacaniano, que toma la estructura del lenguaje para que sobre ella se sostenga todo el entramado de la doctrina, nos impone diferenciar tres elementos: Estructura del Lenguaje, Palabra y Escritura. Las dos últimas pueden darse sin estar sometidas a la primera, aunque a nosotros nos importarán cuando sí que lo están. Obviamente, fallos en dicha articulación nos explican retroactivamente ciertas patologías. La estructura del lenguaje no es la estructura de una lengua concreta o de las lenguas en general, la estructura del lenguaje hay que establecerla paso a paso según avanza la doctrina que se desprende de la praxis del psicoanálisis.

Veamos algunos elementos de dicha doctrina. El elemento mínimo es un significante y solamente, a diferencia de la teoría de la lengua de base saussuriana, hay significante si hay como mínimo dos. Luego, en principio, no hay significante aislado o único (1). A diferencia de la teoría del signo en la lengua, no se trata de la representación de un significado por un significante, representación vertical, sino la articulación horizontal de un significante con otro significante. Esta doctrina del significante deja fuera de la doctrina la sintaxis propia a los signos lingüísticos.

La sintaxis y la semántica se reutilizarán, sobreañadidas a la retórica de la significación, en lo que Lacan denomina Lalengua para obtener de la estructura del leguaje el efecto de sentido, efecto siempre posterior al de sujeto y paralelo al de significación.

La estructura mínima del lenguaje está formada por una agrupación de significantes, denominado batería significante, aspecto sincrónico del significante. Es una de las propiedades del Otro lacaniano. Dichos significantes se despliegan en la diacronía en lo que Lacan teoriza como cadena significante. Ella tiene una lógica propia. Sobre esta estructura sincrónica y diacrónica se establecen varias posibilidades fundamentales: una, la elección de un significante; dos, el bricolaje con el significante; tres, la sustitución de un significante por otro. Para establecer la relación de la estructura del lenguaje, Otro y cadena significante, y articularlos con la Palabra, Lacan recurre a la intersección de dicha cadena significante con otra segunda denominada del discurso común o de la intencionalidad. Véanse dibujos:






Esta segunda cadena tiene en el lugar sincrónico el sistema de Lalengua, tesoro metonímico, y como cadena o pseudo-cadena la palabra vacía del discurso común.

Estas dos cadenas diacrónicas se intersectan (2) en dos puntos: uno, sincrónico, en el que coinciden el Otro de la batería significante y el tesoro metonímico (metonimias antiguas cristalizadas) de Lalengua; dos, simultáneo, en el que se acaba el producto de las elecciones y sustituciones en una significación o metáfora que no es sólo una sustitución (3) . Lacan no sitúa un punto para la metonimia que no es únicamente la combinación (4). Consúltense las dos fórmulas que ofrece de ellas en el escrito citado más abajo. Véase dibujo en el que se ha doblado la flecha del discurso común para interseccionar una segunda vez sobre la cadena significante:



Las dos operaciones son generadoras, además, de sentido si añadimos sobre la retórica de la metáfora y la metonimia la sintaxis y la semántica de Lalengua. La primera, traspasando la barrera del significante al significado y la segunda no. Aunque al final de su obra Lacan sitúa la metonimia como la que traspasa dicha barrera en sentido contrario: como contabilidad del goce.

Para hacer las elecciones, el bricolaje y las sustituciones, soporte de las operaciones metáfora y metonimia, el Inconsciente se apoya en el soporte material del significante. Este soporte es la primera definición de letra, es una definición fonética de la letra, son los alófonos y su constitución mediante rasgos: palatal, fricativa, dental etc. Las letras que pueden ser escritas desde el discurso (5) de la fonética con el alfabeto fonético internacional. Si siguiéramos descomponiendo dichas letras acabaríamos en las frecuencias sonoras, escritas como letras desde el discurso de la física del sonido. Sin ese soporte material no habría posibilidad de ningún bricolaje con el significante. La letra es un intermediario, ni un principio ni un fin.

Tenemos, pues, que la letra, sin ser nunca el elemento primario de la estructura del lenguaje, es la herramienta o el instrumento sobre el que se apoya el Inconsciente para hacer sus operaciones. Sin ella sería imposible construir un lapsus o cualquier formación del Inconsciente de estructura semejante. Incluso el síntoma.

