Acción Plaza Arte
Segundo Encuentro Internacional de Arte Urbano

Tema único: "CELEBRACIÓN"
Alberto Caballero


En la primera parte ‘el lugar la operación el objeto’ vimos cómo la celebración de un acontecimient tiene lugar o no (plaza), y que ello implica una acción que el arte usa como objeto, como un modo de manifestación. Para concluir que : ‘El arte toma el síntoma como su objeto, pone al síntoma en funcionamiento, hace con marcas, huellas, objetos de deshecho, con objetos de uso publico (como papeleras, señales de transito, etc), se manifiesta.’





La huella, el marcaje, la letra

 

Hay celebraciones, hay acontecimientos, que han dejado marcas, huellas, señales imborrables. ¿Qué valor tienen éstas para los artistas, y por qué las usan en el arte de la acción? ¿Cuáles son las que se han tranformado en objetos de uso público? Por ejemplo, el nombre de una calle, en una señal de tránsito, en el nombre de una plaza, o de un barrio de la ciudad, o de un monumento. Y cuando no hay que nombrarlas es porque pertenecen a un acontecimiento que no se puede celebrar. ¿Qué lugar ocupa esa marca, esa huella, en la obra del artista?


El objeto en su definición tiene valor de signo, y el signo no es ni más ni menos que una letra. ¿En que registro está la letra? ¿Qué valor tiene con respecto al significante y a la significación? Ya que hemos dicho que la celebración debería tener como condición una resignficación del acontecimiento, y por lo tanto del signficante. O sea, la letra se escapa a esta significación, a la acción del significante. La letra es el lado material del significante y también lo que se escapa a la significación, a la nueva celebración. Toda celebración tendrá un valor simbólico y algo que se escapa a la simbolización: la letra
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De entrada quisiera hacer mención a dos textos que me han llamado sobremanera la atención, primero porque los compré en Buenos Aires en mi último viaje, en agosto de 2006, luego de hacer la primera lectura de este trabajo... en curso, y segundo porque en principio no tienen que ver con lo que estamos trabajando, pero si los leemos con detenimiento, en especial algunos capítulos, ya desde sus títulos tienen mucho que ver. Desde el Otro lado... desde América del Norte, las autoras hacen referencia a los mismos acontecimientos/conceptos que estamos intentando elaborar.

El sexo y la eutanasia de la razón
Ensayos sobre el amor y la diferencia

Joan Copjec
Paidos, Buenos Aires 2006


Imaginemos que la mujer no existe
É tica y sublimación

Joan Copjec
Fondo de cultura económica, Buenos Aires 2006


Lenguaje, poder e identidad

(Exitable Speech. A politics of the Perfomative)
Judith Butler
Editorial Síntesis, Madrid 2004



la huella


Antes de retomar esta cuestión que nos ocupa, que es el acontecimiento, la celebración, nos vuelve a la pregunta por el ‘examen de realidad’. Desde 1895, en sus primeros escritos, hasta 1925 en su célebre texto ‘La Negación’, Sigmund Freud desarrolla minuciosamente esta cuestión que continua siendo fundamental para nosotros: “no es hallar en la percepción objetiva (real) un objeto que corresponda a lo representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía está ahí.”

Agrega: “No siempre, al reproducirse la percepción en la presentación, se la repite con fidelidad; puede resultar modificada por omisiones, alterada por contaminaciones de diferentes elementos. El examen de realidad tiene que controlar entonces el alcance de tales desfiguraciones. Ahora bien, discernimos una condición para que se instituya el examen de realidad: tienen que haberse perdido objetos que antaño procuraron una satisfacción objetiva (real).”

Joan Copjec dice al respecto: “De hecho la condición para que podamos determinar el carácter objetivo de nuestras percepciones es la pérdida permanente de esa realidad –o ese real: una realidad que nunca estuvo presente en cuanto tal.” A lo que agrega: “ ...a la vez que garantiza que las percepciones designan cierta realidad independiente, objetiva, el juicio negativo mantiene –debe mantener- esta realidad como inaprensible, por cuanto si asumiese una forma fenoménica, simplemente devendría otra percepción; en cuyo caso el universo del pensamiento colapsaría.”

