Un cuerpo que llora
Carmen Ferrer Román
Psicóloga Psicoanalista
EPOS Aula de Psicoterapia Psicoanalítica
y Medicina Psicosomática


Cuando el dolor no encuentra salida en las lágrimas, son otros órganos los que lloran.

El caso que voy a exponer, creo, que no es un caso claro de psicosomática. A mí me planteó dudas en cuanto al diagnóstico, además el hecho de que no pudiera acabar de hacer la observación, ya que la paciente abandonó el tratamiento antes de que yo pudiera llegar a una conclusión, es lo que me motiva a traerlo aquí, esperando que vosotros me aportéis vuestra visión y, entre todos, podamos aclararlo, en la medida de lo posible.

El nombre con que lo designé "Un cuerpo que llora", hace referencia a las vivencias y sentimientos que el tono emocional y el discurso de esta mujer despertaban en mí.

La paciente, a la que llamaré Margarita, es una mujer de 58 años, casada y con dos hijos: una hija de 30 años y un hijo de 28. El marido tiene 62 años.

Se trata de una mujer de clase acomodada que, siempre se ha ocupado de la casa y la familia. El marido es propietario de una empresa del ámbito textil. Los dos hijos ya viven fuera de la casa paterna. La hija está casada y el hijo vive solo en un piso de soltero. El hijo hace poco que marchó de casa.

Motivo de la visita:

La causa de la visita es una gran intranquilidad que tiene desde que tuvo un pleito con la hermana, hace unos años, por la herencia familiar, poco después de morir la madre, el padre ya había muerto años antes. La intranquilidad está muy acentuada últimamente, tiene dificultades para dormir y sufre fuertes dolores de cabeza. Después de visitar varios médicos, que no han logrado solucionar sus problemas, ha decidido solicitar visita psicológica, animada por una amiga. La visita la solicita en un club, del que es socia, en el que hay un equipo médico con distintas especialidades, y en el que también se incluye atención psicológica.

Margarita es una mujer que se presenta siempre perfectamente arreglada. Compuesta y tranquila en su aspecto, en sus gestos y en su modo de expresarse; muy mesurada. Nunca, en los dos años de tratamiento que hace conmigo, cambiará el tono de su voz, ni llorará en ninguna ocasión. Preguntada por mí si llora en alguna circunstancia, contesta que no entra dentro de sus costumbres. Esta declaración ya me resulta chocante, porque el contenido de su discurso haciendo referencia a la pérdida de las cosas que más estimaba en su infancia y juventud, a mí lo primero que me sugiere es la necesidad de un desahogo emocional.

Es la menor de dos hermanas. La hermana tiene cinco años más que ella. La familia compuesta por los padres, las hijas y la abuela materna, vivían en una torre en la parte alta de Barcelona. El padre era propietario de una empresa.

De su padre dice que estaba un poco ausente, sólo ocupado por su trabajo, opinaba poco. La madre estaba totalmente sometida a su propia madre, que era la que mandaba y organizaba la casa. Siempre ha tenido una fuerte rivalidad con su hermana, continuada después en la rivalidad que establece con su cuñado, hermano menor del marido. Ella asegura que siempre estuvo como separada de la familia, no se ocupaban de ella, aunque la malcriaban con caprichos alimenticios porque era muy delgadita.

Ya en la primera visita me llaman la atención algunas cosas; Margarita expresa de palabra un gran malestar psíquico, centrado en un estado angustioso, miedo, una profunda ansiedad; pero yo no siento que ella sienta estos afectos como me las está explicando, no me transmite su angustia ni su ansiedad. Tengo la sensación de que ha llegado a la conclusión de que es eso lo que tiene que sentir por las cosas que le han ocurrido.

Después, a lo largo de las visitas, referirá otra serie de síntomas, a los que ella confiere menos importancia; tales como:
La extraordinaria importancia que otorga al aseo personal, al vestido y al aspecto general, tanto propio como de las otras personas. No tolera los olores corporales de ningún tipo.

Cuando habla de los olores me transmite una inquietud extraña, como si no pudiese tolerar nada de lo que hace referencia al cuerpo como portador de los instintos. También siento como si ella viviera que su cuerpo no es suyo, habla de él como algo distanciado de ella. Tengo la sensación de que su cuerpo ha de estar perfectamente cubierto con el vestido más adecuado a cada ocasión, como si portase un uniforme, que es el que la protegiera, casi diría con un espíritu corporativo. No tolera la impuntualidad, ni propia ni ajena. Dice que controla el tiempo y con ello, piensa, que también controla a los demás, afirma que le tienen miedo. Yo siento que es ella la que tiene miedo.

Tiene gran dificultad en las relaciones sociales y amistosas. Cuando está en reuniones no se atreve a llevar la contraria y a decir sus opiniones, porque teme crearse enemigos. Tiene tendencia a recluirse en casa, oyendo música, donde se siente protegida.

En una ocasión en que yo me retraso con una paciente anterior a ella, se marcha y vuelve quince minutos más tarde de la hora. Ya en la sesión se queda bloqueada y afirma que no se le ocurre nada de nada. Le pregunto si puede estar enfadada conmigo por el retraso en recibirla y contesta que ella no se enfada por esto. Yo me pregunto si no será el miedo lo que la hace bloquearse, miedo que ella intenta inspirar a los demás con su control, para defenderse del propio.

Le suele entrar pánico en los parkings, teme no encontrar el coche o perderse. Yo tengo la sensación de que teme no encontrar su "carcasa", entendiendo el coche en este sentido, y quedarse desprotegida, con una desnudez total, como sin piel.

