Ida y vuelta- realidad y fantasía
Irma Aiello
psicoterapeuta

En la primera entrevista me dijo que había hecho terapia mucho tiempo pero que se sentía necesidad de trabajar el cuerpo. Que se sentía cansada, con tensiones fuertes y mucho estrés por trabajo y estudio. Tiene 32 años y es extranjera. Llegó a España hace 12 años. Se separó del marido dejándole el piso y se fue a vivir sola a una pensión sin llevarse nada y sin un duro. Al hablar de su historia me cuenta que su padre era alcohólico, y que su madre es una inadaptada que soportaba todo lo que su padre hacia, la llamó co-alcohólica. Que a los 18 años dejó la casa paterna y se fue a la Capital, ya que toda su vida la había pasado en el campo. Viviendo en casa de su abuela, de pequeña ha tenido caídas muy importantes andando a caballo. La que más recuerda es una en la que venía galopando y se quedó enganchada del cuello con un alambre, el caballo siguió y ella cayó al suelo, quedando casi inconsciente. Otra que recordaba era la caída de unas escaleras, donde se había dañado el coxis muy seriamente.

El padre la castigaba encerrándola en una habitación semioscura donde ella leía los periódicos viejos que había por allí, la madre y abuela la hacían trabajar en el campo, no la dejaban descansar nunca. Tuvo muchas enfermedades de pequeña, herpes, problemas con la comida, disentería, amigdalitis, otitis, bronquitis y muchas infecciones. La operación de peritonitis a los 12 años fue para élla una experiencia muy fuerte porque tuvieron que anestesiarla dos veces, la recuerda como totalmente brutal, que le había dolido mucho. Lo que me llamaba la atención es, que contaba todo sin emoción, aparentemente era como una información de hechos viejos que ocurrieron a otra persona.

Dentro de las cosas que más me llamaron la atención de Elsa, es que su cuerpo es pequeño pero de formas armoniosas, aparentemente sin muchos puntos de tensión o zonas cargadas. Pero la primera impresión fue de un gran vacío en el plexo solar, pelvis y ojos. Las primeras fotografías que hicimos nos muestran que sus pies no se apoyaban del todo al suelo, y que había tensión alrededor de la columna. Y su cara muy triste y lejana, pareciendo incluso mayor de la edad que tiene.

En Barcelona comenzó a trabajar de asistente en Centros que tratan a personas marginadas y drogadictos; personas a las que ayudaba y a las que les entregaba toda sus energías. Siempre que mencionaba el tema de la entrega de energías menciona a su padre, que ahora está muerto, pero mientras vivió demandó de ella mucha energía, pidiéndole que fuera como un varón de fuerte y resistente. Después de la separación de su marido y de vivir en una pensión, compartió una habitación de un piso grande con otras dos personas. Trabajaba todo el día porque no le apetecía volver a casa. La convivencia con la gente que allí vivía no le iba muy bien, se metían mucho en su vida. Me dijo que sólo podía venir una vez al mes porque el dinero no le alcanzaba para más.

Al comenzar el trabajo fueron saliendo cosas que ocupaban un espacio muy grande en su cuerpo, que no le permitían descansar ni moverse con toda la capacidad de la que disponía siendo tan pequeño y frágil. Las sesiones eran realmente ricas, no le costaba entrar en sí, notaba que ocupaba más su cuerpo, que no se angustia tanto por las cosas de fuera, trabajo, casa, amigos, familia. Después de un par de sesiones me llamó y me dijo que buscaba un piso, que había dejado la casa en la que vivía. Se mudó a casa de una amiga mientras conseguía piso. Deseaba irse a una masía, volver al campo al contacto con la naturaleza. Quería volverse a su país, añoraba a los suyos, a su hermano, que es más joven que ella. Todas estas cosas las compartía como si no las sintiera, un poco porque tocaban. Empezó a venir cada quince días, y después cada semana. Llevamos un año y medio trabajando juntas. Cuando lograba hablar de la niña que había sido se la imaginaba tranquila obediente, no soportaba verla inquieta movida, saltando. Decía que nadie querría estar con ella. Cuando hablaba de ello su voz perdía fuerza, parecía que la controlara, sentía una falta de energía, apretada.

