Tras
la visita realizada a la exposición Introversiones:
aspectos de la colección presentada en el MACBA,
Museu d'Art Contemporani de Barcelona, y disfrutando del privilegio
de tener como guía a la comisaria de la exposición
Antonia M. Perelló, hemos decidido tomar la obra Arqueología
de artista de Ramón Guillén Balmes como
objeto de reflexión de esta Jornada.
En
las jornadas anteriores habíamos trabajado las afecciones que
afectaban particularmente al cuerpo, que producían fenómenos,
que lo enfermaban. En la obra de Guillén Balmes, nos
interroga qué sucede cuando el cuerpo es afectado por
una prótesis. ¿Es un cuerpo protésico? ¿Es
un objeto más allá del cuerpo? ¿De qué operaciones
se trata? ¿Qué efecto produce en el sujeto? ¿Se
trata de una respuesta biológica, mecánica, literaria,
científica...?
Así como "Introversiones
nace de la evidencia de que algunas obras contienen un hálito
de vida, un latido, una pulsión casi física",
un grupo de diversos especialistas hemos entendido la importancia
de realizar diversas lecturas que atraviesan el objeto, resignificando
de esta manera el cuerpo, en el marco de una cultura fragmentaria
y plurívoca.
El
Recorrido. Del objeto al fenómeno de la performance
Alberto Caballero
Hasta
los años cincuenta, la producción artística
tiene como referente fundamental la imagen. La imagen del objeto,
sea éste figurativo o no, sea la escultura o un objeto
abstracto, se refiere al cuerpo. Incluso el objeto geométrico
también tenía que ver con su imagen.
De
pronto, la imagen ya no es suficiente, o mejor dicho, hay un
rechazo, un "refoulament" de la imagen, y el objeto
se presenta en toda su materialidad. Los artistas anticipan una
nueva propuesta: la materialidad del objeto. Las razones las
encontraremos desarrolladas en las aportaciones de esta Jornada.
Ya
no son las fotografías de las latas de conservas, sino
las latas mismas como restos de un uso cotidiano, banal. En la
exposición “Introversiones. Aspectos de la colección”,
que se presentó en el MACBA, lo cotidiano adquiere el
valor de objeto. Algunas de las ponencias de las jornadas nos
hablan de ese nuevo valor de lo cotidiano, no solamente en el
arte que encontramos en los museos, sino también en la
prensa, en la TV, en el cine, porque no, en el pensamiento. Se
denomina arte povera, filosofía povera. Tenemos que pensar
lo cotidiano como un valor trascendental. Lo trascendental: la
llegada del hombre a la luna, los ensayos atómicos, la
reciente cibernética, etc., están adquiriendo valor
de cotidianeidad. Antes estaban la “Venus” de Milo,
la “Gioconda”, la “Maja Desnuda”, ahora
nos encontraremos en los museos con los restos de lo cotidiano,
como un nuevo valor frente a la cultura. La cultura de lo cotidiano.
El
mundo se llena de objetos cotidianos, se avecina la era del consumo,
las viejas botellas de Morandi pasan a ser las latas de Warhol.
Ahora el objeto se consume, el artista deja de ver el mundo,
consume su deseo; se gira y pone su cuerpo como objeto. Al principio,
es la acción que realiza con su cuerpo la que deja marcas.
La marca adquiere el valor de objeto; el resto que deja la acción,
la huella sobre la tela, el papel, la madera o el muro de una
ciudad, tiene valor de arte. El material del soporte no es importante,
sino el salto del objeto a la acción. Es una manera de
ir mas allá del discurso del consumo, la productividad
de más y más objetos. Algunas veces sólo
queda lo efímero de la acción, otras queda registrado
en el material fotográfico, el vídeo, el cine,
etc, como un llamado a la imagen perdida, a la pérdida
de la imagen.
Este
proceso no se interrumpe aquí. Ahora el soporte material
es el cuerpo mismo del artista, la piel, lo que hasta ahora hacía
de límite. La imagen como límite entre el organismo
viviente y el mundo se orada, se corta, se sutura, se pincha,
se cose, se cuelga. Ya no es la piel la materia de la tela la
que se perfora o se corta, como en Lucio Fontana, que se presenta
como una representación mas allá de la superficie.
Ya no es una investigación en la superficie misma, sino
en la superficie del cuerpo del artista; lo que es propio se
transforma en objeto para la cultura, en objeto de mi propia
producción; mi cuerpo entra en el circuito del arte, es
una "res extensa" más.
Con
la caducidad de los objetos que representaban al artista en el
mundo, este pone, como sujeto, su cuerpo como objeto; allí deja
su impronta como sujeto, muestra su propia división subjetiva.
Ahora el cuerpo ocupa el lugar del sujeto. El cuerpo es efímero,
discursivo, de una marca a la otra, de una huella a la otra,
muestra su recorrido, sus restos, pero parece que esto no es
suficiente. Debemos mostrar más, no ir mas allá,
sino ir más acá, más adentro, más
acá de la piel, las segregaciones del cuerpo, la sangre,
el semen, los mocos, las heces, los pelos, las uñas...
todos son elevados a la categoría de objeto, de representación
de ese sujeto cada vez más evanescente, más escurridizo.
Es llevar los excrementos a la categoría de sublime.
Ahora
son los órganos, el hígado, los riñones.
Se dejan ver las entrañas, se abre la piel ante las cámaras
de televisión haciendo un llamado a la iconografía
religiosa, a la iconografía de la historia del arte, un
llamado a la representación que venga a cubrir los cortes
que hago en mi cuerpo. Que venga a velar mi organismo, el latir
propio de lo viviente. Ahora son los órganos mismos, como
representantes de lo viviente, que toman categoría de
objeto. Las células, los espermatozoides, los glóbulos
de los ojos, exilados de la piel que no sólo le daba cobertura,
sino unidad como imagen, representan ahora al sujeto, de alguna
manera perdido en los derroteros de la imagen, y de alguna manera
reclamado.
Así,
el arte hace un llamado a la biología, a la filosofía,
a la sociología, pero también a la cibernética,
para encontrar una nueva respuesta a la posición del sujeto
más allá del cuerpo y de sus múltiples representaciones.
La palabra del propio artista, de su escritura, de las huellas
que deja en los otros nos servirán de guía para
este recorrido del objeto a la performance, y de los restos,
envolventes, vendas, sogas, etc. que ha dejado en su camino.
Se
ha tomado como punto de partida para el análisis la exposición "Introversiones
Aspectos de la colección" y, en especial, la obra "Arqueología
de Artista" de Ramón Guillém Balmes, no sólo
como soporte de la reflexión teórica de los ponentes,
sino del trabajo de taller con los participantes.
Estas
palabras van en tono de introducción para que nos permitan
seguir el desarrollo del proceso realizado. Pero también
quiero agradecer particularmente a todos aquellos que han colaborado
de forma desinteresada: Zulema Moret y Talleres de Escritura
de Barcelona, a Antoni Solanas y Anna Guarro, que han hecho todo
lo posible para la realización material del evento, y
a Claudia Giannetti y a MECAD, por la iniciativa de poner las
palabras en su versión digital.