La sexualidad parecía no existir para ella. A mi pregunta de cómo iba la sexualidad, responde que bien, que eso no da problemas y cambia de tema. Esta misma reacción se repetirá cada vez que surge este tema.

Trastornos somáticos

A lo largo de las sesiones va explicando una serie de trastornos físicos que ella no relaciona con el resto de sus conflictos. El primero es una lumbalgia muy fuerte que le ataca de tanto en tanto y problemas de huesos en las piernas, desde que tuvo a su segundo hijo. También aparecieron alergias cutáneas cuando amamantaba a este hijo. Dice de sus hijos que los tuvo porque había que tenerlos. El segundo hijo acabó de ocupar el poco espacio libre que quedaba en el pequeño piso en que vivían.

Cuando habla de los hijos yo capto una gran ambivalencia, por un lado representan su continuación en el más puro sentido biológico y su realización social: Ha tenido la perejita, que todos desean. Por otro lado, parecen representar una dura responsabilidad, que le ha quitado sus posibilidades de comodidad, y una fuente de frustraciones porque no satisfacen sus deseos: la hija no quiere darle un nieto, que ya tienen muchas conocidas suyas y el hijo tiene una novia totalmente inadecuada.

Mareos y vértigos cuando ocurren cosas que no le gustan, la primera vez recuerda que fue jugando con una amiga al tenis, a la que siempre ganaba, en aquella ocasión fue la amiga la que ganó, pero ella no se enfadó. También le ocurre cuando sale a la calle y se encuentra que están haciendo arreglos o reformas. Yo sentí que expresaba así la angustia que le producía el hecho de que le cambien su ambiente.

Descomposiciones de cuerpo y paralización general, cuando se entera de que le ha pasado algo malo a sus hijos, accidentes, como uno que tuvo hace poco su hija con el coche. Tensión en los hombros y en el cuello y mandíbulas encajadas, bastante a menudo. Fuertes dolores de estómago, cuando ve a su hermana o a otras personas que le caen mal.

Todos estos síntomas se podrían incluir en la categoría de manifestaciones conversivas, propias de un cuadro histérico, con excepción quizás, de las reacciones alérgicas. Pero hay un último trastorno que es el que a mí más dudas diagnosticas me originó. Se trata de que se le ha descolgado la vejiga (igual que a su madre). La han de operar o tiene el riesgo de tener incontinencia urinaria. Posiblemente, tendrán que quitarle la matriz. No hay garantía de que quede bien.

Intento indagar más datos sobre ello, pero la paciente afirma que eso es todo lo que dice el médico. Sobre la causa del descuelgue de la vejiga, dice que el médico le ha dicho que a veces pasa y no tiene por qué haber una causa determinada, además en su caso hay antecedentes familiares.

Todos estos trastornos somáticos van apareciendo por casualidad, a veces, respondiendo a preguntas mías, y, otras veces, a tenor de que ha de faltar a una sesión para realizar una visita médica.

El mayor deseo que tiene es poseer una casa con jardín (la hermana sí tiene una), pero sabe que no la tendrá nunca, no porque no pueda permitírselo, sino porque el marido está muy a gusto en el piso en que viven. A ella le gustaría especialmente tener la casa familiar. Ha pasado últimamente frente a ella, está abandonada y en muy mal estado. Pensó en hacer una opción de compra a través de otra persona, pero cree que la hermana no se la venderá si se entera que es para ella y además está destinada a ser la vivienda de su sobrino.

Sí posee una casa, pero es en Ibiza, el único lugar en que está a gusto. Aunque Ibiza está muy lejos y no es sitio para vivir. Yo tengo la impresión de que Ibiza está lejos de núcleo familiar y de que esta casa no está relacionada con las propiedades familiares. La casa familiar, en cambio, está cayéndose y ella también parece empezar a caerse.

Cuando habla de la casa, cosa que hace a menudo, siento como que esté hablando de su propio cuerpo. A ella no le han proporcionado una casa-cuerpo adecuada, algo que pertenezca a la categoría de lo propio, en la que ella pueda sentirse bien.

En mis intentos de relacionar los trastornos físicos con los conflictos psíquicos, tropiezo con una fuerte resistencia, insiste en que sus males son de las cervicales. Tenía muchas dificultades para asociar y no le encontraba mucho sentido ni utilidad a hacerlo.

Margarita estuvo dos años en tratamiento, a razón de una sesión semanal, nunca aceptó mis indicaciones de ampliar a dos sesiones, aduciendo que eso la agobiaría más. Cortó el tratamiento con ocasión de hacerse la intervención de la vejiga, que también comportó la extracción de la matriz. Cuando estuvo repuesta, dijo que, por el momento, no podría volver porque su hija tendría un bebe y ella necesitaba todo el tiempo para ayudarla a cuidarlo. (No me había informado de que la hija estaba embarazada).

Durante el tratamiento, a temporadas, se encontraba más tranquila y podía dormir mejor. Pero se quejaba de que su mejoría tenía altibajos. Como resultado del tratamiento, Margarita llegó a concienciar aspectos personales propios, en la mala relación con la hermana, la abuela, el cuñado, y en sus dificultades en las relaciones sociales. Aunque siempre demandó que le proporcionara una total solución a su malestar.

Cuando se quejaba de que no obtenía allí lo que ella necesitaba para vivir bien, a mí me despertaba la vivencia de la madre respecto del bebe, cuando éste llora y la madre ya le ha proporcionado todo lo que está en su mano para calmarlo, pero el bebe continua llorando con desesperación.

Diagnóstico

Margarita hacia pensar más bien en una neurosis histérica, pero con determinados rasgos que apuntaban hacia algún tipo de desorden psicosomático, según las vivencias que en determinados momentos del tratamiento yo sentía.