Ciclo
de conferencias
Arte
y acción
Entre
la perfomance y el objeto, 1949-1979
Comisario: Paul Schimmel
MACBA, enero de 1999
Transcripcion interna,
no autorizada ni por el autor
ni por la entidad
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Sexualidades
y política en la performance contemporánea |
Juan Vicente Aliaga
Territorios
debatidos hasta el paroxismo. Lugares donde anidan el tabú y
la censura. Ámbitos que alimentan visiones del mundo opuestas
e incluso a veces irreconciliables. La sexualidad según Michelle
Foucault se ha convertido en la verdad de nuestro ser: pero, ¿Qué verdad? ¿Cuál
es su base considerándolo ante lo natural y/o antinatural? ¿Quién
tiene el derecho de establecer las leyes del sexo? El sexo “espontáneo”, “natural”... pero
con todo ello no se ha puesto fin a toda una interminable andanada de
consejos de cómo se debe aplicar. La cultura moderna ha supuesto
que exista una conexión íntima entre el hecho de ser biológicamente
macho o hembra, tener los órganos sexuales y la potencialidad
reproductora (diferenciación de la implícita obligatoriedad)
y la forma directa del comportamiento erótico por lo general el
coito; por lo general entre hombres y mujeres. Hoy en día sexo
es sinónimo de relaciones físicas entre los dos.
En el siglo XVI la
división en la humanidad del sector masculino
y femenino y los valores correspondientes. Algo que en la actualidad
llamaríamos más que sexo, género.
La extensión de los significados de sexo actualmente indica un
cambio, una mutación, en la manera de cómo se entiende
la sexualidad. Se supone que hay una distinción marcada entre
los dos; una dicotomía de intereses, a veces; incluso un antagonismo
abierto: “la guerra de los sexos”, utilizado mucho en los
medios de comunicación, que sólo puede resolverse de manera
precaria; los hombres son hombres y las mujeres son mujeres; perfecta
tautológica y rara vez se encontrarán unos y otros (idea
defendida por el feminismo y la diferencia, curiosamente).
La segunda; se cree
también que el sexo es una fuerza irrefrenable;
irresistible; un imperativo biológico misteriosamente ubicado
en los genitales, especialmente si se trata de los órganos masculinos,
que arrasa con todo lo que tiene enfrente.
La tercera; todo
ello produce un modelo piramidal del sexo; una jerarquía
sexual que se entiende hacia abajo desde lo que se supone que es la corrección
y la supremacía aparentemente otorgada por la naturaleza, al coito
genital heterosexual hasta las “extrañas” manifestaciones
de ese cajón desastre que ha venido en llamarse la perversión
(actualmente parafílias, sonando así más agresivo).
Una perversión que se espera esté enterrada en la base,
pero que aflora en muchas ocasiones siempre en lugares dudosos; problemáticos.
Esta visión del sexo está profundamente inmersa en nuestra
cultura; es claramente parte del aire que respiramos. Proporciona también
una escenificación ideológica para la lujuria masculina
incontrolable; (ésta siempre se suele relacionar con la masculinidad).
Es importante también para el acto de violación, para la
degradación de la autonomía sexual femenina y para la manera
en que tratamos a las minorías sexuales. Todo esto basado en el
sexólogo Jefry Wicks. Algunas líneas orientativas generales.
En torno a la tradición sexual. En torno a la sexualidad como
norma, basadas en una naturalización del sexo como esencia biológica.
Una predicción sexual, que está claramente codificada por
la sexología, en un conjunto más o menos coherente de suposiciones,
de creencias; de prejuicios; de métodos; de reglamentaciones morales...,
y que todas ellas configuran, en como hombres y mujeres vivimos la sexualidad.
La sexología
ha dado estudiosos/as que han tratado de responder dos preguntas supuestamente
divergentes:
¿Es
amenazador y peligroso el sexo? ¿Es el sexo fuente
de libertad cuyo potencial está bloqueado por represión
en la que nos encontramos dentro de esta sociedad corrupta en la que
vivimos? Ambas son fruto de una concepción esencialista de la sexualidad
en la que se presupone que la clave de nuestro sexo practicado, se encuentra
en alguna parte, en los recónditos lugares de la naturaleza. Es
una visión determinista, inmovilizadora, apoyada por múltiples
sexólogos; mostrándose como guardianes de la verdad sexual.
Según Wicks considera que la sexualidad unidad ficticia; (al contrario
de lo que opinaban otros sexólogos) que alguna vez no existió y
que tal vez, en algún momento en el futuro de nuevo no exista.
Es claramente según Wicks un invento de la mente humana. De esta
visión esencialista que él critica y que yo (J.V.Aliaga)
comparto, se desprenden consecuencias trascendentes, especialmente la
creación de un tejido de discursos que tratan de decirnos lo que
es el sexo; lo que debería ser; lo que podría ser.
Todos estos discursos,
están insertos obviamente o manejan unos
lenguajes que se plasman en prácticas educativas, en tratados
morales, teorías psicológicas, en definiciones médicas,
en ritos y ceremonias sociales; pero que curiosamente también
llegan a infiltrarse en ámbitos, aparentemente. Así a voz
de pronto, podríamos considerar como liberadores. Por ejemplo,
la ficción pornográfica, la literatura erótica,
en sentido amplio; la música popular; los juegos eróticos...
Pero todos ellos, creo, absorben esa ideología naturalista que
forja y moldea; construye las representaciones de nuestros deseos y necesidades íntimas.
