A
mí me toca el taller.
Zuleta Moret, filóloga, escritora
A
mí me toca el taller. Yo no voy a dar una conferencia
porqué no me gustan las conferencias pero sí voy
a reunir una serie de interrogantes sobre lo que pasó desde
la mañana hasta hoy en relación a la palabra que
es lo que me toca. Lo que a mí me toca, porqué la
palabra toca.
Entonces,
cuando la palabra toca, me pregunto en esta conversación
si acaso la enferma de la que habló Claudia hoy a la mañana
en su mesa, esa enferma que se decía una a otra para ser
recibida en la información esta virtual, no cumple la
misma función que los personajes que construimos cuando
escribimos.
A
caso esos otros que construimos no son en el papel estas representaciones
de lo otro. A caso no son
objetos. A caso
no son metáforas
de un significante que en el lector cobrará múltiples
representaciones, o en la lectora. Es decir, cuando el otro o
la otra lo recibe, ese mismo personaje como en internet cobra
distintas representaciones que lo harán ser amado,
ser odiado o ser recibido indiscriminadamente.
La
segunda pregunta que me hago es si esos restos ortopédicos
que vimos en las esculturas o instalaciones de Ramón
y que vimos también a la mañana en las diapositivas
de Claudia no cumplen una suerte de metáfora de lo
que habla Kristeva en aquel ensayo donde se plantea la función
de un lenguaje presemiótico o semiótica diferenciando
esa glosolalia, esos ruidos, esos primeros sonidos instalados
en el cuerpo y vinculados a la madre, que luego surgen como
texto poético sobre todo en ArtQf sobre
ello ilustra un excelente ensayo de Miguel Morell del que
hablé en alguna exposición
previa, en su libro, Psique, Máquinas *
Acaso
no son restos eso que luego aparece en el trabajo poético;
inclasificables porqué empiezan a ser sonidos, o ruidos,
pulsión. Y luego son letra, letras en serie,
Acaso, los fragmentos que vimos en la exposición situados
en esa pared, no podrían leerse como una suerte de texto.
Texto que toma el espacio simbólico de la hoja de papel,
pared, muro; donde, yo al azar con mi mirada construyo una sintaxis
en la que voy tomando posición de cada objeto y lo voy
uniendo en ese azar que el inconsciente me incita. Esta es la
segunda o tercera pregunta que quiero proponer como pregunta
y como desafío hoy en este taller.
Me
preguntaba también si esos restos de lo que habló Alberto
recién, que son heces, semen, uñas, excrementos,
restos, no configuran en los rituales más primitivos las
formas de retener al otro. Porqué justamente en las recetas
mágicas del budú, la forma de retener al otro está configurada
por restos del cuerpo. A caso esos restos luego no son plegaria
cuando rezamos el rosario y se encadena una cuenta con la otra
diciéndole y pidiéndole a un Otro, con mayúscula,,
no el otro tuyo con mayúsculas, sino el de Dios; que
por favor de, otorgue, entregue retener el deseo y lograrlo.
¿Donde la emoción? que todavía no se nombró. ¿Dónde
la emoción entre sensores de¡ cuerpos de las imágenes
que vimos hoy?. ¿Dónde la emoción y el sentimiento?,
no la sensación que es otra cosa. Porqué la emoción
se despierta cuando leo, cuando leo las palabras del otro que
quedan inscritas en el papel. Hay una emoción, a-versión,
emoción. ¿Por qué no se habló de
la emoción? Y ahí viene encadenada otra pregunta, ¿es
que acaso las palabras son forro, envoltura,
preservativo? Porqué aquí forro acepta esa polisemia
de lo que cubre pero también de lo que separa de la enfermedad
Lo que cubre el miedo. Yo me pregunto hasta donde nuestras palabras
tanto escritas como dichas, nuestros significantes, no actúan
a veces como forro de la emoción y del sentimiento.
