> ALTRES/VERSIONS de l'objecte
taller amb: Arqueologia d'artista 1991-1992
Ramón Guillén-Balmes
Introducción de Zulema Moret

 







A mí me toca el taller.
Zuleta Moret, filóloga, escritora

A mí me toca el taller. Yo no voy a dar una conferencia porqué no me gustan las conferencias pero sí voy a reunir una serie de interrogantes sobre lo que pasó desde la mañana hasta hoy en relación a la palabra que es lo que me toca. Lo que a mí me toca, porqué la palabra toca.

Entonces, cuando la palabra toca, me pregunto en esta conversación si acaso la enferma de la que habló Claudia hoy a la mañana en su mesa, esa enferma que se decía una a otra para ser recibida en la información esta virtual, no cumple la misma función que los personajes que construimos cuando escribimos.

A caso esos otros que construimos no son en el papel estas representaciones de lo otro. A caso no son objetos. A caso no son metáforas de un significante que en el lector cobrará múltiples representaciones, o en la lectora. Es decir, cuando el otro o la otra lo recibe, ese mismo personaje como en internet cobra distintas representaciones que lo harán ser amado, ser odiado o ser recibido indiscriminadamente.

La segunda pregunta que me hago es si esos restos ortopédicos que vimos en las esculturas o instalaciones de Ramón y que vimos también a la mañana en las diapositivas de Claudia no cumplen una suerte de metáfora de lo que habla Kristeva en aquel ensayo donde se plantea la función de un lenguaje presemiótico o semiótica diferenciando esa glosolalia, esos ruidos, esos primeros sonidos instalados en el cuerpo y vinculados a la madre, que luego surgen como texto poético sobre todo en ArtQf sobre ello ilustra un excelente ensayo de Miguel Morell del que hablé en alguna exposición previa, en su libro, Psique, Máquinas *

Acaso no son restos eso que luego aparece en el trabajo poético; inclasificables porqué empiezan a ser sonidos, o ruidos, pulsión. Y luego son letra, letras en serie,
Acaso, los fragmentos que vimos en la exposición situados en esa pared, no podrían leerse como una suerte de texto. Texto que toma el espacio simbólico de la hoja de papel, pared, muro; donde, yo al azar con mi mirada construyo una sintaxis en la que voy tomando posición de cada objeto y lo voy uniendo en ese azar que el inconsciente me incita. Esta es la segunda o tercera pregunta que quiero proponer como pregunta y como desafío hoy en este taller.

Me preguntaba también si esos restos de lo que habló Alberto recién, que son heces, semen, uñas, excrementos, restos, no configuran en los rituales más primitivos las formas de retener al otro. Porqué justamente en las recetas mágicas del budú, la forma de retener al otro está configurada por restos del cuerpo. A caso esos restos luego no son plegaria cuando rezamos el rosario y se encadena una cuenta con la otra diciéndole y pidiéndole a un Otro, con mayúscula,, no el otro tuyo con mayúsculas, sino el de Dios; que por favor de, otorgue, entregue retener el deseo y lograrlo.

¿Donde la emoción? que todavía no se nombró. ¿Dónde la emoción entre sensores de¡ cuerpos de las imágenes que vimos hoy?. ¿Dónde la emoción y el sentimiento?, no la sensación que es otra cosa. Porqué la emoción se despierta cuando leo, cuando leo las palabras del otro que quedan inscritas en el papel. Hay una emoción, a-versión, emoción. ¿Por qué no se habló de la emoción? Y ahí viene encadenada otra pregunta, ¿es que acaso las palabras son forro, envoltura,
preservativo? Porqué aquí forro acepta esa polisemia de lo que cubre pero también de lo que separa de la enfermedad Lo que cubre el miedo. Yo me pregunto hasta donde nuestras palabras tanto escritas como dichas, nuestros significantes, no actúan a veces como forro de la emoción y del sentimiento.

Claro, yo me inclino por el sentimiento porqué vengo de esa historia, A caso no hay una sintaxis, ya dije, que tejan los ojos. Había ojos. Si reconstruimos con palabras ese recorrido del que habló esta mañana maravillosamente Antonia, no había un tejido de ojos, tejido de espermatozoides que nos conducían desde el origen de la vida al final, la genealogía envuelta en caguitas, de Volstanski. Y ahí reúno entonces tus palabras, que aparecen en la conferencia de Annalisa y que me llamaron la atención cuando habla del objeto y que también se atribuyen al trabajo literario y al texto, que es el nombre, no el nombre de la auditoría sino nombre de eso a veces dicho, que no es el mismo nombre, sino es un otro que me puedo inventar que se llama neologismos o argot o sin sentido o gitanjásfora cuando hablamos de niños y de adultos. De la función, y ahí me remito a las funciones del lenguaje, no a la función solamente del lenguaje como objeto. Y ahí hablaríamos de las funciones de Jakobson, en sus estudios de lingüística general, y ahí entonces voy a la memoria porqué si no es la memoria lo que se activa en estas marcas que quedan instaladas en el resto artístico de nuestra cultura, no tendría razón de ser. Por eso pienso que en esa competencia con la - figura de Dios, el artista, el nuevo artista compite, desafía. Renuncia a lo divino para hacerse acreedor de lo divino y quiere manipular la memoria. El único resto que queda de la cultura, en la literatura, la memoria de la especie. Y desafía en el sentido divino de la palabra al cosmos diciendo: haremos memoria vía internet Esa es la lectura que yo hago literaria de todo lo que está pasando o se ha dicho.