De ahí, creo que es muy importante, emplear un método que
deconstruya la unidad ficticia (referida anteriormente), es decir, la
definición de la sexualidad como construcción histórica
que reúne una serie de posibilidades biológicas, que negarlas
sería absurdo, pero que no colisiona con lo que acabo de comentar.
Es decir, no se trata de negar la importancia de la fisiología
y de la morfología de los cuerpos, ya que facilitan las condiciones
previas para la sexualidad humana. Pero ésta no puede reducirse
al funcionamiento del ADN o a los vaivenes de la testosterona y el estrógeno.
Conviene, por tanto, a mi entender, enfatizar que las capacidades del
cuerpo y la psique adquieren claramente el significado y sentido pleno
sólo en las relaciones sociales.
La sociedad de consumo
contemporánea desde los años ’60,
fruto entre otras cuestiones, de las reivindicaciones del feminismo;
del feminismo plural (no soy demasiado partidario de utilizar este término
de una forma alcorta y estrecha, ya que hay múltiples tipos de
feminismo, incluso algunos, contraproducentes y/o reaccionarios, por
eso creo que es mejor hablar en plural) también por el empuje
colectivo de gays y lesbianas, y esto ha ayudado a la modificación
de la perspectiva en torno al sexo.
Estos avances son
innegables, creo yo, en el mundo occidental, sin embargo convendría meditarla con bastante atención. Una idea que
no es que sea original en los tiempos actuales. Una idea que incide en
el hecho en que la ley de todo placer estriba en el sexo; es decir, debajo
de todo placer siempre una dimensión sexual, cosa que Foucault
empezó en poner en duda, aunque no acabó por desarrollarlo:
murió en el intento.
El occidente cristiano
ha visto en el sexo un terreno de angustia y de conflicto moral y ha
erigido
un dualismo duradero entre el espíritu
y la carne; la mente y el cuerpo. Esto ha fomentado una especie de configuración
cultural que repudia al cuerpo y las prácticas que se llevan a
cabo con su uso o a través del mismo. Incluso ha generado una
preocupación obsesiva; paranoica en torno a lo que el cuerpo puede
producir y llevar a cabo.
El sexo y esa especie
de fauna que podríamos denominar como sexualidad,
se ha convertido en un código auténtico e indudable que
define al placer. En Occidente, mientras que en otras sociedades; que
por ejemplo, poseen un arte erótico, y la intensificación
del placer no depende exclusivamente del sexo; incluso se puede plantear
que hay una desexualización del cuerpo. Esta codificación
del placer por las leyes del sexo, ha dado lugar a un dispositivo que
es el de la sexualidad. Siguiendo las aportaciones de una teórica
norteamericana muy radical que no es del gusto de toda la clase intelectual
: “los actos sexuales están cargados con un exceso de significación”.
Siempre la cultura Occidental. Y esa hipérbole de sentidos, de
semánticas, resulta paradójica, pues por un lado impulsa
una erogenización creciente y constante de cualquier acto humano
(por ejemplo la publicidad subliminal, o incluso la más explícita,
como los realitys shows). Pero al mismo tiempo se supone por otro lado
que la cultura actual democrática, que incluso en las sociedades
supuestamente más avanzadas dice enorgullecerse de su tolerancia,
trata el sexo con suspicacia, con recelo. El sexo, especialmente algunos
tipos de comportamientos asociados a su práctica, se considera
culpable hasta que demuestre, dice ella, su inocencia.
Inmersos pues, en una cultura que establece esta divisoria entre las
esferas de la intimidad y la vida pública (por ejemplo el Caso
Lewinski). Pese a que esta frontera se transgrede a menudo, de lo que
se deduce que es francamente ilusorio pensar en su estricta separación;
a veces tiende a creer que las reflexiones en torno al sexo son algo
relativamente periférico a la vida política y a su hegemonía. ¡Nada
más alejado de la verdad!
Durante los últimos decenios, tanto en Europa como en EEUU, la
derecha a través de sus diferentes plataformas y medios de presión,
entre ellos los de tipo religioso, (pero no únicamente) ha movilizado
muchas fuerzas políticas para hacer frente a los peligros que
acechan, en su opinión claro está, a la sociedad. Pero
una sociedad que desde la perspectiva de esta derecha es propensa a la
fractura y a la disolución. Esta movilización en torno
a la afirmación del sacrosanto papel que debe desempeñar
la vida familiar (que como sabéis esta hecha unos “zorros”),
la hostilidad, por ejemplo ante la homosexualidad y las “desviaciones
sexuales”, la oposición a la educación y la reafirmación
constante, continua de las fronteras tradicionales entre los sexos, (las
que han servido a la derecha para movilizarse, son fundamentales). Todas
son un conjunto de problemáticas mediante las que señalar
la línea de demarcación entre lo que se considera orden
moral y su/s contrario/s. Pero al mismo tiempo, que duda cabe que este
establecimiento de esta demarcación, a la que me acabo de referir,
supone también un reconocimiento directo becario, del éxito
del feminismo, de los diferentes feminismos; del éxito de los
diferentes movimientos de derechos civiles y sexuales, radicales que
han tratado de cuestionar los valores heredados en torno al comportamiento
sexual.