En otra sesión importante salió el tema de un aborto que practicó cuando tenia 20 años, de los que no había hablado nunca con nadie. Vivió metida en la política, quedó embarazada de un hombre que no se hizo cargo de la situación, y tenía que dejar el país con el niño. Se le hizo una montaña grande, tuvo miedo y decidió abortar. Este recuerdo la conmovió, hasta casi se disculpó por no haberlo mencionado antes. Pero aunque la trajo a la realidad, y su cuerpo comenzó a estar más presente, aún no podía contactar con el dolor grande que le había producido guardar durante tanto tiempo toda las emociones y sentimientos que vivió con este hecho. Su respiración comenzó a ser más fluida, su vientre comenzó a llenarse más y sus pies tocaban más el suelo.

En otra sesión salió el tema de dos violaciones que había sufrido a los 7 años, otro tema del que no había hablado nunca con nadie, porque era como si ella no los recordara. Revivió el regreso a casa después de uno de los abusos, subiendo la escalera y casi desmayándose, los calcetines caídos. Lloró mucho se abrazó a mí y se quedó acurrucada. De allí su pelvis comenzó a ocupar más espacio, cuando caminaba se apoyaba en el suelo, y ocupaba más espacio. Después de la sesión llegó a reconocer que ella se sentía culpable por no haberlo evitado, por no haber tenido la fuerza suficiente para resistir a esas violaciones. Apareció nuevamente la visión que tenía de la actitud que esperaba de la niña, que estuviera quieta sin moverse y obediente.

A Elsa le gusta la náutica y en una esas salidas que salieron a navegar con un par amigos, trastabilló en el barco y se cayó recibiendo un golpe muy fuerte en el sacro. Estuvo con dolores mucho tiempo y dejó de venir a las sesiones. Cuando las reinició tenía dolores por todo el cuerpo y anímicamente se sentía fatal, decía que todo estaba como antes, que la vida era muy difícil. Pareció revivir todos los dolores de cadera y espalda, recordó los quistes que había tenido en la matriz. Aparecía una lucha clara entre quedarse en el dolor de ver qué pasa, para qué sirve, o bien apartarse de él, no sentirlo. Si salía de él se deprimía se quedaba vacía, abandonada. Fue una sesión dura.

En la siguiente pudo trabajar más con la voz y dejar salir su rabia, pateaba y me comentó que de pequeña tenía una actitud singular con sus pies, los ataba muy fuertes con un trapo y los pegaba a la pared, o los escondía entre las piernas de su madre era la única forma de poder dormirse, la única forma de controlarse, cuando pudo verlo y sentir que era libre de moverlos, comenzó a sentirse más segura. Era una manera de limitar el placer, de no sentirse libre.

Igualmente seguían apareciendo cosas que la volvían a la sensación de vacío y abandono, como una parte de ella que no le permitiera dejar de volar a la fantasía, para no conectar con la realidad. Comenzó una relación con un hombre libre, el dueño de la embarcación en la que se dio el golpe, de los que no toman compromiso, un hombre que le atraía, pero no la relajaba, no podía descansar a su lado, estaba inquieta. Volvía la sensación de estar al lado de su padre, tratándole de complacer, sin que el otro se comprometiera con ella. En la relación no había gratificación alguna, se veían cada quince días, a veces un mes, pero ella no podía dormir a su lado, estaba inquieta, finalmente este hombre tenía novia y ella se enteró por una amiga en común, se permitió sentir rabia por la actitud de él y pudo acabar con la relación que no le hacía bien.

Hubo un período en el que se sucedieron muchas visitas, la de su madre, que duro tres meses y vivió con ella todo el tiempo. La de una íntima amiga de la infancia, que estaba embarazada y se quedó tres o cuatro semanas, las de otras amigas que vinieron a estudiar a Barcelona y también vivieron en su casa. Todo esto le movió cosas, costumbres, patrones culturales que llevaba guardados y las partidas provocaron el deseo de regresar a los suyos. Si bien es cierto que el deseo sonaba más como un sueño que como algo real. Cuando ellos se iban se llevaban su vida, un trozo de ella, la vaciaban sólo podía ver lo que perdía, lo que ellos le habían compartido, y le habían dejado no valía para nada.