Claro,
yo me inclino por el sentimiento porqué vengo
de esa historia, A caso no hay una sintaxis, ya dije, que tejan
los ojos. Había ojos. Si reconstruimos con palabras ese
recorrido del que habló esta mañana maravillosamente
Antonia, no había un tejido de ojos, tejido de espermatozoides
que nos conducían desde el origen de la vida al final,
la genealogía envuelta en caguitas, de Volstanski. Y ahí reúno
entonces tus palabras, que aparecen en la conferencia de Annalisa
y que me llamaron la atención cuando habla del objeto
y que también se atribuyen al trabajo literario y al texto,
que es el nombre, no el nombre de la auditoría sino nombre
de eso a veces dicho, que no es el mismo nombre, sino es un otro
que me puedo inventar que se llama neologismos o argot o sin
sentido o gitanjásfora cuando hablamos de niños
y de adultos. De la función, y ahí me remito a
las funciones del lenguaje, no a la función solamente
del lenguaje como objeto. Y ahí hablaríamos de
las funciones de Jakobson, en sus estudios de lingüística
general, y ahí entonces voy a la memoria porqué si
no es la memoria lo que se activa en estas marcas que quedan
instaladas en el resto artístico de nuestra cultura, no
tendría razón de ser. Por eso pienso que en esa
competencia con la - figura de Dios, el artista, el nuevo artista
compite, desafía. Renuncia a lo divino para hacerse acreedor
de lo divino y quiere manipular la memoria. El único resto
que queda de la cultura, en la literatura, la memoria de la especie.
Y desafía en el sentido divino de la palabra al cosmos
diciendo: haremos memoria vía internet Esa es la lectura
que yo hago literaria de todo lo que está pasando
o se ha dicho.
Desde
otro lugar, y sigo con mis preguntas, hay un personaje que
me apareció mientras hablaba Alberto, curiosamente,
y que retoma también la pregunta de hoy a la mañana
que es el de un filósofo en la película, "Los últimos
días del naufragio", que desgraciadamente no ha llegado
aquí, del director Subieta. En esa película, que
es una metáfora de la dictadura del Cono Sur, hay un personaje
que es un filósofo. Ese personaje que vive en un lugar
marginal decide no decir más palabras, algunas palabras.
Y esas palabras que decide no pronunciar nunca más, esos
restos que escribe en una pared. Entonces, al final de la película,
el habla y deja vacíos en su sintaxis. El vacío
en lo que dice es lo que anotó en la pared, que no va
a decir nunca más. A mí me parece una excelente
metáfora ese filósofo escribiendo palabras que
no dirá nunca más sobre lo que son los restos de
una civilización. En este caso, la nuestra. ¿Cuál
es el duelo de las partes perdidas? ¿Por qué no
se enduelaron esas partes reemplazadas?, ¿Cual es el duelo
de las palabras que no se dijeron?. ¿Por qué no
se dijeron esas palabras? Qué funciones objetases cumplieron
esas palabras como partes pérdidas del choc). ¿Por
qué hay tanto miedo a decirse y a escribirse en ese texto
oculto que es la biografía personal?, Y ahí retomo
entonces el tema de la corrección. A caso esa ortografía,
esa corrección de lo que se debe decir, no profanó el
discurso personal, no marcó unas pautas, unas normativas
en la corrección de la escuela, después viene la
corrección de las normas sociales, luego viene el no decir
por miedo a decir, en fin, ahí hay todo un encadenamiento
parecido al rosario de no dichos o de desdichas o de suso- dichos
también. ... son sin duda los que más han hablado
sobre esta reflexión pre-humanista, humanista, no
post-humanista del lenguaje.
Hay
tres elementos que, a mí que me toca el taller, voy
a recuperar como propuestas. Uno es el nombre, si quieren anotar.
