|
||||
|
|
Con el tiempo, el arte de acción evoluciona hacia un nuevo habitat natural como respuesta a tendencias artísticas menos arriesgadas. El cuerpo se convierte en un motor para la experiencia y la performance. Un arte que no está a la venta y cuya transición se ejecuta en un tiempo y espacio. Un trabajo donde el cuerpo se convierte en el protagonista, pasando de ser sujeto a ser objeto para transformarse en algo presentado en lugar de en representación. Francesca Woodman (1958 - 1981), Hannah Wilke (1940 - 1993) y David Nebreda (1952) nos ofrecen una desencarnación progresiva del cuerpo a través de sus trabajos. Francesca Woodman. Fotógrafa y modelo. Sujeto y objeto al mismo tiempo. Mediante fotogramas interpretados en clave performativa, sus imágenes se convierten en retratos psicológicos de la identidad del cuerpo femenino. Con su cámara, se aleja del uso documental para crear escenarios y espacios temporales y subjetivos que producen la transformación de objetos, superficies y movimiento. Sus trabajos centran la atención sobre un sujeto principal en la escena que comparte su cuerpo e imaginación con el espectador, ofreciéndole una experiencia de intimidad completamente alejada del espectáculo. Hannah Wilke emplea su propio cuerpo como centro de arte, primando el interior frente al exterior. Sus performances de living-sculpture transforman la vida cotidiana en una performance de género donde la subjetividad se forma a través de gestos, signos corporales y otros medios discursivos (latex, cerámica, chicle,...). Su trabajo expone la auto-documentación de un sujeto femenino profundamente absorto en sus propias reflexiones. Una adaptación de su cuerpo como material escultórico que rompe y subvierte las leyes de la mirada tradicional, activando una inmovilización más intensa en el espectador. David Nebreda. El discurso de su trabajo es el derecho a ejercer su libertad. El dolor se convierte en el objeto de su proyecto en el que integra el tiempo de la experiencia omitiendo el de la representación. Esto lo logra a través de la exhibición de su propia realidad, mediante un proceso de definición de la identidad que se presenta al público desde un estado subjetivo, con el único fin de retratar a su enfermedad (esquizofrenia). Su obra, su cuerpo y su vida son, en conjunto, una gran performance que refleja la historia de su proceso mental con el fin de auto-conocerse y auto-crearse. Sara Alfonso Domenech |