Entre el punto de sincronía y el de simultaneidad, como si fuese un fuelle que se obtura y se abre, tenemos el tiempo lógico. Instante de mirar para el punto de sincronía, tiempo para comprender en la retroacción entre las dos intersecciones, momento de concluir para el punto de simultaneidad. Como el proceso debe repetirse, introduce Lacan la escansión como “significante temporal”. Con ella la conclusión en el punto de simultaneidad vuelve al punto de sincronía donde se almacena y en ese momento el grafo se obtura. Tenemos así un movimiento de apertura y conclusión de derecha a izquierda y vuelta hacia la derecha del grafo. En el caso de un proceso subjetivo esta apertura y conclusión debe repetirse varias veces, así que de nuevo se abre el grafo y vuelve el tiempo de comprender y el momento de concluir y se concluye de nuevo en una nueva escansión. El proceso puede repetirse muchas veces terminando cuando el momento de concluir se reduce al instante de la mirada. Haciendo que a cada significación le corresponda, además, el sentido y una identificación secundaria si tenemos en cuenta la tópica narcisística sostenida gracias a otro registro: lo imaginario y su complejidad.

La estructura del Otro y la cadena significante está perfectamente trabajada en los Escritos “Seminario de la carta robada” y “La instancia de la letra en el Inconsciente freudiano…”. También se puede leer en la primera parte del Seminario V sobre “Las formaciones del Inconsciente” en relación al efecto del sentido, o en el Seminario VI, “El deseo y su interpretación”. La dimensión temporal está trabajada en el Escrito “El tiempo lógico y el aserto de incertidumbre…”.

Lacan denomina una Instancia a la letra, que se realiza, porque para definirlas como letras hay que pensar que, en un texto con el doble sentido de textura, la misma letra aparece formando parte de muchos significantes pero es la misma letra. El lógico Peirce decía que cada realización de una letra en un texto es una instancia.

La estructura del lenguaje y los discursos

El discurso psicoanalítico no sólo se basa en la significación y el efecto de sentido, sino que hay que añadirle el término de goce, que Freud empezó a teorizar con el concepto de pulsión. Para articular la pulsión con el Inconsciente y la Palabra, Lacan añade una segunda cadena significante, la de la enunciación, dejando la primera definida como la del enunciado. Pero el punto sincrónico de esta segunda cadena en su intersección con la primera pseudocadena es tratado con mucho mimo de forma que no se convierta en un segundo Otro, lo que tendría como consecuencia que habría un Otro del Otro. Para ello sitúa una fórmula de la pulsión sincrónica; véase el Escrito “Subversión del sujeto….”, . Transforma el segundo tramo de la pseudocadena del discurso común en la cadena de la Demanda y, por unas operaciones que no explicamos, aparecen los significantes pulsionales que, aunque son sincrónicos, pueden desplegarse diacrónicamente en esa segunda cadena de la enunciación.


 

Si denominamos ahora a los significantes de la cadena del enunciado S2 y los de la cadena de la enunciación S1 tenemos que el Inconsciente y el Ello, reservorio pulsional, copulan mediante las dos cadenas para producir al sujeto en su temporalidad y en su anterioridad lógica a cualquier advenimiento del significado. Esa copulación no está asegurada y produce serios problemas, que es donde se sitúa la dirección de la cura.

Es ahí donde toma relieve la definición del sujeto como lo que representa un significante, S1, para otro significante, S2, que no lo representa en ningún caso. Por eso, si esa copulación se pierde y queda sólo el primer piso, el sujeto ha muerto y estamos en la psicosis. No es la rotura de la retroacción del piso del enunciado lo que produce la psicosis, sino la des-articulación entre el enunciado y la enunciación (6).

Podemos poner esa constitución temporal del sujeto mediante el matema del discurso del amo:

Podemos aplicar la misma lógica del tiempo al segundo piso en su simetría con el primero, pero lo importante ahora es que aparece un concepto nuevo que es el de pulsación. Es la apertura entre el enunciado y la enunciación, es decir, la apertura horizontal de abajo a arriba. Ésta es la forma como hay que entender ahora la apertura y el cierre del Inconsciente: la doble articulación de apertura hacia la izquierda de las tres cadenas a la vez, dos del significante y una del significado, y la apertura hacia arriba de las dos cadenas significantes. En este sentido hay que entender la frase lacaniana de que a la pregunta sobre el deseo “qué me quiere el Otro” hay que responder en el piso de abajo, pero con los significantes del piso de arriba. Es decir, en términos de pulsión (7). Por eso en el grafo sitúa el goce y la castración en el piso de la enunciación.