Cuando se fue su amiga me dijo "se llevó mi fuerza, mi vida”. Se quedaba prácticamente sin respiración, cerraba su garganta y sentía frío en su bajo vientre. Cuando pasamos a la camilla estaba en una mezcla de escalofrío y confusión, se paralizaba. Y me decía: "nada sale, nada entra". Después de apoyar su pecho un tiempo pase a la cabeza porque tenía un dolor muy fuerte y necesitaba descansar y sentir contacto. Comenzó a descansar y veía más claro lo que le pasaba. La mezcla principal era entre cuerpo y mente. No podía integrar, la lucha era clara. Decía que el vacío de las costillas era grande y oscuro como las galerías de Gaudí y veía que tal como las galerías son oscuras también puede apreciarse un poco de luz. Eso la ponía triste, sin emociones pero triste. Aparecía algo tan viejo en ella que le pedí que vocalizara la letra "U” varias veces, luego de repetirlo una y otra vez sintió deseos de mamar, de chupar, de succionar, de tomar la leche. La leche era el producto que intentaba tomar cada vez que se iba un ser querido, pero que le dejaba el cuerpo deshecho, produciéndole como una gastritis. Dijo que necesitaba alimentarse, estaba cansada y hambrienta y ese hambre y ese cansancio le venían desde que decidió trabajar con desesperación, y sobrevivir. Hablamos de ello, pudo ver que ahora no necesitaba beber leche, que se podía alimentar de cosas sólidas, y que ahora decidió vivir, no solo sobrevivir. Ese día salió de la sala cansada pero a la vez liberada.

En la sesión siguiente, que sucedió antes de una semana. Me dijo que estaba totalmente cambiada, que sentía que con la sesión anterior y mi presencia había podido comenzar a recibir alimento. Comenzó una etapa de mayor conciencia de la realidad, ya no mencionaba tanto su estado de provisionalidad aquí, ni en su trabajo. Comenzó a estudiar con más placer. Le apetecía participar en las clases y hasta estudiar más a gusto.

Ha encontrado un compañero en la Facultad de Psicología con el que le gusta estar, con el que comparte trabajos y tiempos de charlas. Siente un poco de miedo cuando el objeto de fuera hace demandas, o cuando, aunque no le demanden, siente que tiene que dar. Se cierra su cuerpo, el estómago y su cabeza, frente y boca, no quiere dar nada de ella.

Cuando pasa a la camilla le cuesta descansar la espalda, el esternón está muy arriba. Dice que siente un pequeño pulmón que intenta respirar, débil, vulnerable, y si respira no le gusta porque comienza un miedo en la cabeza, y sus piernas que se le descontrolan, se van. No quiere ser débil, no quiere a la debilidad, a pesar de que la ve blanca y brillante, que no se puede ensuciar. Y ve una parte negra que es un potente motor, dice adiós a una vieja tristeza, un vacío en la tripa, que es un globo sin inflar, pero que no sirve para nada. Recuerda su relación con el agua de la piscina, cuando nada y se sumerge, se enrolla en estado fetal y necesita reflotar para respirar y volver a entrar.

Después de hablar un tiempo ve que es como el claustro materno en el que no le dieron toda la alimentación que necesitaba. Se toca la panza y dice que "algo debía haber aquí, ya no está, nunca estuvo". Al ponerse en pie ve un estado nuevo, un espacio más grande para ocupar y siente más poder, "ve las cosas como son, son sin simbolismos".

Me dijo que es el momento de acabar con Barcelona, que piensa en otra ciudad o en otro país, tal vez Suecia porque está su prima y la situación social es distinta de la de aquí. Dice que está contenta de pensar en ello, pero que dejará el piso montado aquí, hablamos sobre el tema y ve que tal vez lo que sucede es que tiene miedo de engancharse con el compañero de curso. Volvió el tema del aborto. Llorando me contaba que muchas veces se encuentra pensando en los años que tendría su hijo, en como sería, y en todo lo que ha sufrido por ello, que también piensa donde estará ahora su hijo. Después de un tiempo hablando sobre el tema y sintiendo lo que pasa dentro, pudo comenzar a aceptar el dolor que le produjo y ahora sentir que no le duele tanto. Ahora siente una gran tristeza.