Durante
la década de los años
50, el interés de los artistas por lo teatral redefine el
concepto mismo de teatro. La intención ya no es sólo
la de crear una relación directa con el público a través
de la interacción, sino de trabajar con esa interacción
como hilo discursivo por medio del dispositivo escénico. Se
trata de deshumanizar al actor en pro de una penetración voluntaria
por parte del espectador que ahora se convierte en testigo o invitado.
Un arte de acción como práctica específica y
recurso expresivo para diferentes ámbitos disciplinares, donde
lo importante es el concepto y no el objeto final. Zaj (1964) con
Juan Hidalgo (1927), Walter Marchetti (1931) y Esther Ferrer (1937)
como componentes principales a partir de 1972 y Espacio P (1981-1997)
formado por numerosos artistas entre los que sobresalen los cofundadores
Pedro Garhel (1952-2005) y Rosa Galindo, se encontrarán entre
los grupos más destacados de esta disciplina.
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Zaj nace como un movimiento musical que
desarrolla actividades experimentales relacionadas con el
arte del funcionamiento.
Sus conciertos empiezan a tomar un carácter teatral
naciendo, así, el teatro musical,
donde los gestos y la producción de objetos era más importante que
el sonido. Se trataba de expresiones silenciosas que disparaban
el factor espacial hasta conectarse con el teatro. Había
que sacar el arte de su contexto para que fuese la obra la
que definiese el espacio y no al revés. Para ello, se
hacía una llamada a ese público pasivo que debía
integrase en la obra de arte para crear su propia experiencia
y ampliar su campo perceptivo. Esta agitación estética
en la que se alteraba la relación artista-público
inventaba un escenario en el que se cumplía la representación
de la existencia.
Esther Ferrer está interesada por el acto de ver y mirar.
En sus trabajos, traspone la acción (performance) al objeto
(obra plástica) y viceversa para otorgarle una vida autónoma
al objeto, fuera de su contexto original. Ferrer busca crear una
neutralidad interpretativa que vuelque el interés sobre
la acción en sí misma. El cuerpo es su principal
herramienta de trabajo, siempre relacionándolo con lo que
le rodea, el tiempo y el espacio. En sus performances no hay representación
sino una presencia de la que el público es uno de los muchos
elementos de acción.
Juan Hidalgo define lo conceptual como algo
donde cualquier soporte es válido. En sus acciones, la música y el cuerpo
dialogan y se interrogan a lo largo de todo el proceso de creación
como seres vivos y cambiantes. Los instrumentos se convierten en
objetos, interviniéndolos mínimamente para dar mayor
importancia al tiempo y al espacio. Para Hidalgo, los objetos deben
tener una significación sencilla, un funcionalismo ausente,
para evitar que el público interprete en base a posibles
referencias. Se trata de sugerir para activar la imaginación
del público.
Walter Marchetti lucha contra la música convencional en
pro de una presencia fugitiva que trascendiese al tiempo y al espacio.
Un sonido no debe ser una experiencia sino un objeto para el sujeto.
Para ello, hay que liberar al sujeto y al objeto de todo pensamiento
o lenguaje musical con el fin de abrir la música a la experiencia
y a una nueva significación: "Hacer de la abstracción
pura algo que se pueda ver".
Espacio P generaba contexto para permitir
el acto en un presente contínuo. Un espacio polivalente al que podían acudir
todo tipo de personas para producir cualquier tipo de arte. Dos
de sus cofundadores fueron Pedro Garhel y Rosa Galindo que, más
adelante, realizarán un proyecto conjunto llamado Depósito
Dental, para trabajar en los campos de la performance y de la experimentación
sonora y vocal. Huían de toda experiencia y conocimiento
anterior, centrándose en el concepto de obra como proceso
del presente que está por encima del pasado y del devenir.
Un concepto de la performance desde su relación con la realidad
y la representación de ésta, produciéndose
una alteración entre el mundo de las ideas, la memoria colectiva,
la memoria electrónica y la realidad. Una estructura interactiva
destinada a la participación para reconfigurar el espacio
colectivo.
Pedro Garhel trabajaba en y sobre el cuerpo
mediante un proceso creativo contínuo que tenía el presente como base.
Sus performances discurren acerca de las confluencias recíprocas
entre hombre y espacio y la exploración de la condición
posbiológica en la que se reconcilia el pensamiento dicotómico
entre lo natural y lo artifical. Garhel trabaja con la inmaterialidad
y la conectividad del ciberespacio y de los tecnopaisajes digitales
y virtuales - analizados como realidades intangibles e inabarcables
- y la presencia del autor como el tercer protagonista de la acción.
En sus acciones hace uso del objeto para fundirse con él,
manipularlo y emanciparse de él, unificando creación
y acción.
Rosa Galindo. Sus performances con Garhel
unían música,
composición y experimentación escénica en
una interacción de los objetos con el cuerpo, la voz y el
sonido como una obra conjunta y única. Acciones con una
constante relación entre espacio, movimiento e imagen para
crear una atmósfera que potencia sugerencias, símbolos
y sucesos del hombre con la tecnología.
Sara Alfonso
Domenech