La cuestión del objeto y la falta en el Otro

Hemos explicado la articulación entre diferentes significantes pero no por qué aparece el objeto @. El objeto que tapona al Inconsciente cuando se cierra. El axioma es que el significante no puede significarse así mismo. Por eso el Otro está barrado y no puede dar cuenta de sí mismo. Esto es un hecho de estructura ¿sincrónica o diacrónica? Apostamos a que es un hecho sincrónico situado mediante la diacronía en la operación simultaneidad. La cadena del significante de la enunciación no puede ser un metalenguaje de la pseudo-cadena de la Demanda (8); es lo mismo que Freud indicaba diciendo que no existe la identidad de percepción. Si no hay homología posible entre las dos cadenas del significante y del significado, no existe el metalenguaje . Ahora bien, esa rotura del metalenguaje (9), , tiene dos consecuencias:

a) La significación en el piso de la enunciación debe producir un significante positivo que nos lo indique, que nos indique, desde el significante y mediante una operación significante, que el Otro está barrado: es el significante de una falta en el Otro, S( ). Es fundamental entender que es una significación que no produce un efecto de sentido, sino un significante. Produce un significante porque en el piso de la enunciación el significante de la cadena aplica sobre el significado que son significantes de la Demanda y no sobre significantes del discurso común. Esto tiene mucha importancia porque supone ya estar en el campo de lo escrito y no sólo de la Palabra.

b)
Eso que se escapa en el intento de sincronizar la cadena de la enunciación y la de la Demanda, lo que no puede ser significantizado y por tanto nunca puede ser un significante es denotado por Lacan como objeto, el objeto @. Entendemos así que el significante de una falta en el Otro y el objeto @ son uno la dobladura del otro. La lógica moderna lo estudia mediante las clases combinatorias y deduce de ellas que el todo atributivo no puede igualarse al todo distributivo. Pero ellos no construyeron como consecuencia el objeto @, éste es de la cosecha psicoanalítica y de la doctrina Lacaniana siguiendo la pista de Freud y de diversos autores.


La cuestión de los discursos y el Inconsciente. El aparato de escribir

El paso siguiente que da Lacan es ampliar a más combinaciones la estructura de copulación de las cadenas, los cuadripolos, dentro de la relación entre el campo del sujeto y el campo del Otro. De esta forma, entre el campo del sujeto y el del Otro pueden darse 4 estructuras distintas entre los cuatro elementos constitutivos del sujeto que nunca acaba de construirse. Son los cuatro discursos. No los desarrollamos, pero indicamos lo que nos importa. Creemos que el Inconsciente, en tanto tiene una dimensión temporal que ya hemos explicitado, la pulsación que debe ser mejor estudiada, está más allá de un discurso en concreto, aunque donde mejor se plasma es en el discurso del amo como constituyente. Pero por otro lado Lacan indica que sólo se capta algo del Inconsciente en el discurso histérico. Evidentemente nos haría falta construir tres grafos semejantes al de “Subversión del sujeto…” para dar cuenta de la articulación de los otros tres discursos y su temporalidad. De forma que no se nos escape la dit-mensión temporal de cada discurso del que sólo disponemos del matema espacial.

Ahora, entre el significante y el significado, en la barra, actúan los discursos en tanto ellos son una estructura de articulación de las cadenas significantes entre ellas. Se produce una pregunta: ¿cómo y mediante qué la pasión del significante, articulado en discursos o no (10), actúa sobre el significado? La respuesta de Lacan en el Escrito “Lituraterrre” es cristalina: mediante un aparato de escritura. Lacan recoge la pregunta que se hace Einstein para la ciencia. Abordamos así lo que nos indica en “El des-atrape del Sujeto supuesto Saber”. En el discurso científico se produce una escritura, o mejor dicho, de él se desprenden letras en forma de fórmulas y con ellas se ortopediza un real. Aunque sea respetando sus leyes, se lo pone trabajar de forma conveniente: es la Wirklichkeit. Tenemos así un discurso que produce una teoría sobre lo real. Dicha teoría produce letras, y con ellas hemos llegado a la Luna.

No está de más recordar que una doctrina puede ser delirante y el método experimental es la condición de que dicha teoría esté amarrada a lo real y no quede suelta. Es el método tan caro a la ciencia. Ahora bien, que el método asegure que la fórmula sea correcta y aplique bien sobre lo real no deja de ser sorprendente. Newton cuando le preguntaban “¿Cómo es que es así?”, contestaba “Hipótesis non fingo”. Pero Einstein es un poco más inquieto y se pregunta más allá de la justificación experimental ¿Cómo es que las fórmulas hechas con letras coinciden con lo real?