Yo diría que tras el breve respiro liberador emergente de los
años ’70 Glam Rock, a pesar de otros momentos de cierta
insumisión sexual en la Francia del post-mayo’68 (antiedipo)
que se plasmaron en una revista en el año ’73, una publicación
que costó a un miembro una condena por las buenas costumbres de
entonces. También recordar otro momento de efervescencia liberadora
por ejemplo en EEUU: la expansión juvenil en torno al pacifismo,
revueltas estudiantiles ... pequeños ejemplos muy interesantes
pero no tan estudiados que muestran que hubo un cierto momento de relajación
de las costumbres. A pesar de ello, la vara con que controlar cuerpos
y goces volvió a ocupar el discurso sexuado mayoritario que se
ha querido imponer a la sociedad.
Sexofobia ’80.
Extrema con la aparición del SIDA, como había sucedido
hasta entonces con otro tipo de enfermedades, el SIDA hasta entonces
considerada como una patología letal; servía de catalizador
para estigmatizar y condenar a quienes “desobedecieran” las
reglamentaciones de la sexualidad legitimada. La denominada mayoría
sexual, una mayoría moral con el apoyo de bastantes elementos
de la clase médica de los medios de comunicación más
amarillistas, lo que en el caso de EEUU, Alemania e Inglaterra corresponde
a gran parte de la prensa, lo que no significa que el resto de países
esté libre de este tipo de prensa sensacionalista; con ayuda también
de distintos políticos: Reagan, Bush, Theacher muy beligerantes
pero incluso con el desinterés o la apatía de otros políticos,
supuestamente más abiertos como Miterrand o González, con
su silencio o desinterés, fomentaron en torno a los enfermos de
SIDA una panoplia de males asociados directamente a las prácticas
sexuales y especialmente a ese gran demonio que es la promiscuidad, inconcebible
en el seno del matrimonio. Hasta que se reveló que en los sagrados
maridajes la infidelidad era más habitual que en los afectados.
El lenguaje empleado
en la prensa de los ’80 por parte de estos
medios anteriormente citados, era un lenguaje bíblico, a “macha
y martillo” que parecía enterrado, olvidado ya, pero que
se retomó y en el que un virus servía de espoleta para
fabricar una enfermedad moral, sexófoba que acarrea una serie
de consecuencias que todavía estamos lejos de calibrar en su justa
medida.
El discurso de la
abominación volvía a resurgir. El puritanismo
se ciscaba, especialmente en la población gay, que para las mentes
estreñidas era la inductora de la pandemia, especialmente el caso
de los EEUU, país en el que hay muchos ejemplos sangrantes de
su homofobia, aunque no es el único. Pero también el Sida
Social estigmatizaba a la mujer, a los toxicómanos, a las minorías étnicas,
a los más desfavorecidos, a los que a veces se ha tildado de indeseables,
como esos 8000 presos con SIDA y que en las cárceles españolas
se consumen.
En un ejemplo de
solidaridad y de concienciación, un número
creciente de artistas, desde mediados de los ’80 tomaron cartas
en el asunto. En este sentido creo que era EEUU donde el número
de muertos era más pavoroso y donde el discurso más apocalíptico
del odio crecía; desde el mismo seno del Gobierno republicano
(allí se daba) abonado para que surgiera un arte crítico,
desparramado en formas varias. En este país se han generado políticas
represivas de la sexualidad, creo y quiero creer que son impensables
en España o en Francia. Allí surgieron artistas o colectivos
de grandes trabajos, como por ejemplo “Art Up” en New York,
la principal organización aunque no la única. Pero creo
que sigue el papel iniciado por estos artistas, que sería incomprensible
en el panorama del SIDA en la actualidad, y también el impulso
de políticas de trasfondo económico y de tratamientos beneficiosos
para los enfermos.
Voy a centrarme en la trayectoria de una performance poco conocida en
España, pero en el que su obra está, a mi entender, en
el ojo del huracán de la sexofobia galopante que todavía
aqueja en aquel país, y que ha desatado incluso reacciones muy
violentas: persecuciones y linchamientos por lo general de carácter
virtual, de los sectores de la gran retrógrada mayoría
moral. Creo que es una prueba en la que se muestra que el arte puede
hacer daño.
- A continuación
se muestran diapositivas -
Portada de la revista “Post” de EEUU y que fundamentalmente
tratan de transmitir las experiencias de los enfermos de SIDA, de los
seropositivos, de los seronegativos; todo lo que ello conlleva. Rob Easy
a sus 35 años, ha despertado la maquinaria del odio irracional,
que tantos adeptos tiene aquel país de sectas poderosas; haciendo
de él y de alguna de sus performances la imagen misma del demonio,
y esta alusión a Satanás no puede desentonar ya que las
múltiples alusiones al gran maligno, personificado a veces en
el cuerpo infecto y corrupto de un enfermo de SIDA, llagado con sus sarcomas
en la frente (dicho esto siempre desde la óptica de la nueva derecha
cristiana).
Se muestra una diapositiva
donde aparece en posición horizontal,
con el texto que alude al reino salvaje con el que supuestamente se le
asocia. A él se le educó para ser predicador, pero su vida
se torció y probó durante bastante tiempo la experiencia
amarga, que conlleva ser adicto a la heroína. Él se educó en
California; en su suburbio de población negra y latina, ubicado
al este de Los Angeles. Nunca llegó a conocer a su padre y su
madre que era propensa a los ataques epilépticos, salía
y entraba de distintos centros psiquiátricos, lo que hizo es que
de niño estuviera al cuidado de su tía y de su abuela que
eran devotas religiosas. En este entorno peculiar en el que se creía
que Ronnie poseía dones espirituales. En este contexto familiar
se le marcó la educación de una manera diferente a la que
tuvieron sus hermanos, los que se demarcaron de este tipo de cuestiones.