Desde otro lugar, y sigo con mis preguntas, hay un personaje que me apareció mientras hablaba Alberto, curiosamente, y que retoma también la pregunta de hoy a la mañana que es el de un filósofo en la película, "Los últimos días del naufragio", que desgraciadamente no ha llegado aquí, del director Subieta. En esa película, que es una metáfora de la dictadura del Cono Sur, hay un personaje que es un filósofo. Ese personaje que vive en un lugar marginal decide no decir más palabras, algunas palabras. Y esas palabras que decide no pronunciar nunca más, esos restos que escribe en una pared. Entonces, al final de la película, el habla y deja vacíos en su sintaxis. El vacío en lo que dice es lo que anotó en la pared, que no va a decir nunca más. A mí me parece una excelente metáfora ese filósofo escribiendo palabras que no dirá nunca más sobre lo que son los restos de una civilización. En este caso, la nuestra. ¿Cuál es el duelo de las partes perdidas? ¿Por qué no se enduelaron esas partes reemplazadas?, ¿Cual es el duelo de las palabras que no se dijeron?. ¿Por qué no se dijeron esas palabras? Qué funciones objetases cumplieron esas palabras como partes pérdidas del choc). ¿Por qué hay tanto miedo a decirse y a escribirse en ese texto oculto que es la biografía personal?, Y ahí retomo entonces el tema de la corrección. A caso esa ortografía, esa corrección de lo que se debe decir, no profanó el discurso personal, no marcó unas pautas, unas normativas en la corrección de la escuela, después viene la corrección de las normas sociales, luego viene el no decir por miedo a decir, en fin, ahí hay todo un encadenamiento parecido al rosario de no dichos o de desdichas o de suso- dichos también. ... son sin duda los que más han hablado sobre esta reflexión pre-humanista, humanista, no post-humanista del lenguaje.

Hay tres elementos que, a mí que me toca el taller, voy a recuperar como propuestas. Uno es el nombre, si quieren anotar. Otra es, que por suerte ya salió, y las voy a leer que me encantaron, “las comandes": "Comandes per apropament, decía Ramón. Comandes: espai per la coquetería, espai, un objecte era per conseguir un bany de ilum" y también había otros que formarían parte de este gran grupo literario que son las instrucciones o catálogos. Es decir, para que sirve un objeto. Para que sirve decir ese objeto. Lo más mecanizado que tenemos en este registro serían las recetas de cocina, que son instrucciones para. Pero que por suerte las podemos modificar. Claro, no podemos modificar su causalidad porqué nadie puede freír algo si no lo cortó primero, o corre el riesgo de fracasar en el intento, pero si como discurso, como texto; voy a hablar de que hay catálogos que explican el funcionamiento de los objetos de Ramón, que hay instrucciones que pueden explicar como usar esos objetos en un momento de indecisión o duda o si el artista no está para decirlo y. que también hay, sin duda, nombres. Todos estos objetos puestos en la pared, han visto, no tenían nombre. Eran ausentes de nombre, no se si se dieron cuenta. No es que él puso u n cartelito abajo y dijo, esto se llama ... y sirve para tal cosa. No. Podemos pensar que es para el muslo pero para una cadera exuberante también; podemos pensar que es para una rodilla pero también podemos pensar que es para una nalga ausente o escasa. Es decir, que funcionalidad le damos a ese objeto. Lo mismo sucede con el lenguaje. Lo mismo sucede en nuestra escritura. Y si no, baste leer aquel texto de Rayuela de Cortázar donde él inventa un texto arbitrario y que cada uno lo lea y lo entienda como pueda. Renunciar a la convención del significado es un desafío. Es el desafío del creador. Ajustarse a la norma y a la ortografía del lenguaje, encasillarlo en construcciones atadas es renunciar al aspecto creativo de ese objeto llamado signo lingüístico, palabra, letra; y que es lo que produce esa sensación, o ese sentimiento o esa emoción que llama Rolan Barthers en el "Placer del lenguaje" la juissance, no le plaisir, y que está conectado con la piel, con el cuerpo y con la palabra como objeto. Bien, esta es mi reflexión y voy a dar algunas propuestas de trabajo claro, que hemos pensado entre los tres, que no son mías nada más. En este sentido, yo creo que podemos recuperar la posibilidad de memorar y vuelvo a recuperar lo que se dijo hoy, la posibilidad de nombrar; la posibilidad de graficar, de dibujar nuevas formas o objetos ausentes. Yo me pregunto cuales son las prótesis por cada uno deseadas. Entienden lo que quiero decir, es decir, si cada uno o cada una tuviera que dibujar una prótesis objeto de deseo ¿cuál sería esa prótesis? ¿Por qué no la dibujan?. Por qué no la nombran, con un nombre que no tiene que ser lo literal, lo que la letra dice, sino lo metafórico, lo que la letra no dice y que el ~ lo entienda como pueda. Porqué yo confío en ese otro que puede leer; y me entrego a la libertad de ese lector o lectora.

Y la tercera pregunta era por qué no escribir algunas instrucciones o armar algún catálogo de funciones de estos objetos que han surgido como fragmentos, restos, o trozos, o cuentas de rosario. Las instrucciones serían: nombrar; funcionar, o sea, poner en ese texto, en todo caso, que función cumple o para que sirve. Para atraer la luz, para descansar, para qué sería el tema de las instrucciones o catálogos posibles.

Nombrar sería crear esa palabra que nombra a ese objeto, que no está dada todavía y que puede ser inventada, arbitraria o pueden ser cortes de sílabas de otras palabras puestas juntas entre sí, como hacían los surrealistas en muchísimas experiencias o poner una palabra que sea para ustedes representativa. Yo puedo llamarlo a esa parte, si se me da la gana, luna. Y no es la luna, pero para mí es la luna. Y quien quiera discutirlo que me discuta.