Einstein se da cuenta que de un discurso se desprenden (ruisseler) letras y que es mediante éstas que actuamos sobre el significado. Exactamente como del discurso analítico se desprenden las letras del álgebra lacaniana. Por mucho que la experimentación se lo justificase quería saber por qué. Por eso construye un Dios para la ciencia, un Dios matemático y no des-honesto. Un Dios que no cambiase las leyes de un día para otro de forma que el experimento de hoy se pudiese comparar con el de mañana. Ese Dios es el que Lacan relaciona con el de Pascal, del que se desprendería una ciencia sin conciencia, y debemos recordar que Lacan no parte ni de la buena-Fe del Otro ni de la mala-Fe sino de la no-Fe del Otro. Este Dios algebrista y cientificista es el Dios que está detrás de nuestra subjetividad actual y, como es un Dios al que hay que suturarle la falta, la consecuencia es que vivimos una pandemia de depresión y euforia, una época “afectiva”. No es casualidad que con este Dios se construyera el nazismo como máquina perverso-psicopática. Para ello fue necesario el pasaje al acto del leninismo de una doctrina de la historia que se pretendía científica. ¿Qué faltaba? Pues la imputación de mala-Fe que no estaba en la ciencia, pero si en el odio de clase.

Tenemos así un punto fundamental para establecer la transferencia como la introducción de dicho Dios en el psicoanálisis: el Sujeto supuesto Saber. Un Dios que sabría lo que el sujeto no ha conseguido todavía saber. Un Dios depósito del Saber.

Volvamos a la letra: estas letras que se desprenden del discurso, que se escriben desde el discurso, aunque pueden ser las mismas materialmente que las fonéticas de la materialidad del significante, ya no tienen la misma función porque han pasado a estar constituidas por el rasgo escrito. Y lo que no debemos, una vez más, es situar lo escrito como un metalenguaje de lo hablado; para eso Lacan sitúa algo que no debemos olvidar en el Seminario IX: la letra desprendida de la rotura del significante, en su dimensión de semblante, para escribirse necesita un alfabeto, es decir, no forma sistema o batería como el significante. Un alfabeto ya no es ni un sistema o batería ni un Otro, es simplemente un soporte para la escritura. ¿Y de dónde procede? Pues de otro discurso, habitualmente del económico del mercado, tal como hemos expuesto al comienzo de este texto. Un analizante debe aprender a leer en su Inconsciente, y obtener o construirse, si es el caso, su propio alfabeto para curarse. Evidentemente de forma distinta si es un neurótico o si es un psicótico, pero son éstos los que nos marcan el camino. La doctrina psicoanalítica no es más que el depósito de significantes letrificados como matemas de las letras que los autores se construyeron para curarse o que escucharon en la cura de los demás.

El avance que Lacan consigue sobre Einstein es que piensa que es así como rayamos lo real, (ravinement), y nos deja una pregunta inquietante: ¿tratamos el significado con las letras que producimos con nuestros discursos basados en la estructura de lenguaje, y por tanto no sabremos nada de lo real? Pues sí, ésa es la tesis, de ahí que sólo podamos anclarnos en él mediante la triskelización de los registros en operaciones de otro tipo que comienza vislumbrar a partir del Seminario “Los nombres del padre”. Aplíquese esa tesis a la ciencia y se verá cómo se esfuma la isomorfía entre lo simbólico y lo real de los metodólogos, y quizá se entenderá por qué cuando más ciencia hay más se muere el planeta. La vida mejor como promesa del descubrimiento científico deriva en la muerte lenta y el envenenamiento de nuestro entorno y de nosotros mismos. ¿Eso por qué? Pues porque hay un camino inverso del significado al significante, un camino también mediado por la letra que denomina el arrebato (ravissement). Para que esto ocurra, algo de lo real (11) se escribe sobre lo simbólico, sobre el significado en un primer tiempo para poder pasar después al significante, al igual que le pasó a Madame Curie cuando encontró una radiografía de una llave donde no debía haber nada; el significado. Eso que escribió la llave le escribió a ella un cáncer en el organismo, pero por el camino pasó del significado al significante denominándose radioactividad (12).

Con lo que se capta que el concepto de escritura en Lacan no se refiere sólo a la escritura ortográfica habitual, sino que tiene dos acepciones: una, la mediación entre el significante y el significado, lo que escribe el Inconsciente o se escribe en él; dos, el rayado en lo real. Este segundo es el cincelado sobre lo real desde lo simbólico en el que la letra es el soporte (y el instrumento será el “cincel y martillo” que cada uno use) y requiere operaciones sobre los tres registros y no sólo del Inconsciente (13). No hay real del Inconsciente sino que éste actúa o recibe de él. En esas operaciones existe también el camino inverso: las letras que se nos graban en el cuerpo cuando desde lo real se escribe algo. Dichas letras deben pasar a formar parte del significante y entonces puede el Inconsciente formar una metonimia que lleve la contabilidad del goce. O lo que es lo mismo: que al pasar la letra (tal como nos cincela lo real) al Inconsciente formando parte de la metonimia convierta, lo que sea que haya en lo real, en goce y éste pueda ser trabajado por el Inconsciente con operaciones significantes. El ejemplo de Lacan es la araña tejiendo la tela, primero marca luego huella después letra (un hexágono) y finalmente un significante si se articula con otro.