El propio Ronnie recuerda estos años en los que él tomaba
valiums desde muy temprana edad (10 años), y esta adicción
a las drogas las simultaneaba en plena adolescencia con la fascinación
que él sentía por el mundo del tatuaje, especialmente en
una época en la que todavía no se podía hablar de
la dimensión “chic” del tatoo, no como ahora que está en
boga. Al poco tiempo él decide abandonar a su familia y decide
iniciar un periplo de vagabundeo. En este periodo conoció bastante
bien la escena punk en Los Angeles, en un momento en el que ya había
perdido parte de sus valores antisociales con los que a veces se le relaciona,
y se había convertido más en un estercolero confuso. Él
y un amigo deciden crear un grupo llamado “Eyaculación precoz”,
y actuaron en clubs nocturnos en que mostraban sus cuchillos, destrozos
de cristales rotos.
Descubrió la moda “leather” de las chupas de cuero
y también le atraían los juegos de rol, pero a diferencia
de los actuales, éstos tenían un gran componente sexual.
Pero de nuevo le interrumpe la heroína. Las intentonas de suicidio
le hicieron descubrir el lado erótico subyacente al acto consistente
en rasgar, en contarse las muñecas cubiertas de sangre.
- Lee un texto de
Ronnie -“ a la gente le gusta mantener el mito
de que todos somos felices y equilibrados, y que la vida se vive de forma
lineal, a pesar de que soy consciente de que la gente sufre, ¡Sí!
Intenté matarme y admito que algunos de mis hábitos sexuales
son muy extremos. Las reglas existentes que nos someten acaban por taparlo
todo, y quizás a la gente le gusta que le hagan preguntas más
profundas y más personales”.
- Se muestra una diapositiva en la que se clava agujas en las sienes.-
El gran tatuaje que
compone el cuerpo de Ronnie lo denomina “mi
diseño corporal total” está formado por llamas tibetanas
en sus bíceps, salamandras japonesas que le cruzan el pecho, flores
mahories, cenefas, bandas y algunos dibujos, según su propio testimonio,
se le aparecieron en un sueño, a mediados de los ’80; en
el que se vio flotando sobre la tierra, y se veía fuerte y libre,
y lo relacionó con una visión saneadora que ha permanecido
junto al artista durante varios meses y que le ayudó a desengancharse
de la droga. Tras encontrar personas con las que era afín, decidieron
montar una especie de tribu, que llevó a cabo performances. Estas
contienen elementos de irritación cultural, de auténtica
mistura en la que los ritos corporales adquieren un papel destacado.
Su obra busca la mortificación de la carne, en post (según él)
de una trascendencia de raíz física y de propósito
espiritual que a veces no ha sido comprendida.
La performance que
le ha granjeado (de la que lamentablemente no tengo imágenes) las iras de los pacatos, los representantes del orden
se titula “Cuatro escenas de una vida dura” del año ’94,
donde Ronnie se hincó agujas hipodérmicas en la piel, se
agujereaba en la médula espinal y también manejaba con
bastante destreza, por lo que he podido ver así al natural, un
escalpelo, que hacía incisiones en el cuerpo de otros performances.
- Muestra una diapositiva
- Él aparece como un gran sacerdote,
con ésta túnica nívea, hermosísima; pues
ahí practicando este tipo de acciones.
La piedra de toque
de la que brotó el escándalo se halla
en la segunda mitad de la primera escena y se titula “La prensa
humana”, en la que Ronnie sale ataviado con ropas fabriles, lleva
guantes de cirujano, y en la que se avanza sobre el cuerpo de un hombre
afroamericano, a la sazón y que está sentado encima de
una tarima. Ronnie que era seropositivo, (y que sigue siéndolo
desde hace unos 10 años) practicó cortes en la parte superior
de la espalda de este hombre, y sobre esa parte del cuerpo puso una especie
de toallas de papel, apretándolas sobre la herida. Estos papeles
manchados de sangre los entregó a sus ayudantes, que a su vez
los enganchaban en una suerte de tendedero que colgaban por encima de
las cabezas del público. Ésta performance que hizo en Minneapolis,
en marzo’94, asistía una de estas personas de bien, camuflada,
infiltrada, que se sintió ofendido y se quejó al departamento
de Salud de esta ciudad norteamericana, porque pensaba que el papel suspendido
podía contagiar el SIDA entre el público.
Esta queja muy probablemente
habría pasado desapercibida a no
ser que el Centro de Arte más importante de la ciudad estaba financiado
por el Ministerio de Cultura (no exactamente, pero es lo más parecido
ya que otorga becas a diferentes artistas), parece ser que este organismo
había contribuido con la miserable cantidad de 150 $ a la puesta
en marcha de la performance en este club de Minneapolis. Así que
la prensa hizo eco a “bombo y platillo” y un senador muy
conocido en EEUU; verdadero azote del arte radical, puso el grito en
el cielo y las medidas para atajar las subvenciones para artistas como
Ronnie.
Ronnie ha recibido
todo tipo de motes, de apelativos, ninguno cariñoso.
Uno de los más sabrosos es aquel que le decataloga como “Frick
pornográfico y baboso”, que no tiene desperdicio; también
se le ha llamado degenerado; “Adalí de las desviaciones
morales” con dinero del contribuyente...
