La violencia, el derecho La violencia contra la mujer es tema de estudio desde fecha reciente, no va más allá de unos treinta años y se inició en Inglaterra, en sede de grupos de ideología feminista, ampliándose posteriormente al resto de países de Europa y de EEUU. Aun cuando en estos momentos se esté cuestionando la validez de los llamados Derechos Humanos en tanto que no se aplican o no sean susceptibles de aplicación a determinados colectivos, entre ellos el de las mujeres, lo cierto es que su declaración por la Asamblea General de las NNUU marcó en su momento un hito importante, al configurar los derechos individuales. Es cierto también que estos derechos individuales se atribuían esencialmente al género masculino en detrimento de las mujeres, en especial si la relación hombre/mujer quedaba dentro del ámbito de la familia o el matrimonio. Esta asimetría, respaldada por la ideología patriarcal y la consideración social de que las cuestiones familiares pertenecían al ámbito privado, ha determinado durante muchos años la existencia de graves situaciones de violencia en el seno de la familia. Sin embargo, con el transcurso de los años la obtención de derechos por parte de las mujeres ha sido un logro importante en la mayoría de países del llamado primer mundo. Cuando los estudios sobre la violencia se iniciaron, se formularon, con el fin de hallar una explicación, teorías diversas: psicologistas; biologistas; las que tenían en cuenta aspectos sociológicos... Pero el movimiento feminista siempre tuvo presente dos aspectos que consideraba cabales para\erradicar estas situaciones. Uno de ellos era el factor económico. La idea de que muchas situaciones vejatorias se mantenían por la falta de ingresos de la mujer, que, dedicada a la reproducción y al cuidado del hogar, no disponía de medios que le permitieran dejar al agresor e inicar una nueva vida contando con sus propios recursos fue uno de los elementos del discurso del movimiento feminista y una de las reivindicaciones principales. Se propugnaba por la necesidad de estimular la educación y de disponer de empleos al tiempo que trataba de implicar a los hombres y dividir las tareas del cuidado de los hijos con la pareja o cónyuge. El
otro factor determinante es el legal. Puesto que el ordenamiento
jurídico no daba a
las mujeres la potestad sobre sus hijos, sin contar con otras importantes
limitaciones de su capacidad de obrar, dejar al agresor había
de significar, en consecuencia, renunciar a la custodia de la prole.
Sin olvidar las limitaciones legales de todo tipo que dificultaban
a las mujeres decidirse a recurrir al Derecho para poner fin a estas
situaciones. Las modificaciones del Código civil (patria potestad
compartida, igualdad en el seno del matrimonio, etc.) y del Código
penal (derecho al aborto, p.e.) fueron durante años eslógan
de multitud de manifestaciones de signo feminista. A lo largo de los años en que el sistema democrático ha venido funcionando en nuestro país, la legislación se ha ido modificando hasta obtenerse formalmente la igualdad de hombres y mujeres en cuanto a derechos y deberes. La incorporación de la mujer al trabajo es cada vez mayor, sin alcanzar cotas de excesiva euforia. A pesar de estos logros, el tema de la violencia no ha remitido. Durante muchos años el tema de la violencia en el seno de la familia se ha venido considerando como una cuestión privada en la que, ni familiares ni amigos, tiene legitimación para entrometerse. El "Sancta Sanctorum" del seno familiar ha sido inexpugnable. Esta ideología impregnaba también al estamento judicial, formado en su mayoría por hombres. Con el transcurso de los años y los cambios socio-económicos hemos constatado, por lo menos en mi actividad profesional así ha sido, que a pesar de haber obtenido una cierta igualdad económica o cuando menos disponiendo de trabajo y recursos, muchas mujeres siguen soportando relaciones imposibles por vejatorias. O cuando los niveles legislativos alcanzados permiten a cualquier mujer, al menos en teoría, abandonar