Lo escrito y el decir. Mas allá del significado

La pregunta que viene a continuación la modulamos así: ¿nuestro real es como el de la ciencia o como lo supone la ciencia? Hemos de contestar que no, ya que lo real de la ciencia es lo necesario. Evidentemente desde lo simbólico podemos incluir lo imposible como su negación; sobre dicha negación actúa la Verneinung si se hace con un discurso. En psicoanálisis las cosas se complican un poco más: Freud situó la pulsión como un concepto que mitificaba esa escritura de lo real en lo simbólico; era, pues, lo necesario; pero Lacan va a poner el énfasis no tanto en lo que se escribe sino en lo que no se escribe. Esto no lo visualiza Freud, lo importante para Lacan es ese imposible y no tanto la pulsión o los S1 que es lo que se escribe como necesario (no cesa de escribirse) en el lugar de lo que no se puede escribir porque es imposible (no cesa de no escribirse). Es una vuelta de 180 grados. La ciencia pone el énfasis en lo necesario y lo imposible es su negación, el psicoanálisis, por el contrario, pone el énfasis en lo imposible: la relación sexual entre los dos sexos de la especie no puede escribirse, no hay ninguna letra que pueda metonimizarse con un significante que haga esa juntura. Y entonces lo necesario aparece como la negación de ese imposible. Además está temporalizado en forma de repetición con el “no cesa” de escribirse o de no escribirse. Luego cuando se escribe la pulsión algo no pasa a la fórmula de la pulsión y por ende no puede diacronizarse en la cadena de la enunciación. Entonces ¿cómo recoger desde un aparato de lenguaje esta idea de lo que no se escribe y que esté articulado con la Palabra?

Aquí es cuando Lacan pasa al Decir y al Dicho. Es en el decir como ex-istente al dicho como queda lo imposible situado desde el acto de habla. El dicho supone entonces ya la dimensión de lo que sí se escribe en el acto de Palabra. El Inconsciente queda situado entonces entre la Estructura del Lenguaje y el acto de Decir. Es importante darse cuenta que Lacan acaba de situar todas las pulsiones de Freud en el lenguaje. Todo lo que se escribe como necesario lo hace en el paso del decir al dicho, y es como dicho que se sitúa la pulsión freudiana. Queda así articulada mucho mejor la pulsión en la relación al Otro sin que sea necesario desdoblarlo en un metalenguaje de forma mucho más rigurosa que en la fórmula de la pulsión del Escrito “Subversión del sujeto…”. Lo imposible es lo que no pasa en el decir a la cadena de la enunciación. Es una rigorización extremadamente inteligente de lo que Freud denominaba el lenguaje de las pulsiones.

Entonces, quedan las pulsiones ya desligadas de la necesidad biológica y será en un segundo tiempo en el que lo que se escribió atrapará al organismo y sus necesidades (14). Es fundamental darse cuenta que una vez pasado un cierto real al significante podrá actuar el Inconsciente introduciendo la castración como la que dará cuenta de dicha imposibilidad por la vía de lo contingente. Es con la escritura del falo como significante, si es el caso, como se construirá la tópica del Inconsciente: la dobladura enunciado-enunciación sostenida por la función fálica, y lo hará como si fuese un metalenguaje pero que como no existe en un punto se juntarán lenguaje y metalenguaje. Lo harán en el punto que hemos trabajado más arriba como la barra en el Otro.

La Verdrängun del falo constituye al Inconsciente estructurado como un lenguaje, como elemento segundo si en el decir se escribió el falo. Tenemos así dos significantes cuya forclusión (entendida como expulsión una vez se escribió) produce la psicosis paranoica en el primer caso y la maníaco-depresiva en el segundo. Lógicamente, si se forcluye el falo es imposible situar el significante de una falta en el Otro ya que no se constituye el piso de la enunciación diferenciado del piso del enunciado. Pero podemos pensar en psicosis “afectivas”, psicosis narcisistas, con sólo la forclusión del significante de una falta en el Otro y no la forclusión fálica.