Puesta en acción la imparable maquinaria del odio, la tergiversación,
la aureola del artista maldito, se ha puesto en acción alimentando
la reputación de este artista que él no percibe el derramamiento
de la sangre con un dolor insoportable o como un castigo. De hecho él
con cierta sorna, con cierto gracejo, alude a las “proposiciones
deshonestas” que recibe de, podríamos decir, tipo de compensación
erótica por los males que la prensa le ha generado. Él
dice: “la gente piensa que lo que va a conseguir de mí es
un buen “piercing”, una palicita y un “fist fucking”.
Han leído muchas tonterías. No saben que también
tengo un lado suave y que deseo querer a alguien”.
Los medios sensacionalistas
y el clima adverso que palpaba en su país,
hicieron que Ronnie se trasladara a Europa a buscar a unos paisajes más
benignos (de hecho en Inglaterra ha tenido bastante apoyo a nivel institucional).
“Delibren” retoma
la cuestión
del SIDA y pone en escena, con el estilo ritualizado que caracteriza
a Ronnie, a unos hombres
enfermos que buscan ser curados. Tras 9 años siendo seroposivo,
en aquel entonces, la idea de la muerte mortificaba a Ronnie, especialmente
la posibilidad de sufrir una
muerte espantosa, ensañada en su cuerpo hasta la degradación
más absoluta.
Me gustaría aclarar que Ronnie rechaza que él anduviera
buscando a Dios en la puesta en marcha de esta performance “Deliberance”.
Lo que buscaba era una quietud, pero también dice halló martirio.
Vamos
a dar un salto y a cambiar de concepto socio-cultural y político,
aunque aproximadamente en las mismas fechas que me estoy refiriendo. En
España, como creo que seréis conscientes todas y todos
la incidencia del SIDA es altísima, al contrario que en EEUU donde
el mayor número de casos se debe a contactos sexuales desprotegidos
entre hombres; aquí son los toxicómanos, sobretodo, y la
población heterosexual los más afectados.
El SIDA hace su aparición en nuestro país bajo el mandato
de Felipe González. Su adscripción ideológica podría
haber hecho pensar que los prejuicios y los tapujos no presidirían
la política sanitaria de prevención de esta pandemia, pero
no fue así. La inercia, la falta de medidas, fue el plato cotidiano
especialmente los primeros años, a los que se unía una
escasa ayuda o nula movilización por parte de las autoridades
sanitarias a la hora de dirigirse con una información veraz, clara
a todos los sectores, pero especialmente a aquellos a los que más
se demonizaba: mujeres, gays, jóvenes, drogadictos...
Con retraso el plan
nacional del SIDA inició algunas campañas
(muy salidas de tono, pueriles...), pero a pesar de esto, de esta puerilidad,
de este infatilismo, esto despertó la animadversión y la
repulsa de la confederación episcopal. Indudablemente Elías
Llanes deseaba meterse en la cama de los españoles satanizando
el uso del preservativo. El pretexto, francamente, suena a irrisible
pero no por ello fue menos eficaz: según Llanes “las campañas
incitaban a la práctica sexual y eso es malo”.
De hecho todavía recuerdo a una hija de Carmen de Albeart, en
un programa televisivo de la Milá defendiendo a capa y espada
su castidad, pero me temo que también la de los demás;
como una imagen revivida de la caverna. ¡Allá ella!
La España de los valores acendrados que algunos creíamos
sepultados a la muerte de Franco, volvía a resucitar. Bien es
cierto que en España la seguridad social es mucho más igualitaria
que en EEUU, y creo que los casos lancinantes que allí se han
dado apenas si se producen aquí, sin embargo ello no ha impedido,
una mezcla de inoperancia, de pudor, de lentitud ante una enfermedad
que ponía en evidencia doble moral, vidas sospechosas, y subrayaba
la realidad material de las prácticas sexuales desprotegidas,
amén de hacer añicos cierta protección de la moral
protegida. Pero con esto no conviene olvidar que en España hay
más de 40.000 personas con SIDA, y más de 120.000 que son
seropositivos.
En España el arte autodenominado social (y no me refiero a aquel
que adopta pautas caritativas para atender una causa, sino el que se
implica desde el propio campo de la representación estética)
no ha tenido a bien, por lo general, sentirse implicado por las consecuencias
del SIDA. Andaba metido en otros compromisos, en otras guerras, si se
puede decir. Si un artista que todos conoceréis, apoyado por un
colectivo que él mismo animó, que dando un giro a su propia
obra (creo que hay una cierta diferencia entre la obra última
suya y la anterior), sacó a la calle la cuestión palpitante
del SIDA. Hablo, lo podeis imaginar, de Pepe Espaliu.
- Pone en funcionamiento
el vídeo sin sonido - (Ya que está grabado
con música).
En España tenemos una legislación del código penal
que es aún defectuoso y mejorable en algunos puntos, creo que
exhibe algunas proezas como el establecimiento de la mayoría sexual
a los 12 años, cosa que algunos españoles no saben; amén
de no establecer distingos entre heterosexuales y homosexuales, cosa
que sí se hace en Gran Bretaña donde la edad de mayoría
sexual es a los 18 años para la población gay y los 16
años para la población heterosexual (una diferencia incomprensible
pero que todavía se mantiene incluso con el gracioso gobierno
de Tony Blair). Sabéis también que lo denominado como código
penal de la democracia penaliza la apología de la violencia por
motivos sexuales, cosa que muchos códigos omiten, si bien yo creo,
que España es uno de los países latinos de acendrado machismo,
creo uno de los más liberales y abiertos en Europa, en materia
de tolerancia sexual incluido Holanda y los Países Escandinavos,
sobre el papel, la práctica es otra cosa.