Traigo a colación estos parágrafos para poder entender a qué realidad nos referimos en ‘la celebración’. No nos podemos referir a una realidad fenoménica, sino a una realidad rememorada, nos referimos a la rememoración, y en cuanto tal falla, es en función de ese fallo que actúa ‘la celebración’.

En el primer libro, en el apartado dedicado a ‘la angustia moral’, Joan Copjec dice “...el borde que la angustia toca es el de los poderes no realizados, ‘apartados’, del pasado... Nos vemos tentados de decir que este pasado es una carga de la que nunca podemos deshacernos.
Aunque ‘la liviandad’ de los acontecimientos y las acciones no realizados contradice el ‘peso’ de las cargas, porque el sujeto que debe soportar el peso corre el riesgo de quedar aniquilado, de ser devorado por la insustancialidad misma de lo no- realizado.”

No es lo realizado, como memoria histórica, sino lo no-realizado que deja huellas, deja huellas como fallo en la memoria, de una memoria que quiere olvidar... pero que recuerda en tanto falta. ¿Se celebra un acontecimiento? ¿O, se celebra un acontecimiento no-realizado? ¿Por qué el artista insiste en celebrar un acontecimiento no-realizado? ¿Se trata de una nueva realización o sencillamente de dejar marcas por esa falta-de- realización?

No se tratara de una realización –en el estricto sentido- sino de una realización en tanto falla...de dejar marcas de esa falta de realización. A diferencia del artista de la modernidad, el arte de la acción nos hace recordar que el arte se ocupa de mostrarnos que toda realización siempre es faltante, siempre se refiere a una falla en la realización. ¿De qué falla se trata?

Más adelante J Copjec agrega: “... El capitalismo se funda en una transformación de la angustia –el sentimiento original de estar fijados- en culpa. ...Pues somete al sujeto a un superyó cruel e insaciable, y a un pasado que ya no es inmemorial sino que, por el contrario, es conmemorado en forma compulsiva.... La ecuación del pasado con culpa y deuda es endémica en el pensamiento moderno.” “La transformación podría describirse como la conversión de una fuerza (la del goce) en un poder (el del superyo). Concluye: “La creación, en cambio, es una fuerza, no –propiamente hablando- un poder.”

¿Qué nos dice magistralmente Copjac? Para el Estado la conmemoración es un poder, el poder de conmemorar los acontecimientos históricos (oficialmente históricos), los que hay que con-memorar, para la historia oficial no tienen que quedar huellas de eso olvidado, ese es su poder (actúa de mandato, de superyo). El arte, al contrario tiene la fuerza de remitir a lo que falla en tanto ‘histórico’, la fuerza del sujeto, la rememoración, no es de lo que se recuerda, sino de lo que falla, de allí la fuerza del arte (su goce), de hacer con ello.

El arte en cuanto goce no es todo resignificable, aunque el Estado así lo pretenda, los héroes del pasado... incluso los artistas del pasado son resignificables para el Estado permanentemente, son su poder... el poder de la permanencia. El arte nos va a mostrar este fallo, no todos los acontecimientos son resignificables, no todos adquieren significación nueva cada vez, al contrario nos muestran que no todo es significable, de allí la huella, la falla de la significación: la forma y el contenido no concuerdan, lo que es para Uno no es para los otros.

El acontecimiento no se fija, si lo hace se convierte en un símbolo para el Estado, de allí el valor y la defensa en los símbolos del Estado. El Estado ha convertido un acontecimiento privado en un acto público (el nacimiento o la muerte de un héroe o artista), el arte de la acción hace lo contrario, convierte un acontecimiento público en un acto privado, cada artista conmemora singularmente un acontecimiento público como si fuera privado, cada uno de manera particular, lo fragmentara de manera particular.