El objeto @ y el tercer tipo de letras

La escritura introduce no sólo la escritura de un significante, intermediado por la letra, en forma de marca sobre lo real. En las metáforas fundamentales se triskelizan las cadenas significantes y aparece un elemento que no es significante pero que tampoco es lo real. En el centro del triskel formado por las dos cadenas significantes del discurso y la cadena del significado aparece un tercer elemento definido como el objeto @. Lacan lo teorizó primero mediante el agujero tórico (15) más allá de las cadenas significantes, tema del que ya hemos hablado más arriba. Esta rigorización iba muy bien para la faz de causa del deseo del objeto @. Pero cuando aborda el camino inverso de lo real a lo simbólico, el camino metonímico, tiene que situar la cara de plus-de-goce del objeto @. Es en el Escrito “L’Étourdit” cuando lo aborda. No se trata de un vacío que la cara imaginaria del objeto @, petit @, rellene, sino que se trata de obtener un objeto de los posibles recubrimientos del Otro del goce. El objeto pulsional en Freud. Entonces es cuando ofrece una operación que denomina Involución significante y nos ofrece el objeto @ como la banda de Möbius que resulta cuando se corta una banda de Möbius mediante un corte en ocho interior sobre ella. Dicha banda de Möbius coincide con el corte central de una sola vuelta sobre la misma banda. Es decir, que el camino en el que se obtiene una Banda de Möbius recortando en ocho interior un toro y recosiendo la doble banda que queda por uno de su lados identificado consigo mismo, que se podría invertir por el corte de una sola vuelta, es equivalente a recortar en ocho interior la banda y los dos pedazos forrarse el uno al otro y reconstruir el toro.

Ver texto en nuestro Seminario Virtual Internacional:

La doctrina del corte no situada en el cross-cap sino en la banda de Möbius: L’Etourdit


Más sencillo, el corte de una banda de Möbius por el centro en una sola vuelta es equivalente a cortar una banda de Möbius dentro de una banda de Möbius. ¡El corte es equivalente a una banda de Möbius! Por eso Lacan dice que el corte es la estructura misma de la banda (16). Vemos entonces que el fantasma, como dicha banda de Möbius, puede aparecer y desaparecer, retraerse a dicho círculo o expandirse a una banda de Möbius. Es un descubrimiento magnífico para situarnos cómo al escribirse un significante desde lo real y acceder a lo simbólico aparece, o puede aparecer, ese objeto metonímico al corte mismo que es equivalente al corte mismo y a la vez es un pedazo de superficie. El hecho de que al escribirse un significante Uno quede a la vez un objeto incluido dentro de él pero que puede desaparecer sin ser lo real, nos sitúa con un rigor extremo lo que en Freud es el objeto pulsional. Un más allá del significante pero construido con él y sin ser lo real pero con una pata en él. Si no es un significante y no es lo real ¿qué es? Pues un tercer tipo de letras.

No se trata ni de la letra soporte material del significante ni de la letra que se precipita como escritura desde un discurso en el camino del significante al significado o a la inversa. Se trata de una letra que se escribe en el camino de lo real a lo simbólico, ahí donde no se puede escribir la relación sexual, como un goce de plus al goce introducido por la sustancia gozante del significante donde no se puede escribir, y por tanto se pierde, el goce de la relación sexual (17). El goce que por no pasar por el registro fálico no tiene color sexual, el goce denominado por Lacan @-sexuado.

Por eso tiene tanto interés Lacan en recordarnos el uso distinto de la letra en el álgebra del uso de la letra en la teoría de conjuntos. La primera está ligada a la escritura que se deriva del discurso matemático. Escritura que proviniendo del significante crea unas letras que retroactivamente letrifican al significante para hacerlo dócil para la ciencia: el álgebra con la que se letrifica todo lo posible y que es el Ideal de la ciencia. Por el contrario, en la teoría de conjuntos las letras que designan los conjuntos, y que son los conjuntos mismos si seguimos la tesis de Lacan, nos permiten trabajar el espacio del goce por pedazos y no como significantes. Cada letra es un posible subconjunto de él. Por mucho que desde la contingencia de la función fálica como sostenedora del Inconsciente, desde la tópica del Inconsciente, intentemos dar cuenta de todo el goce que introduce el significante siempre tendremos un resto in-atrapable (si vamos del significante al significado) o un plus (si vamos del significado al significante) que será una letra que se escribió primero desde lo real. Letra que debe formar parte de la nominación del sujeto empotrada en el significante que la significa, empotrada decimos entre las otras letras con las que se ha construido dicho significante. Pero para entender este mecanismo hay que diferenciar radicalmente el goce de lo real. Lo real escribe tanto el significante como la letra del objeto @. Porque el goce no es lo real, hay que construir las fórmulas de la sexuación que diferencian distintos goces. Ello supone pasar al nudo borromeo y abandonar el plano proyectivo para hacer la lógica del goce y sus negaciones.