a sus compañeros sentimentales o esposos y siguen volviendo con ellos una y otra vez, a pesar de las agresiones, el contenido del análisis debería añadir un nuevo elemento a tener en cuenta y es el aspecto emocional y psicológico. El tema de las dependencias emocionales y de los beneficios secundarios es importante y complicado a un tiempo. Si el análisis no es expuesto con una cierta comprensión puede dar lugar a conclusiones fáciles y erróneas. Las mismas interesadas pueden no poder aceptar su parte de responsabilidad en determinadas relaciones. La conclusión de que "en realidad les pegan porque quieren" puede surgir con facilidad de mentes simplistas e interesadas en no comprender. Creo que se ha ahondado poco en el estudio de los aspectos profundos o inconscientes que se pueden dar en relaciones de contenido perverso o con grandes dosis de agresividad. Sobre todo, por la dificultad de hacer extensivas determinadas problemáticas particulares a todo el conjunto social y con la idea del psicolanálisis de analizar situaciones concretas. En la práctica cotidiana podemos hallar situaciones de muchos años de continuidad en el maltrato y las vejaciones, en las que se resiente la autoestima de la mujer, se anula la capacidad de iniciativa hasta desembocar en una depresión. Es la situación que Carmen Valls comentaba respecto a la situación en campos de concentración, según Agambén. En muchas de estas situaciones de malostratos familiares, el tema del amor suele estar presente: "Yo todavía lo quiero", "Yo no puedo hacerle daño", "Cuando no bebe es tan bueno", "Cómo lo voy a echar de casa", etc. etc. Sin embargo, en los últimos años, asistimos a un espectáculo inesperado por brutal. La violencia ha pasado, de ser cuestión del ámbito privado a convertirse en titular de primera noticia en los medios de comunicación. La muerte, la más grave por irreparable, de las consecuencias de la violencia se ha convertido al parecer en la única salida para hombres abandonados. Es curioso que la mayoría de estas situaciones se producen cuando la mujer ha tomado la iniciativa de separarse. La escritora Shere Hite declaró en una entrevista que "en EE.UU. están comenzando a ser noticia los malos tratos y yo creo que los malos tratos a las mujeres han existido siempre. Me parece revolucionario que la prensa de mi país hable de esto" (1). Es la constatación de que, por fin, lo privado ha dejado de serlo para convertirse en público y, en consecuencia, en un tema de todos. A base de tapar el problema que existía, ha explotado de forma virulenta y, quienes no querían saber de estas cuestiones, ahora se horrorizan al darse cuenta del alcance musitado de la violencia. Es un tema similar al de las agrsiones sexuales a los menores. Es tan profundamente desagradable que, en general, preferimos no creer que esto se produce y que las denuncias son imaginaciones de los niños/as. Probablemente
en todas estas situaciones de muchos años de malos tratos,podría
hallarse un discurso común, si bien perteneciente
al ámbito de las emociones profundas y que sería importante,
a pesar de su dificultad, examinar y tratar de hallar unos parámetros
que permitan atacar el problema de modo menos simplista que agravando
las penas a los agresores o publicando las listas de éstos. Siguiendo de nuevo a Victoria Sau, ella cree que el conflicto original del macho humano es haberse precipitado en el miedo, no se sabe por cuanto tiempo, en lugar de buscar su lugar en la naturaleza junto a la mujer... La valentía masculina, en el patriarcado, es una forma desesperada de conjurar el pánico. Y el miedo de la mujer es el temor a tener que decirle al rey, como en el célebre cuento, que está desnudo; sólo decirlo, porque saberlo, lo ha sabido siempre. (2) Algunos
puntos que planteo para discusión del grupo y que recogen
aspectos propuestos o comentados en sesiones anteriores: (1) "La violencia
en los medios de comunicación. Maltrato en la pareja y agresión
sexuada". Estudio realizado por Concha Fagoaga para la Comunidad
de Madrid. 1999. |