No sé si alguno de los presentes vio la performance que Espaliu
hizo. La inició en septiembre del año ’92 y fue la
primera performance que se hizo en San Sebastián. Él aprovechó,
ya que en ese sentido quería resaltar que la prensa hiciera eco
y que no pasara desapercibido, de hecho él no era partidario de
hacer una cosa muy minoritaria en sitios cerrados, sino que pensaba que
había que sacar el arte a la calle. Tuvo buena suerte en ese sentido
y creo que se manifestó de alguna forma que San Sebastián
era en aquel entonces era un día del Festival de Cine, y por lo
que había muchos medios que sacaron información de esta
performance que recorría desde la entrada del teatro Victoria
Eugenia hasta el Ayuntamiento de Donostia; ya que era importante unir
arte con política. Entonces él iba en volandas. Le llevaban
diferentes parejas, diferentes personas en tramos cortos, le iban pasando
de pareja en pareja en volandas, él no podía tocar el suelo,
ya que en cierto modo él quería poner de manifiesto que
al contrario de lo que se decía el SIDA no se podía transmitir
por el tacto con una persona ya afectada (la barbaridad es que seguramente
todavía hay gente que lo piensa), entonces él quería
poner de manifiesto que esto no era así, de hecho el tacto era
muy importante, que la gente estuviera muy cerca de él. Pero él
no quería tocar el suelo, porque para él simboliza el mundo
de lo contaminante; era mucho más fácil que un enfermo
de SIDA que tenía las facultades mermadas contrajera cualquier
enfermedad oportunista, que a lo mejor para las personas sin SIDA sea
una enfermedad leve, en cambio para ellos puede ser un desencadenante
imprevisible. Entonces le trasladaban y era una performance muy simbólica
(de hecho mes y medio después llegó la performance a las
calles de Madrid y quiso, igualmente enlazar el arte con la política.)
De hecho el día que se hizo era el día Mundial del SIDA
01 de Diciembre del ’92 desde Las Cortes pasando por el Paseo del
Prado hasta llegar al Reina Sofía, donde de hecho fue una performance
con un eco periodístico realmente impresionante (recuerdo que
al día siguiente diferentes periódicos dedicaron la portada).
Que duda cabe, ya que él lo sabía, que intentaron participar
diferentes personajes de la cultura y política: Almodóvar,
Bibi Andersen...
- Por fin se ven
las imágenes - Entre la multitud periodística
se ve a Carmen Romero, diputada por Cádiz y esposa de Felipe González,
fue el momento cumbre. Toda la jauría periodística se avalanzó sobre
este momento. Aquí le veis justo delante del Ministerio de Sanidad,
ya que quería resaltar la inoperancia a la hora de poner en marcha
las campañas preventivas. Carga política importante.
Igualmente atrajo
a muchas personalidades distintas del medio artístico,
político..., aunque también había personas poco
conocidas.
Aquí ya estaba
en las puertas del Reina Sofia y acaba.
Creo que realmente
fue un éxito mediático esta performance. Él
había puesto su experiencia y clarividencia en esta performance
que luego completaría con otra obra llamada “El nido”,
pero que aquí se mostró en el MACBA hace 2 años.
Pero creo que es interesante reflexionar, ya que yo mismo, pensando en
las diferentes lecturas que pueden tener estas performances de Espaliu,
no capté lo que se debe captar. Creo que esta experiencia reflejaba
el mundo de un artista que claramente procede de una familia (cordobesa
en este caso) acomodada, como él mismo decía “una
familia con pelas y de izquierdas”, una familia muy marcada por
un contexto histórico de religiosidad en un marco del franquismo
no tan agónico el que vivió Espaliu), un marco en el que
el pudor y el miedo estaban bastante presentes, y un marco del que él
quiso huir y lo hizo hacia Barcelona y estuvo en contacto como él
decía “con la vida canalla de Barna”, vida canalla
que continuó en Paris y estaba unida a la vida intelectual.
Os voy a leer un
pequeño texto suyo que se titula “Del
libro de Andrés” y le dice: “recuerdo Andrés,
los colegios de entonces, el tuyo o el mío indiferentemente, llenos
de cura de sotana negra y de habitaciones oscuras, de patios fríos
y pasillos muy largos, noches sin pena y días con mucho de ella.
Eran los días de la tiza y la pizarra, de las varillas de caña
y las manos extendidas, de los cara al sol y las filas interminables,
de la comida incomible”. Experiencias que muchos de los aquí presentes
no habrán tenido que sufrir.
Espaliu, cuya visión de la sexualidad se nutrió fundamentalmente,
a mi entender, de las lecturas de las novelas de Janer y seminarios.
Creo que arrastraba la culpabilidad que una sociedad pacata y homófoba
también, fragada con siglos de tormento, como la española
dejó en él.
Otro fragmento del
libro. “Para hablar del deseo escueto, Andrés,
hablamos de santos, esas tardes en la iglesia en que te quedas preso,
perplejo y aspirando la herida del costado de Jesús, o las flechas
clavadas en el cuerpo desnudo de Sebastián. Las heridas son como
bocas abiertas. Ya Janer lo entendió en su día y en nuestra
imaginación asociamos la felicidad a esa visión de dolor
y de gozo. Dolor de agujeros negros, en un mundo sin gente asesinados
por el cielo”.