J. Copjac dice que al contrario de la modernidad, hoy lo que se produce es una retracción de lo público hacia lo privado. ”Pues lo que encontramos en este momento no es la privacidad del ‘si mismo’, sino que descubrimos una privacidad ‘superpoblada’, en la que un exceso ajeno se adhiere a nosotros”. Esto es lo que nos trasmiten los artistas: sacar fuera esta otredad múltiple y fragmentaria... de acontecimientos otros... que perturban su privacidad. De ahí que la obra sale a la plaza, se produce en la plaza, pero como un arte de la privacidad. De allí su fragmentación, su fragilidad... su valor efímero, su falta de valor de uso, y su pregunta en tanto valor de cambio.

el marcaje

La obra en sí no termina de realizarse... como objeto, está a medio camino entre huella y objeto.. .incluso no termina de acontecer... de producirse, algo se produce pero algo no termina de acontecer, su realización como objeto. De allí podemos decir que es no-objetal, queda como mera huella, en la plaza, en la calle, en los árboles, en los contenedores. Si seguimos sus huellas, no se trata de significarlas, no se trata de una significación nueva a antiguos significantes, sino de una sucesión de huellas, lo que denomino marcaje. Las acciones como arte de la calle, dejaran un marcaje en lo público, desde lo privado del artista, desde sus propias fallas, como raspaje a su memoria, de acontecimientos no-celebrados, ya que no acontecieron.

No se trata de un nuevo acontecimiento (año Mozart, la Revolución Francesa, etc.) sino de dejar un marcaje, unas señales en la memoria colectiva...de acontecimientos que no ocurrieron, que no se celebraron, no se trata de una fecha, o de un tiempo determinados, no ocupan ni se refieren a un espacio determinado. Marcas que no dejaran huella histórica, ni social...es la acción privada, íntima del propio artista incidiendo en lo social, no de un hecho social representado por el artista.

En el segundo texto, Copjac se refiere a dos cuestiones que pienso fundamentales: la culpa y la vergüenza. ¿Por qué el artista se siente culpable de acontecimientos que no ocurrieron? ¿Porque tiene que rememorar dichos no-acontecimientos? ¿Por qué siente vergüenza de hacer con ello? ¿Porque dejar sus propias marcas/vacías en la memoria colectiva? ¿Por qué hace con esta angustia de nada, angustia no-objetal, que lo caracteriza? Copjac nos contesta a algunas de estas interrogaciones. Por un lado, que en la sociedad de mercado todo es intercambiable, el arte de la acción va a responder...la acción misma no deja resto intercambiable...solo se refiere a otra acción. Por otro, dice que el tiempo presente es un tiempo sin marcas, si todo es intercambiable, no hay pérdida, entonces no deja marcas. Es de esta falta de marcaje, de estas no-marcas que se ocupa el arte de la acción.

Judith Butler en su texto, particularmente en el artículo 4. Censura implícita y agencia discursiva, nos permite adelantar en lo que tratamos. Ella nos anticipa la relación que hay entre habla y conducta. Si recordamos hemos tratado a la acción como un acto de habla (aunque no implique oralidad), no como un acto de escritura, ya que implica la presencia del artista en dicho acto, por lo tanto de un habla que implica una conducta. J Butler nos dice que si un habla determinada implica una conducta quiere decir que lo que está en juego es la censura. Censura en tanto regula lo que se puede hablar y lo que no, como entiende esto el artista y como lo entiende la ley, el Estado.

Si las acciones de los artistas, en la calle, son actos de habla y por lo tanto censurados...el artista ya se auto censura, utiliza la censura como un acto de habla, de lo que no-se-habla, pero que si dice por la conducta que ello implica, algo de lo privado de un taller, de una galería se mostrará en la calle, aunque permitido por un lado, será censurado por otro, el arte ha tomado la calle, manifiesta una censura del habla.

Si el sujeto no-puede-hablar como sujeto a lo social, a su dificultad de hacer lazo social, el artista manifestará ese malestar, ese sufrimiento, ese fallo del lazo social. Y lo hará utilizando la censura en tanto discursiva, esto marca, esto no-marca, esto deja-huella, esto no-deja-huella. Butler dice que la censura es una forma de producción de habla, que limita de antemano la producción que será aceptable y la que no, la que será ofensiva y la que no.