Otra es, que por suerte ya salió, y las voy a leer que
me encantaron, “las comandes": "Comandes per
apropament, decía Ramón. Comandes: espai per la
coquetería, espai, un objecte era per conseguir un bany
de ilum" y también había otros que formarían
parte de este gran grupo literario que son las instrucciones
o catálogos. Es decir, para que sirve un objeto. Para
que sirve decir ese objeto. Lo más mecanizado que tenemos
en este registro serían las recetas de cocina, que son
instrucciones para. Pero que por suerte las podemos modificar.
Claro, no podemos modificar su causalidad porqué nadie
puede freír algo si no lo cortó primero, o corre
el riesgo de fracasar en el intento, pero si como discurso, como
texto; voy a hablar de que hay catálogos que explican
el funcionamiento de los objetos de Ramón, que hay instrucciones
que pueden explicar como usar esos objetos en un momento de indecisión
o duda o si el artista no está para decirlo y. que también
hay, sin duda, nombres. Todos estos objetos puestos en la pared,
han visto, no tenían nombre. Eran ausentes de nombre,
no se si se dieron cuenta. No es que él puso u n cartelito
abajo y dijo, esto se llama ... y sirve para tal cosa. No. Podemos
pensar que es para el muslo pero para una cadera exuberante también;
podemos pensar que es para una rodilla pero también podemos
pensar que es para una nalga ausente o escasa. Es decir, que
funcionalidad le damos a ese objeto. Lo mismo sucede con el lenguaje.
Lo mismo sucede en nuestra escritura. Y si no, baste leer aquel
texto de Rayuela de Cortázar donde él inventa un
texto arbitrario y que cada uno lo lea y lo entienda como pueda.
Renunciar a la convención del significado es un desafío.
Es el desafío del creador. Ajustarse a la norma y a la
ortografía del lenguaje, encasillarlo en construcciones
atadas es renunciar al aspecto creativo de ese objeto llamado
signo lingüístico, palabra, letra; y que es lo que
produce esa sensación, o ese sentimiento o esa emoción
que llama Rolan Barthers en el "Placer del lenguaje" la
juissance, no le plaisir, y que está conectado con la
piel, con el cuerpo y con la palabra como objeto. Bien, esta
es mi reflexión y voy a dar algunas propuestas de trabajo
claro, que hemos pensado entre los tres, que no son mías
nada más. En este sentido, yo creo que podemos recuperar
la posibilidad de memorar y vuelvo a recuperar lo que se dijo
hoy, la posibilidad de nombrar; la posibilidad de graficar, de
dibujar nuevas formas o objetos ausentes. Yo me pregunto cuales
son las prótesis por cada uno deseadas. Entienden lo que
quiero decir, es decir, si cada uno o cada una tuviera que dibujar
una prótesis objeto de deseo ¿cuál sería
esa prótesis? ¿Por qué no la dibujan?. Por
qué no la nombran, con un nombre que no tiene que ser
lo literal, lo que la letra dice, sino lo metafórico,
lo que la letra no dice y que el ~ lo entienda como pueda. Porqué yo
confío en ese otro que puede leer; y me entrego a
la libertad de ese lector o lectora.
Y
la tercera pregunta era por qué no escribir algunas
instrucciones o armar algún catálogo de funciones
de estos objetos que han surgido como fragmentos, restos, o trozos,
o cuentas de rosario. Las instrucciones serían: nombrar;
funcionar, o sea, poner en ese texto, en todo caso, que función
cumple o para que sirve. Para atraer la luz, para descansar,
para qué sería el tema de las instrucciones o catálogos
posibles.
Nombrar
sería crear esa palabra que nombra a ese objeto,
que no está dada todavía y que puede ser inventada,
arbitraria o pueden ser cortes de sílabas de otras palabras
puestas juntas entre sí, como hacían los surrealistas
en muchísimas experiencias o poner una palabra que sea
para ustedes representativa. Yo puedo llamarlo a esa parte, si
se me da la gana, luna. Y no es la luna, pero para mí es
la luna. Y quien quiera discutirlo que me discuta.