Amante del sortilegio
de las metáforas, Espaliu concilió una
performance plagada de referencias simbólicas, de alusiones también
a la dimensión social del arte (De hecho también se refería
especialmente a Joyce) una propuesta que incidía en los miedos
y prejuicios para con los enfermos de SIDA; Cualquier objeto o elemento
que hubiera rozado a un enfermo de SIDA, un plato o un vaso... suponía
un riesgo de contagio, una propagación de la enfermedad, de la
que de hecho se hicieron lenguas muchos padres en los colegios españoles.
Creo que Espaliu con esta acción en volandas curiosamente dejaba
de lado (aunque pusiera de manifiesto estas cuestiones) la dimensión
sexual, el trasfondo sexual. Pero sobretodo si se le compara con Ronnie.
Sobretodo tener en cuenta que el trasfondo sexual estaba muy presente
en la imagen pública generada en torno al SIDA.
Espaliu, hijo de
una cultura frondosa como lo es la española,
replegada, vergonzosa y pública a la hora de evidenciar las realidades
en materia de la sexualidad, relegó, no sé si conscientemente
el poso sexual que ha alimentado el rechazo social, especialmente dirigido
a los homosexuales.
Creo que la cultura
española se ha formado manejando a sabiendas
el embozo, el disimulo, el disfraz, el decir con voz tenue un lenguaje
de sobre entendidos, de perífrasis que huye de lo explícito,
un desasirse de la definición sexual, un escrúpulo ante
la categoría que probablemente tenga un lado positivo, pero que
a veces esconde un miedo a la verdad.
Otro contexto el
francés, tan rígido y cartesiano. Es
un contexto que ha visto crisis muy devastadoras, me gustaría
recordar el caso de la sangre contaminada que ha llevado de hecho al
banquillo a algún responsable de la Sanidad Pública y que
ha facilitado también el surgimiento de un grupo (antes hablaba
de “Art Up New York” ahora de “Art Up París”)
inmerso en la ira, en la indignación por los muertos de SIDA.
Y me gustaría hablar de este grupo del que las manifestaciones
en la calle son verdaderas performances, con una estética muy
elaborada, mortuoria en muchos casos, pero pensada. Ellos utilizan consignas
radicales, como aquella conocida “Por la ley, por la sangre, por
el esperma”. Y de hecho es un grupo que ha contado con el apoyo
de periódicos dándole bastante cancha y ha facilitado su
conocimiento.
Voy a referirme a la obra de John Estole.
- Vídeo en marcha - Nació en el ’55 en Marsella. Él
lleva en sus células la marca de la enfermedad. Es importante
el sonido que recoge el frotamiento entre ellos; de estos hombres metidos
en un interior que a veces se dan de bruces entre ellos. Hay una sexualidad
implícita pero que no aflora.
Quería decir que Estole, él mismo aquejado por la enfermedad,
ha construido un universo personal, íntimo, rodeado de sus amigos,
en el refugio de su apartamento o en el de otras personas, mediante tanto
la performance como el dibujo y la fotografía y también
el vídeo.
Este fragmento es
del ’98 y se llama “Señal”,
y recoge una serie de actos ocurridos en la noche del 24 de septiembre
del ’97. “Señal” es lo que persiste y permanece
en un tiempo de producción tomado ante el directo y el diferido,
entre la performance y la proyección. Vemos varios hombres que
se rozan, se frotan al pasar al lado de sus cuerpos, con una riña
incipiente que no acaba de darse, abortada que simula que luchan... En
otros fragmentos bailan, recitan en francés y en árabe,
ya que son las dos culturas que mayor huella tienen en el mundo de Estole
que proclaman gestos, que se lanzan.
En una imagen a parece encarnizadamente, obsesivamente encima de un
trozo de carne roja a la que soba, a la que rae, a la que destroza, a
la que penetra con objetos, actos brutales y clara violencia.
Stole muestra una
comunidad de hombres sin sexo literal. Muestra a mi entender, un sujeto
en quiebra,
frágil, en una cotidianidad que
produce a veces edisipela, al borde del precipicio en algunos momentos.
Lee una cita de él: “Los hombres en mis obras, en mis fotos,
en mis performances hacen lo que pueden, pero al menos construyen un
territorio en el que se muestran desobedientes, ingenuos, sucios. La
enfermedad no es una derrota, es la señal que despierta la lucha
interior, la necesidad de decirle al mundo. Su ignominia.” Aquí cito
a Deleuze: “la enfermedad no es un enemigo para mí, no es
algo que transmite el sentimiento de la muerte, es algo que busca el
sentimiento de vida” pero él acabó suicidándose.
Para Stole se trata
de representar en su obra tentativas de supervivencia, formas de estar
de pie en un
contexto agresivo, en donde existe una enorme
presión por desprenderse del cuerpo físico, del cuerpo
propio, del cuerpo que acarreamos.
La sociedad quiere
conducirnos al abandono de nuestro cuerpo mediante mensajes de belleza,
de calidad,
de consecución, de resultado,
de integridad corporal, de ideal deportivo, de logros...
Nadie, muy poca gente
puede alcanzar según Focault esas alturas
olímpicas, la mayoría se haya pues fuera de su propio cuerpo,
ya que no pueden responder a la imagen de persecución; de fuerza,
de dureza y de equilibrio.
Bien, este vídeo recoge diferentes secuencias como he dicho,
una especie de hombres enjaulados en pasillos vestidos con ropa de calle.