Incluso dice que la censura precede al texto...al texto sobre la acción, sin la acción no habría texto...sin el habla no habría discurso, la censura produce ‘el discurso’, el arte de la acción no se ocupa del discurso, sino de la censura misma, de mostrarnos sus efectos. Pero no todo es censurable, el lenguaje se ocupa de lo no-censurable, de allí la repetición, el habla se ocupa de la redundancia. El hueco que hay entre la redundancia y la repetición es el espacio de la acción.

El habla, la acción, excederá siempre a la censura, nos mostrará su fracaso, algo dejará de ser dicho, no todo se puede decir. Pero por otro lado intenta ser dicho, de manera redundante...esto introduce el habla censurada en el espacio público, estableciendo un espacio de oposición, como una escena de declaración pública que debería evitarse.

De allí que los artistas de la acción producen con estas acciones o actos de habla, para referirse a lo no-dicho, pero por otro lado muestran esa censura propia del habla, no se tenía que haber dicho, no se distingue el habla de la conducta. Una acción que nos hable de la fragmentación de los símbolos del Estado, como banderas, escudos o la fragilidad de sus instituciones, no quiere decir que sea una conducta que desvalorice dichos símbolos, pero así se interpreta por la censura, la censura conecta habla y conducta. De allí el arte de la acción también regula lo que puede decir y lo que no, aquello que censura y aquello que no.

la letra

Si en el arte de la perfomance los artistas se ocuparon de dejar esas no-marcas en su propio cuerpo...como las marcas que la nueva sociedad (del bien-estar) surgida luego del holocausto intentaba olvidar...para salir adelante. El artista de la acción dejará esas no-marcas en los espacios públicos para recordar la caída de ‘la sociedad’ ante el advenimiento de la globalización. Los nuevos símbolos del mercado, siempre presentes y siempre intercambiables, no dejan huella alguna en el consumidor, de eso se trata, se consumen. De la misma manera los símbolos, las fechas, los acontecimientos que antes representaban a una determinada sociedad, se han convertido en meros elementos de consumo: el arco de triunfo, el obelisco...la pirámide, son ahora souvenir es para turistas. Las marcas...los recortes...las huellas de las acciones de la calle, no harán cuerpo...no tendrán cuerpo, no serán objetivables. Se convertirán en letras, tendrán el valor de la letra.

Si la perfomance trataba de un re-marcaje del cuerpo, si el artista intentaba marcar-se con las marcas de la humanidad perdida (Giorgio Agamben), la humanidad quedaba marcada en el propio cuerpo del artista, que salía a la calle para re-memorar dichas marcas perdidas, como escrituras en su cuerpo, como raspajes de escrituras perdidas (dirá Peter Sloterdijk), de una humanidad perdida, nos dejaban ver las huellas de dicha humanidad perdida...por la guerra y el holocausto.



De allí lo que nos queda es la perfomancia, la acción de ese deletreo sin sentido...sin significación, los accionistas de los años ’50 no mucho más tarde se preocuparon de otros efectos producidos por la acción. La acción de la letra, la letra en el cuerpo (Pellow Book de Peter Greenway), o el cuerpo de la letra (Günter Brus).

La caída del humanitas también significó la caída de la sociedad que lo albergaba (el concepto de lugar y de no-lugar lo hemos tratado en la primera parte de este trabajo), por consiguiente la fragmentación del cuerpo social como síntoma. El arte de la acción retomará las marcas que ha dejado esta caída, a modo de letra: corte, color, raspado, huella, recorte, etc. etc. Algo de lo real, que no se ha podido significar, intenta simbolizarse en tanto letra, la letra puede ser la materialidad del significante o la huella en la Cosa, en tanto imposible de representar. Es siempre entre una y otra que se mueve el artista de la acción, no se trata de una nueva escritura (como la de Joyce), no se trata de un trabajo sobre el genero (como el de Lobo Antunez), sino de elevar la marca a la categoría de la letra (fonética, alfabeto, ortografía, tipografía, gravado, etc.).


Siguiendo a J Butler la censura se ocupara del habla en tanto conducta, pero no se percatará que la letra no tiene censura, esta más allá de la censura, está más allá de la norma, incluso de la norma de la gramática y de la fonética, la letra tiene la modalidad de la herida, del corte, de la no-sutura, de lo que no cicatriza, de lo que sangra irremediablemente: una civitas sin humanitas.