La letra en el arte

Dónde captar la diferencia entre los diferentes usos de la letra mejor que en el arte. Cuando un pintor pinta “escribe” con los pinceles en su propio alfabeto, si es que ha sido capaz de construirse uno, o de lo contrario usa el de otro colega (18). Pero suele haber siempre un punto en el que escriben, sobre todo si son psicóticos estabilizados, una letra dominante. Letra que va apareciendo por aquí y por allá.

Piénsese en Dalí: sus letras fundamentales son la geometría y la perspectiva obtenidas del discurso matemático. Otra es el color, que es de su propia paleta como alfabeto. Son los soportes materiales de sus significantes. El segundo tipo de letras que escribe desde su discurso, al que incluso dio nombre: paranoico-crítico (19), y que le permiten trabajar el significado, entre otras, son los relojes deformados, en los que algunos ha creído ver al falo. No lo vemos así. Esas letras forman parte de sus significantes ¿Y la letra de objeto @? Creemos que es la que está recubierta por la mirada, esos ojos que aparecen por todos lados. En su propia pose de autorretrato Dalí forzaba el cuerpo, i(a), para presentarnos esa mirada, el abjeto (20) en su cara de “petit @”. Mirada que era evidente que contenía goce, cara del @ como plus-de-goce, ahí donde, como todo sujeto, debía enfrentarse a la relación sexual que no se puede escribir y que le dejaba frente al agujero del sexo de gala estupefacto. No se nos escapa que dichos ojos están siempre ligados a un S1: el corte de la navaja.

Otro ejemplo es Pollock. Hasta que deja los pinceles y empieza a escribir directamente con el bote de pintura no pasa a su época más fructífera. Es un cambio de alfabeto; el chorreo supone no sólo un cambio de instrumento sino que los trazos que deja sobre la tela soportan, como letras ilegibles para los demás, un mundo significante en su dimensión de semblantes. Este pintor nos ayudará a entender el mecanismo mediante el cual opera la letra.


Imágenes, significantes, huellas y marcas

El discurso psicoanalítico implementa tres registros y no dos, como la ciencia. Imaginario construido de imágenes, incluso ideas en el sentido platónico. Simbólico construido de significantes y real como imposible. Entonces en lo real sólo podemos, como mucho, leer y escribir marcas. La marca, como un cráter lunar, no significa nada y de hecho ni existe en principio. Es necesario el registro imaginario que le da en un primer momento una forma, es decir, la convierte en una imagen. Tenemos entonces el concepto de huella: marca+imagen. Gracias a lo imaginario (por eso hemos puesto ejemplos de pintores) el surco que hay en lo real es “detectado”. Insistimos en la necesidad del registro imaginario para ello y la tópica del espejo o narcisística tan denostada en el campo lacaniano. Luego la huella es la imaginarización de la marca, escrito por Lacan así: iR. Ahora viene el segundo paso, la lectura de la huella. Eso sólo puede hacerse desde un discurso en concreto, porque por sí misma no es ni significa nada. Por eso Lacan insiste en el Seminario XX “Encore”, en el capítulo tercero, que la letra no está hecha para ser leída. Pensar que hay letras en lo real que deber ser leídas es volver a la Cábala. Hay que leer las huellas y para ello se necesita el aparato de la cadena significante. Es en ella como puede la huella “representar al sujeto para otro significante”. En ese momento la huella ha pasado a ser un significante un Uno. Pero claro contiene el soporte material que aporta la estructura del lenguaje, que debe ser incorporada por el sujeto. No contiene ninguna materialidad proveniente de lo real. ¿Cómo se efectúa esa lectura y significantización de la huella? Mediante la fonematización de la huella. Es por un acto de lectura en un Decir por lo que puede efectuarse dicho paso en el que, tal como indicábamos más arriba “Lo pulsional” ha quedado situado en un mecanismo de lenguaje tal como Freud lo pensó siempre: "el lenguaje de las pulsiones" lo denominaba. Esa fonematización utiliza las letras soportes materiales del significante. Tenemos ya así grabado en el cuerpo de goce un significante que puede pasar del piso del significado al del significante produciendo el arrebato propio a estás situaciones.

En el caso de Pollock esto aparece cuando tiene las crisis y queda ensimismado frente a su obra, casi la muerte del sujeto, y no puede leer nada. Hasta que algo de su interior puede ser leído está en atonía casi catatónica, no consigue pasar al arrebato (ravissement) típico de los pintores y entonces de pronto la cadena significante se pone de nuevo en marcha y el sujeto representado por ese significante surgido de la fonematización lo representa de nuevo, el sujeto revive y el aparato de significar se pone de nuevo en marcha. La estructura de los discursos ya funciona. Con ello pasamos al camino inverso.

