Paciente varón de 32 anos. Adicto a drogas por vía parenteral hasta hace 10 años. Desde el abandono de su adicción, no ha vuelto a probar ningún tipo de drogas y desde hace 3 años trabaja como monitor en grupos dedicados a la deshabituación y rehabilitación de drogadictos. Acude a la consulta solicitándome que quiere hacerse "las pruebas del Sida", por primera vez en su vida. Le pregunto si hay algún motivo o practica de riesgo por el que desee realizarse la prueba o bien es por pura curiosidad. Me explica su adicción hasta hace 10 años, dice que nunca tuvo interés en realizarse las pruebas pues hace mucho que dejó la droga y no tiene ningún miedo a estar infectado; pero hace unos meses inició una relación estable con una persona que trabaja en su mismo campo y quieren iniciar una convivencia, por lo que para mayor tranquilidad de ella se hará las pruebas. Realizo el consejo pre-test, aclarándole lo que puede significar en su vida el resultado del mismo. Cito al paciente un dia de guardia con muchas horas por delante para comunicarle el resultado y hablar con calma. Tras la comunicación del resultado aparece en el paciente un hermetismo y un bloqueo total, ni un gesto, ni una palabra… nada. Seguimos mucho rato en silencio, le aclaro que para mí un solo resultado nunca es fiable y que siempre realizo a todos los pacientes una nueva prueba de confirmación, también le digo que me tiene en todo momento a su disposición para hablar, para escucharle y para responderle a todo tipo de dudas, miedos o preguntas que puedan ocurrírsele. Me dice que no se esperaba este resultado, que se niega a realizarse la prueba de confirmación y también a aceptar su seropositividad. Se marcha, pero vuelve a las 2 horas completamente destrozado, lleno de preguntas, de dudas, de ideas autodestructivas y repitiéndome continuamente "que su vida está destrozada". Estuvimos hablando 3 horas más, aclaramos muchos miedos y dudas e incidí al máximo en el consejo pot-test. A partir de aquí y tras la positividad de la prueba de confirmación iniciamos el estudio general ( anamnesis, exploración física y pruebas complementarias). Los resultados fueron poco alentadores, ya que los CD4 eran muy bajos, pero no había aún ningún signo de infección oportunista, es decir, por el momento no era un enfermo de Sida. Lo derivé al hospital para valorar inicio de tratamiento con antiretrovirales. Inicia tratamiento con AZT y le sigo haciendo controles completos cada 3 meses. Pasó año y medio asintomático, hasta que presentó una Tuberculosis, seguida de una larga lista de infecciones oportunistas, que le llevaban continuamente a realizar ingresos hospitalarios. Tras el último ingreso volvió a su domicilio en un estado ya terminal. Con su consentimiento retiré toda aquella medicación que no fuera paliativa o que pudiera crearle molestias o disconfort. Trabajamos juntos para poder conseguir la mejor calidad de vida posible, el máximo confort y la nutrición más adecuada. Se negó a cualquier nuevo ingreso hospitalario y durante 7 meses lo visito habitualmente 3 veces por semana, compartiendo con él como mínimo una hora en cada visita y dedicando prácticamente todo ese tiempo a charlar y a intercambiar ideas. Estas visitas y estas charlas han sido uno de los períodos más enriquecedores, gratificantes y hermosos de mi vida profesional y también personal. El paciente falleció en febrero, y puedo asegurar que falleció en paz. |