En otra secuencia aparecen desnudos, con una sauna que no es tal, movidos
por el canguelo, por el nerviosismo, por un deseo inconcreto; por un
deseo sexuado pero no sexual en un espacio reminiscente de otros lugares
tipificados para el intercambio de fluidos que aquí se reducen
al contacto físico no declarado; limpio incluso aséptico
a su pesar.
A la luz de estos
trabajos performativos; los de Rob; Pep Espaliu i Stole en tres contextos
extraculturales
diferentes, he tratado de apuntar
algunas analogías y contaminaciones discursivas entre la política,
la época del SIDA y su trasfondo sexual.
Han transcurrido
ya 16 años desde que se oyó hablar por
primera vez de la palabra SIDA en el ’82 y que duda cabe que el
paisaje de las relaciones sexuales entre hombres y mujeres; entre mujeres
y mujeres; entre hombres y hombres; entre adultos y niños; ha
cambiado. También lo ha hecho la representación y por tanto
la ficción de esas realidades en el arte contemporáneo.
El descubrimiento de algunos fármacos (creo que conviene incidir
en esto); fármacos combinados, terápias múltiples...
que prolongan la vida de los enfermos, ha hecho que algunas voces precipitadamente
hablen de época POST-SIDA. ¿Pero como puede pronunciarse
tamaña insensatez, cuando a fecha 25.11.98 se contabilizan 34
millones de afectados, a escala mundial, siendo el 95% de ellos residentes
en países subdesarrollados?
Es cierto que el sexo conlleva un exceso de significación, pero
dado que se practica, hagámoslo debidamente, sin prejuicios, con
información y medidas. Dejémosle entrar en las escuelas,
en el mundo real.
En el contexto Occidental,
en un nuevo paradigma de modo vial, de sociedad global, de turbulencia
internacional, algunos acontecimientos recientes,
pueden dar a entender un cierto cambio de rumbo respecto de la visualización
de la vida sexual en una población a la que por lo general se
la tilda de pacata y de cerrada de mentes.
Señalo, pero sin profundizar, que las persecuciones del cuerpo,
de los sexos, por ejemplo, sobre los que se ironiza el último
vídeo de George Michael “Outside” parecen haber alcanzado
una tregua, la mayoría moral al menos se puede decir provisionalmente
ha sufrido cierto revés. Otro ejemplo el caso Lewinski creo que
lo ejemplifica; la indiferencia ante la presencia de ministros gays en
el Gobierno Laborista de Tony Blair, la dificultosa y laboriosa pero
continuada puesta en marcha de las leyes de parejas de hecho en diferentes
países europeos; España al respecto lleva un atraso considerable,
debido a la nula aportación del Partido Popular. Pero esto, creo,
no ha hecho desaparecer la sexofobia. Creo que ésta ahora rige
nuevas formas: uno de ellos muy mediatizado es esa obsesión recurrente
por el nuevo enemigo número uno: los pederastas; uno de los grandes
demonios de la actualidad.
Entre luces y sombras
la performance contemporánea sigue explotando
los límites de las sexualidad y este sentido me gustaría
mostrar algunas imágenes de trabajos llevados a cabo por la artista “Della
Grace” (norteamericana residente en Inglaterra). Imágenes
de diferentes clubes donde se han realizado performance (que ella no
recoge en forma de vídeo) por ella y otros donde lo fundamental
para ella es el momento, la acción que tiene lugar como mucho
hay alguna invitación, algún flyer que queda, como en este
caso una performance que durante cierto tiempo se llevaba a cabo en un
club de Londres donde muchas mujeres se vestían de hombres, los “Druk
Kings”...
Della recoge, sobretodo,
a través de la fotografía esta
vivencia, este continuo trasiego de las noches londinenses de clubs no
normativos, donde la gente se disfraza, utiliza atuendos; en este caso
dos mujeres en un acto que se supone no es propio de mujeres, convencionalmente
hablando; o en este otro donde aparecen unas chicas; a una de ellas se
le asoma un tatuaje por debajo de la manga y lleva un tipo de ropa que
se supone no correspondería con la estética, una ropa hiperfemenina
cuando parece que esto no correspondería con la estética
más dura que ellas debajo de la ropa podrían representar...
Esto es lo que le
interesa mucho a esta artista. Es muy difícil
de recoger con material artístico, pero existe y creo que en ese
sentido gran parte de las performances que a mí me interesan en
torno a la sexualidad, se produce más en las trastiendas de algunas
sex-shop; en talleres de sexo seguro (por ejemplo, en París unas
japonesas; unas performances muy irónicas extraían una
cadena de banderitas del país del Sol Naciente de la vagina...)
No conviene olvidar la dimensión performativa ha invadido otros
espacios; videoclips, la música, la fotografía... está invadiendo
el ciber-arte, el cabaret, el druk-show..., y creo que todo esto está diluyendo
la primacía de la performance. O mostrar el trabajo de otro tipo
de formas; Conocida sobretodo por su inmediatez, por su palpable fisicidad.
Creo que está un poco erosionada esta centralidad de la performance.
A veces pensamos
que con estos trabajos artísticos nos liberamos,
ya que estamos tratando de descodificar, de deconstruir todo placer en
término de sexo que al fin se descubre, que al fin se revela aunque
sea para minorías. Pero tal vez, quizá sea conveniente
tender a una desexualización; a una economía a final del
placer que no esté sexualmente normalizada; que no esté sexualmente
disciplinada.
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