Desde ese discurso construido con significantes se precipitan letras. Supone que el significante en su dimensión de semblante se rompa y chorree sobre el significado. Es el caso cuando Pollock abandona los semblantes “pincel” y “paleta” y rompe el semblante “Trazar” y mediante una metonimia fantástica aparece el significante “chorrear”. Éste es el que, de lo literal al litoral, hace que la tinta empiece lentamente a convertirse en un nuevo alfabeto sobre la tela. A esa escritura él le da dimensión de pintura (21), lo cual quiere decir que les da forma a las letras que van surgiendo, “su alfabeto”, y por tanto son huellas. Están, pues, imaginarizadas, pero desde el punto de vista de la tela no dejan de ser “marcas” sobre ella. Ese aspecto imaginarizado, la huella, es lo que da el estatuto de arte a su escritura, como siempre en todo arte. Pero otro sujeto que la admire podrá tomar las huellas en su puro aspecto de marca y hacer su propia lectura y recomenzar el proceso de nuevo. Por eso el arte no es nunca uni-sémico siendo una de sus grandezas: la demostración que no cesa nunca de demostrar que no existe el Otro del Otro. "La literatura que no calla nunca" lo denominaba Michelle Foucault en su libro Las palabras y las cosas. Con este pintor nos queda la pregunta de si pudo escribir algo más en lo real además de chorrear sobre el significado; creemos que no. El sujeto no consiguió escribirse en lo real como marca fundamental y por eso “se dejó ir” en el accidente en el que perdió la vida.

(1) Al final de su obra, Lacan se pregunta si podría darse el Uno solo.
(2) Debe haberse cumplido la nominación del padre, antigua metáfora paterna, para asegurar el punto de significación, sino psicosis, y la introducción de la estructura del lenguaje para asegurar la intersección del Otro y el tesoro metonímico de lo contrario tenemos el autismo.
(3) Recuerden la fórmula de la metáfora que exige tres significantes. Por tanto, un anudamiento para que se sostenga.
(4) Es una combinación que sustituye a un significante.
(5) Justificamos más abajo la necesidad de un discurso para escribir.
(6) Es el caso de la paranoia en la que la simultaneidad, significación, esta asegurada como delirio. Por el contrario en la esquizofrenia se pierde además dicha punto de simultaneidad. Es la diferencia esencial entre una psicosis y la otra.
(7) El concepto de términos en la lógica de Russell, que es la que Lacan utilizaba en esa época, es equivalente al de Clase. Entenderemos mejor cómo más adelante, en el Seminario “De un Otro al otro” Lacan vuelve sobre la teoría de clases, distinta de la de conjuntos, para teorizar mejor la diferencia entre los dos tipos de significantes y sobre todo la relación con el objeto @.
(8) Mutatis mutandis, la cadena del enunciado no lo puede ser de la pseudocadena del discurso común.
(9) Suele indicarse, erróneamente, que no existe el metalenguaje entre la cadena de la enunciación y la del enunciado tomando la primera como la del significante y la segunda como la del significado en la tópica del Inconsciente. Insistimos una vez más: la cadena del significado es la del discurso común y de la Demanda; y la del significante está dividida en dos cadenas.
(10) Algunas patologías suponen una mala construcción del discurso: holofrase.
(11) Se ve que el significado no es lo real.
(12) Una vez pasó al significante vía metonímica se pudo construir, vía metafórica, la teoría de la radioactividad.
(13) Por eso Lacan pasa a estudiar la estructura de registros y no sólo la del Inconsciente.
(14) El grafo del deseo del Escrito “Subversión …” ha quedado ya superado.
(15) Superficie topológica con la que Lacan rigorizó la extensión del significado en el Seminario IX.
(16) Frase absolutamente incomprensible si no se entiende lo que acabamos de situar.
(17) Goce cuya única manera de situarlo desde el aparato psíquico es mediante la prohibición. Adherido a ella lo sitúa Lacan. Por eso no hay mejor manera de no aceptar la castración, seguir creyendo que la relación sexual se puede escribir, que mantenerse en prohibiciones. Cristalino en las anestesias histéricas o en los temores obsesivos. Es la paradoja del super-yo: presenta como prohibición de goce lo que es un goce imposible haciendo creer que posible. Freud cayó en esta trampa, Lacan no.
(18) Ésta es la diferencia entre un profesional y un maestro en cualquier disciplina o arte.
(19) Que Freud desgraciadamente no valoró en su justa valía. Lacan no se lo dejó escapar.
(20) Neologismo con el que Lacan denota al final de su obra todas las caras a la vez del objeto @.
(21) De lo contrario no sería un artista

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